jueves, 27 de diciembre de 2007

El precio de la ignorancia



Pero por qué la gente sigue viniendo en este estado ? Mocos, sudores, estornudos. La semana pasada el segundo piso de l’agence desbordaba de empleados resfriados o engripados y yo luchaba diariamente para no contagiarme la peste. Al mismo tiempo me atormentaba el hecho de que una persona no se preservara a sí misma ni se privara de transmitir los gérmenes a sus colegas, y que siguieran todos ahí, al pie del cañon, con un presentismo intachable aunque no hubiera mucho para hacer.

Me hizo pensar en Déborah Ositiansky y sus eternas medallitas de « asistencia perfecta » que le eran entregadas en cada acto de fin de año de la escuela primaria. La piba no faltaba nunca. Y lanzaba una mirada triunfal mientras exhibía su condecoración en la solapa izquierda de su blazer azul que hacía morir de envidia a más de uno.

Pero yo nunca fui una Déborah Ositiansky, y a esta altura del partido creo poder afirmar que nunca lo seré. Así que el viernes en cuanto me sentí un poco pachucha, me pegué un faltazo de aquellos y me las ingenié para que mi médica me hiciera un avis d’arret de travail por gripe. Me quedé en la cama devorando libros, revistas y películas, en los pocos momentos en los cuales me digné a abrir los ojos.

Hoy en el bondi al trabajo me encontré con Jenny que trabaja en el segundo piso conmigo y que obviamente terminó por enfermarse: esta hecha mierda desde hace días. Con la bufanda cubriéndome la boca y la nariz para protegerme de su tos y sus bichos, le pregunté por qué no iba al médico y pedía un arret de travail pour maladie. Me dijo que no por el simple motivo de que cuando haces eso, te descuentan los tres primeros días de ausencia del sueldo.

Merde!

Ahora entiendo todo.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Un topo sudaca okupa mucho espacio

Father Christmas decidió premiarme por adelantado, enviándome su paquete el sábado a medianoche. Llegó en forma de joven-argentino-hermano-de-amiga-de-prima, con mochila al hombro y muchas ganas de okupar mi casa por cinco días.

No es que fuera una sorpresa caída del cielo. En realidad, mi prima me había mandado un mail garronero (que describía al invasor como alguien «MUY CALLADO ASIQ NO TE VA A HACER QUILOMBO») una semana antes. Pero como que yo me había imaginado que la usurpación navideña no se iba a concretar. Es más, como respuesta a su pedido le había adjuntado un link de un albergue de estudiantes en Le Marais. Onda indirecta muy directa. Pero se ve que no lo interpretó como tal.

Cuestión que este desconocido tomó el salón de nuestro très petit appart a cambio de una caja de chocolatines Lindt que ya había sido abierta -y un poco consumida- en el momento de la entrega. El domingo por la noche compartimos lentejas recalentadas y pude establecer algo parecido a una conversación con este muchacho con cara de asesino serial.

Efectivamente Paquito (tal y como decidió apodarlo mi marido) es callado –demasiado para mi gusto-, tímido y miope. De esto último me di cuenta el lunes cuando le dije que le había dejado otra manta para taparse (que en eso preciso instante se encontraba a cinco centímetros de él) y me preguntó dónde estaba, mientras tanteaba con la mano como un ciego. Confirmé mi sospecha a la manaña siguiente, cuando lo vi salir con sus lentes de contacto en la mano y chocarse con la pared mientras buscaba el ascensor.

El martes, muy pancho por su casa, Paquito nos dice que todavía no tiene pasaje para irse a Barcelona el miércoles, pero que nos avisa a la noche hasta cuándo se queda, cuando vuelva de tomar el té en lo de una tía lejana. Tía lejana?! Paquito tiene familia en París y está squatteando en mi sillón-cama, privándome de la poca intimidad que mi marido y yo podemos disfrutar en nuestras vacaciones navideñas? Ah, no! Esto se paga! Aunque afuera haga menos de dos grados!

Cuando volvió Paquito le informamos que nos ibamos de vacaciones muy temprano el jueves por la manaña, así que –que lo sentíamos mucho- pero que tendría que dejar nuestra casa en algún momento del miércoles. El pibe no chistó, pero puso cara tristona y se fue a acostar en silencio. Una vez encerrados en nuestra habitación, J y yo le hicimos una performance de despedida muy porno que Paquito no pudo ver, pero que seguramente habrá podido escuchar...

lunes, 24 de diciembre de 2007

Basic Needs



La última vez que vino, Madre sacó de su bolso Mary Poppins una infinidad de cosas entre las cuales se encontraba una funda de ASIENTO MASAJEADOR DE 5 MOTORES (tal y como lo describe el manual de usuario que acompaña tan singular objeto). Le dije que no cumplía la condición sine qua non que yo le había impuesto para los regalos: que estos cubran una necesidad, preferentemente básica. Me contestó que eso era discutible y que además, sí que respetaba la otra condición que yo había prescrito: no ocupaba (tanto) lugar en el espacio.

A continuación, extrajo la funda de su embalaje, la puso sobre una silla, la enchufó a un transformador argentino-europeo que había traído especialmente, me obligó a sentarme y empezó a darle al control remoto mientras gritaba:

UPPER-BACK MASSAGE on.

Ves que está bueno?

LOWER-BACK MASSAGE on.

No, el ruido no es tan terrible.

WAIST MASSAGE on.

Todo al mismo tiempo, no me digas que no es un placer!

STRENGTH HIGH

Y sentí ahora: más fuerte!

Mientras yo temblaba envuelta en zumbidos y mi marido reía a carcajadas, Madre seguía explicando –cual vendedora de Sprayette- que además tenía la función HEAT que te calentaba todo el “cuerpito” en caso de que hiciera frío.

Una vez que logré convencerla de apagar el aparato endemoniado, le pregunté cuánto había pagado por semejante cachibache, y como no quiso confesar, la reté, diciéndole que era más fácil tirar billetes a la basura. Acto seguido, le dije que no lo ibamos a usar jamás, guardé la funda en su caja y la bajé a la baulera.

Madre resignada sólo alcanzó a mascullar dos palabras: “enana maldita!”.

Hoy es 24 de diciembre y -aunque cueste creerlo- estoy trabajando. En l’agence no hay casi nadie, y como el fin de semana apagaron la calefacción, todo el edificio está congelado. Parece una heladera. Una heladera vacía. Y encima no tengo mucho para hacer.

Podría morir de hipotermia o de depresión. Pero gracias a Madre estoy sentada sobre un ASIENTO MASAJEADOR DE 5 MOTORES que me mantiene calentita, en cuerpo y alma.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Así de guapa



No, no, no y no. Hoy no voy a trabajar. Me proclamo enferma. Aunque los síntomas no sean ni tan fuertes ni tan claros, decido que hoy tengo gripe. Y además, como sé que trabajo el 24, me creo con todo el derecho del mundo a pegarme un faltazo de aquellos. Llamo a mi médica de cabecera y acepta –luego de súplicas insistentes que hago con voz de muerta- verme a las diez y media.

No me lavo los dientes, no me peino ni me maquillo. Recorro los cien metros que separan casita del consultorio de Madame Venatar abrigada hasta los dientes. Cuando me abre la puerta constato que ella está peor que yo, con una auténtica gripe galopante. Sin embargo, esto no le impide tratarme cariñosamente (como lo hace siempre-), tocándome en cuanta oportunidad se le presenta y llamándome “ma belle”.

Qu’est-ce qu’il vous arrive, ma belle?”

¿Que qué me pasa? Tengo un malestar general, le digo, que me siento fragile. Que estuve así toda la semana, que tuve mocos el lunes y el martes, y que ayer me compré un termómetro y verifiqué que tenía fiebre.

Combien?”

¿Cuánto? Treinta y siete y medio. Se ríe y me bardea que eso no es fiebre. Le confieso que la verdad no tengo ni puta idea de cuántos grados son fiebre, pero que me sentía caliente. Me acaricia libidinosamente la cara (a todo esto yo estoy medio en pelotas) y me dice que siempre la hago reír. Como la vez que me preguntó qué tipo de sangre tenía y le dije que era "seropositivo" en vez de "0+". Madame Venatar tardó unos largos minutos en darse cuenta que era todo un malentendido lingüístico y que frente a sus ojos no estaba sentada una paciente con SIDA.

Me dice que me vista, me pregunta si uso Velib, le digo que sí, que uso Velib y bici propia, y entonces dice que “alors, c’est clair, tenés gripe!”. Me receta ibuprofeno, paracetamol, vitaminas, hierro y antibióticos, y me cobra cuarenta euros.

Mientras le hago un cheque me pregunta por mi trabajo. Pongo cara de víctima del holocausto y le cuento que me aburro horrores, que queda en el culo del mundo y que encima la calefacción no funciona bien (que trabajo con mi abrigo puesto y a veces hasta con guantes). Me mira fijo y sin dar más vueltas al asunto le suelto un “no tengo fuerzas para ir hoy”. Sonríe picarona y me ofrece un justificativo para que pueda faltar a l’agence. Gracias. Eso es todo lo que quería.

De rien, ma belle”.

En el camino de vuelta a casa me detengo en un Tabac y me compro un billete para la lotería de Navidad. Hoy me siento con suerte...

jueves, 20 de diciembre de 2007

Go and Mingle, Girl!


Entro al boliche de la rue de la Princesse. Celebran la fiesta de fin de año de l ' agence y no puedo dejar de ir. Alors, es innevitable: esta noche me toca sociabilizar. Ya durante el día había notado que las chichis se habían vestido diferente. Para no ser menos – qué sentido tiene mentir?- yo me había puesto una minifalda y una camiseta cuello bote por si la ocasión ameritaba un look más sexy.

Llego y empieza el desafío. En pocos minutos me encuentro -sin saber bien por qué - discutiendo en el bar con una polaca y con Karin (gran amiga Faceboook), con mi primer vaso de vodka-pomme entre mis manos.

Luego viene el buffet, agarro mi plato y me siento desafiante en una mesa donde no conozco a nadie. Adrenalina. Stress. Al lado mío, Ana me cuenta que tiene ascendencia vasca, y Román, italiana. Le confieso a Ana -quien me contesta de a ratos en un español muy madrileño- que mi abuela también nació en Bilbao. Sé que esta coincidencia establecerá cierta complicidad que me permitirá en breve pedirle a Ana que me convide con un cigarrillo.

Media hora más tarde –justo cuando termino de fumar mi primera cigarette– me desplazo hacia otra mesa para encarar el postre. Entre un nuevo grupo de administrativos y creativos –y con cuatro cocktails y dos copas de tinto encima-, me devoro tres petites crèmes brûlées y empiezo con el champagne. Definitivamente necesito más alcohol corriendo por mis venas para poder bailar desinhibida. El DJ ya arrancó con el dancing y yo no quiero que el dueño de la agencia (allí presente) piense que contrató una sudaca amarga: lo mínimo que puedo hacer es demostrarle que mi cuerpo latino puede danzar a un ritmo más que correcto (muy a pesar de lo que digan algunas malas lenguas por ahí). La polaca ya está como loca en el medio de la pista, y en un acto digno de amiga de toda la vida se me acerca, me agarra el brazo y me arrastra hasta meterme en el medio del grupete de los osados que animan la festichola.

No me queda otra. Hago fondo blanco y muevo las caderas acompañando una melodía brasileña. Por suerte ahora somos multitud los que bailamos y es fácil perderse en el tumulto. Con It’s raining men levanto las manos y canto, cebando a un cincuentón del departamento de Marketing más que entusiasmado con el evento. Pasa el tiempo y con Sympathy for the Devil los muchachos treintañeros se sobreexitan y comienzan un strip-tease.
Pleased to meet you
Le saco la camisa a uno...
Hope you guess my name
Me ayudan un par de chicas del departamento de Relaciones Públicas...
Uu-Uuuuu
Flash, alguien nos saca una foto...
Uu-Uuuuu
Dudo que este tipo de conducta me ayude a integrarme (pero bueno, uno nunca sabe, no?)...
Oh, yeah, Uu-Uuuuu

Pasada la una de la madrugada me descubro en el espejo del baño. Mirada etílica, camiseta cuello bote sudada (dónde habré dejado mi sweater?!) y un bretel de corpiño negro que se asoma poco elegantemente. Es hora de partir. Rescato mi cartera de atras del culo de una gorda diseñadora y me escapo sin despedirme de nadie.

C’est pathétique: es la primera vez en tres años que salgo a bailar en París.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Quién? Yo?



Te despertás con un dolor de cráneo que te parte. Ves que la luz está prendida y que estás acostada en tu cama medio vestida. Una lata de Coca reposa sobre la mesita, al lado del despertador. Tardás un par de minutos en acordarte de la noche anterior : fuiste a la fiesta de fin de año de l’agence y terminaste completamente dada vuelta. Sabés que consumiste cuatro vodka-pomme, dos vasos de vino tinto, y tres copas de champagne. Sorprendentemente para el recuento de ingesta de alcohol la memoria no te falla. Volviste caminando sola (cierto, tu marido está de viaje) en algúna momento de la madrugada, haciendo zig-zag por la rue de Rennes. Te bombardea un flashback auditivo del contestador de tu móvil -que escuchaste en el trayecto de vuelta- de tu madre diciendo algo sobre una “plastic bag”. Y tenés la sensación de haber mandado un mensajito de texto en inglés acerca de tomar algo hoy, pero ni idea del destinatario.

Te levantás, sorteás los obstáculos hasta el baño (el camino está plagado de ropa, zapatos y objetos varios) y te metés en la ducha. Tu pelo apesta a cigarrillo (fumaste?) y aunque te frotás todo el cuerpo con un gel energizante con aroma a papaya, no recuperás fuerzas ni para cerrar la canilla. Te vestís, no te maquillás, te tomás un antiácido-analgésico-anticefaleico argentino que compraste en tu último viaje por dos pesos, y metés una botella de agua mineral en la cartera. Los síntomas de la deshidratación comienzan a resonar en tu organismo.

En la oficina te zumban los oídos y mientras validás 90 páginas de un catálogo en alemán, sentís el peso de la resaca en la cabeza (en la frente cuando mirás para abajo, en la nuca cuando leés sobre la pantalla). Hacés una pausa para ver tus emails personales y con asombro descubrís un mensaje enviado por vos misma a las tres de la mañana. Lo abrís y te encontrás -bajo el título de “Soirée”- una serie de frases incoherentes en tres idiomas diferentes, debajo de un párrafo que comienza con “Entro al boliche de la rue de la Princesse...”.

Tu alma de bloguera no te abandonó ni cuando estabas totalmente embriagada y no pudiste ir a la cama sin registrar tus impresiones de la fiesta.



martes, 18 de diciembre de 2007

Depuis Toujours

A pedido del público y debido a las toneladas de trabajo en las cuales me encuentro sumergida, aquí va otro post rescatado de mis 23 años (gracias a Madre salvadora), cuando todavía vivía en Argentina y los blogs no existían. Muchas cosas han cambiado, pero lo que indiscutiblemente se reconoce es el mismo espiritú MilkyGirl.


Despertarme con un sorpresivo timbre a las casi nueve de la mañana y descubrir la voz del afilador del otro lado del portero eléctrico no era exactamente lo que uno llamaría un buen comienzo del día. La nuca me presionaba los sesos y la sien me perforaba el pensamiento: el tinto y el tabaco, aliados una vez más, habían devenido en una tremenda jaqueca (me encanta esa palabra: ja- que - ca). Una ducha rápida, una Coca Cola muy fría y dos pain-killers (Advil, para ser más precisa) estabilizan mi organismo para enfrentar una inesperada jornada primaveral.

Esperando el subte, creí descubrir al hombre de mi vida. Coincidimos en el mismo vagón, enfrentados en nuestros asientos nos espiamos de reojo. Pienso. ¿Cómo seducir a un extraño en un medio de transporte público? Pienso. No recuerdo ningún consejo de ninguna revista femenina. Pienso. ¿Y si le pregunto la hora? Pienso. ¿Se notará en mi cara que me gusta? Pienso. Y con este último pensamiento, él desciende, sin mirarme, con su diario deportivo bajo el brazo. No! “Boluda total”, pienso.

Ya en la calle, (destino: almuerzo con mamá), mi mente acelera imaginando infinitas fantasías con el chico del metro (en el piso del vagón, sobre la boletería de la estación, en la escalera mecánica, en las vías, en el baño, en el techo del tren, andando obvio...). De pronto, una voz totalmente desconocida me saluda. Levanto la vista y reconozco a un viejo compañero del secundario.

Nos saludamos, nos contamos un poco de nuestras vidas, y sólo después de que me invita a comer, recuerdo su nombre. Adrián es, hoy en día, un profesional con todas las letras: terminó dos carreras (una universitaria y otra terciaria), tiene su propia compañía, gana suficiente dinero y se casará el próximo año con su novia de hace dos. Pero (siempre hay un “pero” en estas historias exitistas), sigue viviendo con sus “papis”.
Ventaja para mí.
Decido, entonces, que el eje de mi relato personal será mi estupendo departamento de soltera que comparto con mi amiga de siempre. Él, no puede contener una mirada envidiosa, y yo prosigo a contarle mi vida, seleccionando cuidadosamente los datos que darán perfil a una “mina copada”: laburo esporádico pero de buena paga, los más increíbles y frecuentes viajes, mejores estudios y una excelente vida amorosa y sexual que luego de sonrisas picarescas decido confesar.

Él no debe enterarse que tiene frente a sus ojos a una loser hecha y derecha.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Foreseeing


Yo no sé si ya lo comenté, pero Madre cada vez que me ve (ya sea allá en Baires o acá en París) me carga de regalos varios que producen un efecto de rechazo inversamente proporcional al placer que ella espera despertar en mi persona. Esta especie de aversión no es tanto por los regalos en sí mismos, sino más bien por la cantidad. Madre no me regala una bombacha, sino nueve (el mismo modelo en diferentes colores). Madre no nos provee con una tijera para la casa, sino con un pack de cinco (de tamaños varios y con una función particular cada una).

Madre asfixia.

En estas épocas de shopping navideño, Madre debe estar un poco angustiada porque no me va a ver (y porque por ende no va a poder descargar sus mimos materialistas en mí). Desde hace unos días que Madre calma su sed consumista con la mejor manera que encontró para reconvertir su rol de eternal giver : me bombardea con documentos escritos por mí misma que encuentra en viejos diskettes y me los manda por mail. Uno tras otro. Mi casilla desborda de textos del tiempo de Matusalém que regresan a mi vida en forma de attachment no solicitado.

El último que abrí era un homework que hice a los veintitantos en el Profesorado de Inglés. Me impresiona las vueltas que da la vida y cómo esta mini redacción aparece ahora como una suerte de premonición.



Find in a magazine, in a postcard or in a book, a photograph you like very much. Describe it and say why you like it (100-200 words).


Magic. That’s the word that stroke my mind when I first saw this grey scale printed postcard. I was at a tiny souvenir shop in Paris and I couldn’t help myself from gazing at this hypnotic image for fifteen long minutes before paying two francs for it.


When you look at it you can actually feel the young passion that emerges from that never ending kiss. Her twisted body, captured by the surprising desire of her lover, shapes the central figure of the picture, which is surrounded by the rushed city walkers. If you pay attention to the movement of the bodies you can notice on the one hand, the couple’s statics - which is immortalized by the camera - and on the other hand, a dynamic Paris with all its fifth decade glamour. And when you observe his clothes you can tell that his careless look shows his real life style.


In other words, I think that Doisneau’s photograph amazes me because it could capture that sentimental moment as a symbol of what Paris is – the city of love – from the point of view of a café visitor – so typically French -, both summarizing an idea and showing the city beauty in just one shot.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Carne Picada

Yo no entiendo, franchement, qué necesidad hay ? Qué necesidad había de inscribirse para hacer el examen de Test de Connaissance du Français? Por qué? Quién te mandó?

Lo que pasa, yo te explico, es que te quisiste hacer la cancherita... “Ay, que tengo mucho tiempo libre!” o “Necesito estudiar algo, sino me siento perdida”...Y claro! A las pelotudas como vos, le pasan estas cosas. En algún momento, ser idiota se paga.

Qué? Quisieras poder cancelarlo, no? Ja! Sí, sí, dale: no vayas, total 80 euros de inscripción que perdés a vos no te hace nada. O-chen-ta-eu-ros, nena! Dos turnos de peluquería en París, un pasaje a Londres en tren, dos supermercados semanales...Sigo? Mejor esto: multiplicalo por cuatro, ponele el simbolito del “peso argentino” al lado y enterate de que en tu país podrías alimentar a una familia tipo durante una semana. Porque, aunque no lo quieras ver, hay gente que se muere de hambre, entendés?

Y ahora sólo faltan 24 horas para tu prueba TCF y no estudiaste un carajo. Y no me digas que tenías mucho trabajo y que estabas a full, porque hasta donde yo sé, tiempo para devorarte Harry Potter and the Goblet of Fire no te faltó. Y encima te me hacés la guapa y hoy a la noche te vas a un cumpleaños. Ni que tu nivel de francés fuese tan bueno como para permitirte estos lujos!

Así que esos nervios y angustias que te carcomen, ya sabés dónde te los podés meter. Hacele frente al countdown con la poca honra que te queda.

Y que sea lo que Dios quiera.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Sharing Mental Notes


No se puede creer la cantidad de mujeres que vi estos días recorriendo las más que frías rues de París con balerinas y sin medias.

Eso.

Ah, y que en el baño del segundo piso de l’agence hay un olor a concha que mata.

That’s all I have to say.

Debo focalizar mis energías sobre la corrección de las 93 páginas que están sobre mi escritorio (y dejar de pelotudear un rato, que el tiempo no sobra).

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Focus



Te desvelás a las 7 de la mañana y dudás si quedarte una hora y media en la cama o levantarte ya. Hace un frío que pela los huesos y todavía es de noche. Pero como los hijos de puta de siempre amenazaron con una semi-huelga, te decís que mejor encarar temprano y tratar de atrapar el bus de las 8, y (por qué no ?) quizás llegar a la hora que abre l'agence y ser de las primeras en entrar.

Cuando llegás a la parada ya son las 8.20 y en la pantallita dice que el 82 llega en 9 minutos (somos muy modernos en París : los buses tardan años, tienen velocidad de carreta, pero siempre hay un monitor que te informa del delay !). Entonces lo ves : ahí, a lo lejos -but at a walking-distance- se asoma Starbucks. No resistís a la idea de “hacer La Total” y salís corriendo hacia allí, entrás, pedís un Caramel Macchiato a toda máquina, pagás a las apuradas vigilando con nervios la calle para que no se te escape el 82, y te vas triunfante con tu bebida calentita en la mano. Llegás de vuelta a la parada justo un minuto antes de que el colectivo se detenga y te abra sus puertas.

Te sentás al fondo contra la ventana. Sabés que el viaje es largo pero no importa : beber tu Caramel Macchiato en compañía de Harry Potter es un placer. Además, pasar por la torre Eiffel siempre te pone de buen humor y ver Trocadéro con el sol de la mañana (la mejor luz, como diría mi madre) no tiene precio.

Inexplicablemente llegás a la agencia a la misma hora de siempre (o sea, igual de tarde), y te desayunás que las 3.000 tarjetas de navidad del cliente español (proyecto del cual sos única responsbable) fueron impresas con doble “n” final en la palabra « información » y sin la primera “r” en « proveedor » .

Quizás, pensás, es hora de que empieces a prestar más atención a tus responsabilidades profesionales y menos a tu lectura, tu trayecto o tu petit déjeuner.

martes, 11 de diciembre de 2007

Qué Bárbara que está Claudia !




Que venía la alemana, decían, para reemplazar a Stef. Que no, que va a incorporarse una semana más tarde de lo previsto. Que sí, que ya llega. Y yo esperaba el día de ayer con gran ansiedad y temor.

Por un lado porque ya estaba harta de hacerme cargo de todos los proyectos de Alemania y de Austria sin entender ni una jota de lo que leía. Me estresaba. Por otro lado, me angustiaba la idea de tener otro alemán en el equipo (son tan alemanes los alemanes !). Y por otra parte (por que no confesarlo, gran parte de mi inquietud se debía verdaderamente a este último punto) tenía un nudo en el estómago y cierta congoja por el riesgo de que nos caiga una Schiffer despampanante para destrozarnos el ego a diario.

Ayer por fin llegó ella, más temprano que todo el resto por supuesto. Se llama Bárbara y tiene mejor francés que yo. Y por suerte es lo único que puedo envidiarle.

Thank God, no worries at all.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Macanuda


Desde que l’agence decidió crear un departamento Web, las cosas empeoraron bastante. No jode tanto el incremento de presencia testicular por los pasillos (ni el olor a bola transpirada en el baño del quinto piso) como el aumento en el número de empleados que bajan a la cocina entre la 1 y las 2 para almorzar.

La aglomeración de personas es tal que las sillas no alcanzan (más de uno come de pie), la cola para el microondas es desmesurada, y la mini nevera desborda de bolsas, tuppers y bebidas. La gente le pone nombre a sus yogures y botellitas (a raíz de algún que otro robo de provisiones), y te putean cuando en los estantes del frigo les bloqueás sus recipientes con los tuyos.

Yo marco territorio como puedo. Mi comida la meto dentro de una bolsa de plástico gris donde se ve un pie de mujer con un zapato negro y se lee “Angelini - Cabildo 1867 - Buenos Aires - Teléfono 4783-2710”. Y a mi lata de Coca-Cola -que reposa en un estante de la puerta de la heladerita- le puse un post it que dice “Touche pas à mon Coca!” (=No toques mi Coca!).

Simpatiquísima la petite argentine!

viernes, 7 de diciembre de 2007

Luna, lunero, cascabelero



Lo extraño. A mi psicólogo de hace 10 años, digo. The last one. Me hubiese venido bien ayer para interpretar mi sueño. Al Doctor Luna le encantaba analizar mis innumerables sueños. Y yo tenía la impresión de ser su festín semanal.

Él me llamaba por mi primer nombre, y yo a él por su fantástico apellido. « Luna, estoy un poco pachucha estos días », y él sonreía. Le gustaba que lo llamara así y que al mismo tiempo lo tuteara. Siempre tenía el mismo traje, con saco cruzado, y corbata hiper grasa. Y en invierno se ponía encima una campera negra de cuero, un poco de portero ochentoso. Durante mucho tiempo tuve la sospecha que era gay, pero cuando me atreví a preguntárselo me mostró la alianza en su anular y una foto de su hija de seis años.

El consultorio era super sencillo y durante las consultas yo fumaba un cigarrillo tras otro, sentada en un catre que seguramente de grande quería ser diván, sepultada bajo almohadones hippies roñosos.

Teníamos sesión todos los jueves a las 7 de la tarde. La mayoría de las veces yo terminaba llorando y con la cara bastante desfigurada. Como enganchaba directamente con mis cursos nocturnos que empezaban a las 8, salía corriendo para llegar sin retraso a mi clase de "Entrevista y Espectáculos", atravesaba tres cuadras hasta la escuela de periodismo, y entraba en el aula cabizbaja donde alumnos y profesores me miraban como si fuese una loca recién escapada del manicomio (como verán, los problemas de integración ya los tenía desde aquel entonces).

Cuando al cabo de tres años me quiso dar el alta, lloré, pataleé, y le rogué que por favor no me dejara. Me dijo que ya era hora, y que el problemita básico por el cual yo había empezado terapia ya estaba superado. Lo miré sorprendida y le expliqué que yo no había recurrido a él por una cuestión en especial, sino por un estado conflictivo general. Hizo una mueca con los labios, tratando de reprimir una sonrisa, y como quien saca un arma escondida de la manga, soltó: “Edipo”. Le dije que, con todo el respeto del mundo, creía que se estaba confundiendo de paciente. Agarró el cuadernito donde garabateaba durante mis confesiones, lo abrió en una de las primeras páginas, y mientras guiaba con su dedo índice un párrafo sentenció: “En una de nuestras primeras charlas me contaste que habías soñado que estabas embarazada, que en el vientre llevabas a tu hermana María...que es hija de tu papá y su esposa, si no me equivoco”. Ante mi cara de “no-entiendo-a-dónde-vas-con-esto”, agregó: “con quién pensás que hubieras tenido que hacer el amor para ser la madre de tu hermana María?”.

PUF!

Cachetazo.

Ganas de tomar una ducha.

De rociarme con un spray desinfectante de perversidades incestuosas.

Verguenza. En cantidades industriales.

Creo que tardé un buen rato en reaccionar. Cuando lo hice, no podía mirarlo a los ojos. Me puse el abrigo, murmuré algo sobre el incosciente y sus jueguitos tramposos, le pagué lo que le debía y me fui con un “hasta siempre” lleno de pudor.

Nunca más lo volví a ver.


jueves, 6 de diciembre de 2007

Sueño



Mi marido J y yo estamos en el palacio Elysée, en un salón estilo Louis algo, esperando a que Sarkozy nos termine de explicar las asignaturas sobre las cuales su hijo de aproximadamente 11 años (quien si realmente existe) necesita apoyo escolar. J (transformado en profesor privado) se va con el niño a otra sala, Sarkozy desaparece, y yo me quedo mirando la tele con la hija adolescente del presidente (quien no existe en nuestro mundo real), para hacer tiempo.

Cuando terminan, aparece mi jefa (la verdadera, la de l’agence) y me dice que es la responsable de encontrar un buen destino de vacaciones para Sarkozy. Agrega que descubrió una hermosa casona en Buenos Aires y que quiere mi consejo. Prende una tele y nos muestra imágenes de la (verdadera) casa de mi abuela, en la calle Olleros. Le confieso que conozco muy bien la propiedad y entonces ella sugiere que nos teletransportemos los 3 para visitarla.

Así lo hacemos: recorremos pasillos oscuros y habitaciones gigantes mientras otro grupo de potenciales compradores hace lo mismo con un empleado de una inmobiliaria. Cuando salimos al jardín, mi jefa me pregunta si no hay serpientes, le juro y le perjuro que no, nos adentramos en el césped bastante crecido y ZAS! Una víbora me pica en el tobillo. Me hago la que aquí no pasó nada, desprendo al reptil ofidio de mis carnes (porque todavía seguía mordiéndome) y le corto la cabeza con un machete.

Significado ?

Alguien ?

Hoy me internan.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Under Attack



Me llama Jack -el americano de la imprenta de Montpellier- y me dice –en un francés muy yankee- que necesita que le fowardee un email de la cliente portuguesa con la dirección a dónde hay que mandar las tarjetas de navidad que pidió. Le explico –en mi francés muy hispánico- que lo haría con mucho gusto, si no fuese por el pequeño inconveniente del día: el sistema de envío y recepción de emails no funciona. Le sugiero una triquiñuela retro para resolver el problema: imprimo el mail y se lo mando por fax.

A la media hora me llama de vuelta para decirme que no recibió nada. Le digo que se fije bien, que tengo el acuse de recepción en la mano, pero insiste en que no. Y me propone que le dicte la address en cuestión.

Junto coraje y empiezo a dictarle en francés la info en portugués. Imposible, no caza nada. Se la leo en portugués (con una pronunciación argento-brasileña que rescato de mis vacaciones adolescentes en Florianópolis), pero tampoco. Así que empiezo a deletrear en francés. Me estresa muchísimo deletrear en francés. “Epéler”, como dicen acá. Y más si lo hago en un open-space a los oídos de todos los que conviven conmigo en el segundo piso.

Erg-i-te-a-bla-bla-bla-dubl-el...y llego a una “ç”. Merde! Le hago señas a mi jefa y le dibujo el símbolo en el aire, me ayuda “ce-cédille”, y continuo. Él sabrá lo que es una cedilla? Sigo. Erg-poan-espas, no, “espacio” no, la palabra “espace” pero en inglés, como “espeis”, le aclaro, “s-p-a-c-e”. Uf! Levanto la mirada y la veo a mi jefa y a mi compa inglés mirándome y riéndose. Sigo. Empiezan los números y después otra vez letras. Cada vez que hay una “g” o una “jota” se me estremece la aorta ya que se pronuncian inversamente en inglés y en francés (la “g” es “shi” en inglés, y en francés es “she”, y la jota es “shei” en inglés y “shi” en francés). La escucho a Berengère que me grita si necesito ayuda, y el resto festeja con carcajadas. Le sugiero a Jack que ahora él lea todo para confirmar, pero que mejor en inglés. Empieza y me mezcla palabras pronunciadas en inglés y otras en francés. Lo voy corrigiendo, mitad en inglés, mitad en francés, mientras me doy cuenta que esto es muy arriesgado y que las tarjetas nunca van a llegar a destino. Me pide que relea todo, y cuando lo hago ya esta todo el mundo en la oficina descostillándose de risa.

Y justo en ese preciso instante empieza a sonar una sirena.

El primer miércoles del mes, a las 12 en punto, se activa el réseau national d'alerte (RNA), con sirenas que se escuchan por toda Francia durante un minuto, una costumbre heredada de la Segunda Guerra Mundial. Esto se hace para testear que la alarma funciona por si realmente hubiera una emergencia (catástrofe natural, ataque terrorista, etc), en cuyo caso la secuencia sonora se emitiría tres veces con intervalos de 5 segundos y uno debería entonces encontrar refugio y poner la radio en cualquiera de las cadenas públicas para informarse y seguir las instrucciones.

Yo toda esta data la tengo super digerida desde hace bastante tiempo. Yo sé lo que esa sirena significa. Pero en ese momento pensé que era la alarma detectora de imbéciles. O de humillaciones públicas.





martes, 4 de diciembre de 2007

A stickman and a horse

Una de las experiencias más extrañas de mi vida sucedió durante una entrevista en la academia Georges V cuando -ni bien llegada a París- me puse a buscar laburo de teacher.

Antes de la cita, me habían dado una consigna : preparar una actividad que durara menos de 5 minutos –y que no tuviera NADA que ver con English teaching- para demostrar mi capacidad pedagógica. Era una audición (entrevista colectiva) y había que llevar los materiales necesarios.

Llegué y me recibió un inglés con bigote de camionero –ese que empieza con dos líneas paralelas desde la barbilla, subiendo cada una por su costado hasta unirse en en bozo- con un acento super British y mucha simpatía. Me advirtió que sólo eramos 2 candidatas y que comenzaríamos pronto.

La otra llegó tarde, con sus 40 años, un francés perfecto, inglés raro y origen incierto. Me dijo que era italiana, después iraní, y al final se excusó con que era ciudadana del mundo y amaba europa : « Europe is home for me now ».

Nos dejaron solas para llenar unos formularios y me preguntó que qué quería decir “TEFL”. Su inquietud me sorprendió bastante, ya que TEFL significa « Teaching English as a Foreign Language », lo cual quiere decir que si una teacher no sabe lo que es TEFL, es porque no es teacher.
Le expliqué, le di ejemplos de lo que era un certificado TEFL y terminamos de completar todo.

Volvió el camionero y nos explicó un poco cómo funcionaba la academia (“we are not Berlitz, we do not want to be as big as Berlitz, bla bla bla, we teach how to do things in English…bla bla bla…”) y luego le dice a la otra que empiece con su actividad.

La mina va al lado del pizarrón y dice que nos va a enseñar a dibujar un STICKMAN :



Pero dice que está muy estresada y que si puede sacar sus FICHAS de LECTURA .
Saca sus fichas con su SPEECH escrito y se pone a LEER.
Y a dibujar… « First, you draw a circle…this circle is the head…”
Y dibuja.
Y lee: “Then, you need a body, in order to have a body you draw a line…”

Yo no lo podía creer. No quería mirar al tipo porque pensé que iba a explotar de la risa. Así que cuando la mujer me miraba (para ver que tal iba yo, en tanto alumna, con MI dibujo del stickman), yo le decía « Mmmmm…interesting… ».

Para concluir explicó « and finally you can draw the hands…and five fingers… one, two, three, four, five !! » y dibujó un círculo con cinco palotes para los dedos.

Pero AHI no termina la historia. Una vez finalizada su tarea, el camionero le dice mirando el curriculum:

Camionero : Veo que viviste en muchos países…
Loca : Yes, I did. And you know what? Three years ago I bought a horse. When I first met him, he didn’t like me…but now we are very close

Y continuó con un monólogo de treinta minutos. Treinta minutos cronometrados, describiendo la relación que tenía con su caballo !

Cuando por fin se dignó a callarse –tras infinitos intentos del camionero por hacerla concluir- lo hizo con una frase : “And one more thing : I want you to know that I am very talkative…”

Gracias por la aclaración…Loca, loca de mierda !

Yo estaba desencajada.

No podía creer lo que acababa de pasar.

Obvio que mi activity no fue nada del otro mundo –era una manualidad con papel-; pero al lado de SEMEJANTE DESQUICIADA creo que quedé bastante bien parada (aunque debo confesar que nunca más volví a saber de ellos).

Lo más gracioso de todo es que cuando me fui, la escuché decirle al pobre de BJ McKay And I want to tell you something more… », a lo cual redoble la marcha y salí corriendo.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Abre tus ojos



No sólo es este año el primero de mi vida en el cual no estudio nada de nada, sino que también (y a consecuencia de esto) es la primera vez en mucho tiempo que puedo leer realmente lo que quiero (y no lo que me impone una institución educativa). De esta manera (y aprovechando largos trayectos diarios) me devoro uno tras otro los libros a piacere. Con cierto orden : uno en español, uno en inglés (que suele ser un tomo de Harry Potter) y uno en francés. En este último idioma terminé hace poco « L’Immeuble Yacoubian » (« El edificio Yacoubian »), una novela escrita por el egipcio Alaa El Aswany sobre la sociedad del Cairo.

Lo mejor no fue que me enganchara desde la primera oración, sino su función totalmente instructiva. Aprendí mucho. MUCHO. Sobre la vida en el mundo árabe, tenemos mucho que aprender. Cómo viven los musulmanes ? Cómo conviven con otras religiones ? Qué roces hay entre los que son más practicantes que otros ?

Lo que más me sorprendió fue la presencia de la religión en cada minuto de la vida cotidiana. Hay muchos individuos que respiran el Islam, transpiran el Islam, piensan el Islam, caminan el Islam…todo es Islam. Y uno empieza a entender a la gente que actua así. El Islam está tan incrustado en la rutina diaria de todo el país, que es lógico que sus vidas estén regidas por éste. Es más: no choca -en lo absoluto- la sed de uno de los protagonistas por tomar parte activa en la djihad.

En la página 131, uno de los personajes dice : « La democracia significa que la gente se gobierna a sí misma, que la gente gobierna para la gente, y el Islam sólo reconoce al gobierno de Dios ».

Creo que aunque sólo sea con esta frase, uno puede empezar a entender el por qué de muchos titulares de los diarios...

viernes, 30 de noviembre de 2007

Ring-raje


Dormíamos plácidamente -tras habernos acostado a la 1 de la madrugada, empachados y bien bebidos- cuando unos pitidos sónicos nos despertaron. Después de sobresaltarnos (y con un estado bastantes zombie los dos) llegamos a la conclusión de que lo que habíamos escuchado era el timbre. Pero cuando me acerqué al video-telefonillo no había nadie.

Creo que no hay muchas cosas peores a que algún malparido te toque timbre a las 5 de la mañana y luego desaparezca.

Cuando volví a la cama J roncaba de vuelta, y yo aproveché para combatir mi dolor de cabeza resacón, dopándome con un Ibuprofeno. Unos minutos de toss and turn me bastaron para darme cuenta que no iba a poder conciliar el sueño nuevamente.

Pero… ¿quién podría habernos llamado a esa hora? Si encima para tener acceso al panel de los timbres de todos los departamentos se necesita atravesar un portón que solo se abre con un código secreto ! ¿Y si el individuo todavía estaba abajo ? ¿Y si algún vecino estaba tratando de avisarnos que había un incendio ? Si así fuera el caso, pensé, me voy a dar cuenta cuando lleguen los bomberos, no ? ¿Y si para cuando llegan ya es demasiado tarde para bajar por las escaleras ? ¿Qué ? ¿Saltamos por la ventana ? En eso de escalar, mi marido tiene experiencia, él me va a ayudar ! ¿Tengo a mano un jogging y un abrigo para no salir en bolas? ¿Y si se quema casita ? ¿Tendré tiempo de meter todos los documentos importantes en un bolso? De última, agarro solo el pasaporte ! Y el móvil ! No! ¿Y los diplomas? Después es un quilombo para rehacerlos ! No creo que me lleve mucho tiempo arrojar el tubo que los contiene a la calle…Pará ! ¿Y las litografías ? La carpeta de nuestras humildes obras de arte es enorme…¿cómo haremos ? ¿Y las fotos de Martin Parr ? No, no ! Más valioso que todo eso es la compu, o no? Focus, Agusita! No estás siendo práctica! Una vez escuché que lo único que hay que llevar consigo es el contrato de la compañía de seguros con el número de teléfono para llamarlos…¿Y mis zapatitos Louis Vouiton?

Por suerte los bomberos nunca llegaron y yo creo que me dormí en el medio de mi quemazón de cerebro, quince minutos antes de que sonara el despertador...

jueves, 29 de noviembre de 2007

No son dálmatas



Desde ayer que me quemo el cerebro con el post de hoy. Porque resulta que es la entrada 101. Déjà ? Sí, already, más de cien. Más de cien días de catarsis bloggero y la prueba de fuego impuesta a mí misma, atravesada sin darme cuenta . Que sí, que sí puedo escribir « algo » todos los días. Y que me copa.

Me levanté demasiado temprano y decidí celebrarlo conmigo misma, vistiéndome diferente. Algo colorinche, algo sexy, algo nuevo, y algo smart. Hoy salgo a la calle con la frente bien alta.

Pensé que iba a pasar desapercibida, pero no. Con estas medias largas azul flashy me silbaron en la calle (en realidad estaba en la bici y con la minifalda y la bombacha transparentona creo que se me veía todo) e incluso me adularon en la agencia. Hasta hubo uno que vino especialmente a mi escritorio a preguntarme si en mi país todas las mujeres se vestían así.
Creo que más bien estoy vestida como una puta.

Who cares?

Que escribas 101 textos o que parezca que estás de reviente...

Who cares?

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Un cacho de cultura



Esto es lo que veo cada vez que me siento en mi trono parisino. Lectura de toilette, podríamos decir. A no desperdiciar el tiempo, cada minuto cuenta a la hora de cultivarse. Por eso, ni bien instalada en el WC, releo el libro sobre el Kitsch (realmente se lee en lo que tarda una buena descarga de number two), me informo sobre diferentes fotógrafos y pintores, sueño con los catálogos de IKEA y Habitat, o me meo de risa con Maitena.

Mis preferidos ? Los libros chiquititos “Myth and Romance – The Art of J.W.Waterhouse” y “The Pre-Raphaelite Vision”. Con el primero me cuelgo siempre con el cuadro The Lady of Shalott y una partecita del poema de Lord Tennyson que lo acompaña.

Lying, robed in snowy white
That loosely flew to left and right--
The leaves upon her falling light--
Thro' the noises of the night
She floated down to Camelot:
And as the boat-head wound along
The willowy hills and fields among,
They heard her singing her last song,
The Lady of Shalott


El Segundo me hipnotiza con la Ophelia de Millais y su correspondiente texto de Hamlet (Act IV, Scene VII)


There is a willow grows aslant a brook,
That shows his hoar leaves in the glassy stream;
There with fantastic garlands did she come
Of crowflowers, nettles, daisies, and long purples,
That liberal shepherds give a grosser name,
But our cold maids do dead men's fingers call them.
There, on the pendant boughs her coronet weeds
Clamb'ring to hang, an envious sliver broke;
When down her weedy trophies and herself
Fell in the weeping brook. Her clothes spread wide;
And, mermaid-like, awhile they bore her up;
Which time she chaunted snatches of old tunes;
As one incapable of her own distress,
Or like a creature native and indu'd
Unto that element: but long it could not be
Till that her garments, heavy with their drink,
Pull'd the poor wretch from her melodious lay
To muddy death.



Dos mujeres a la deriva, más muertas que vivas.
Tanta poesía.
Tanta hermosura junta hace daño.

Y yo, haciéndoles honor en el inodoro.

No hay perdón que valga.







martes, 27 de noviembre de 2007

Abrumada



El cansancio me devora las entrañas y la cabeza se me comprime como si un luchador de Sumo la apretujara entre sus puños. Me pesan los ojos (la córnea, la pupila, el iris, todo), la profundidad de mis ojeras avanza a cada segundo, y cuando cierro los párpados se me pegan las pestañas de abajo con las de arriba.

No tuve tiempo ni para ir al baño, ni para hacerme un té. Respondí millones de emails en todos los idiomas que conozco, y usé el teléfono de mi escritorio como nunca (recibí más llamadas hoy que en todos estos cinco meses). La pantalla de mi computadora está fraccionada en múltiples ventanas y me duelen los músculos de la mano derecha de tanto hacer click con el mouse, como si fuese un robot.

El pakistaní de la limpieza está pasando la aspiradora y en la agencia no hay casi nadie. En mi piso solo quedo yo, juntando coraje para emprender la vuelta a casa. Pero lo que más me desalienta en este momento es la realidad: después de una semana de verdadero trabajo, comienzo a darme cuenta que me contrataron para un puesto de mierda.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Violencia Matutina



A pesar de que los aires deberían estar un poco más calmados luego del fin de la huelga, hoy a la manaña supe ser víctima de una agresión gratuita por parte de una imbécil con ganas de arruinarme el lunes tan pronto.

Salí toda transpirada y apretujada del metro, y caminé unos metros hasta encontrar mi bicicleta que uso normalmente para ir desde Pont Neuilly hasta l’agence. Mañana soleada, aire fresquito y –vaya a saber uno por qué- muy buen humor en el espiritú. Pedaleo cien metros, bordeo la rotonda, sigo recto, levanto mi brazo izquierdo y doblo prudentemente, y sigo hasta la esquina donde una Hummer con vidrios polarizados me bloquea el paso para girar hacia la derecha.

Yo no sé si ustedes tuvieron el placer de ver uno de estos transportes desubicados con delirios de tanque del ejército americano, pero la imagen es bastante fuerte en plena ciudad y da una clara evidencia de que quien pueda poseer uno de estos monstruos no tiene la cabeza demasiado sana.

Cuestión que paso tranquilamente por el costado derecho de la camioneta, por un espacio más que cómodo entre ésta y la fila de autos estacionados, tocando el timbre de la bici por las dudas, y sigo mi camino. En menos de 5 segundos, el Hummer (pronúnciese « umerg » en Francés) acelera a fondo, me alcanza, me pasa, y se me tira encima, encerrándome contra la vereda y bombardeándome a bocinazos. Se baja la ventana, y encuentro al volante una rubia mal teñida, de unos 40 años y con cara de poco sexo ultimamente, que me grita que si estoy loca que « cómo voy a hacer eso ?». Le grito que es ella la que estaba en falta, bloqueando la calle, que me deje tranquila, y agrego un « pétasse » (= prostituta) al final de mi locución.

Yo sé que en Argentina estamos (mal?) acostumbrados a putear más y más fácilmente, y que en Francia es muy guarango si llegás a aplicar las mismas fórmulas que en mi país, pero en esos momentos yo no logro controlarme. Y evidentemente fue un poco fuerte lo que le dije porque se puso como loca. Empezó a berrear que por qué le decía « pétasse » y al mismo tiempo me encerraba más con su especie de tanque (por lo cual yo no podía huir). Le pregunté que qué estaba haciendo y que cuáles eran sus planes (la picture era bastante violenta, con decir que hubo transeuntes que se detuvieron a observar y hasta recibí el apoyo de una señora que me sugería que anote la matrícula del auto), y me contestó « je t’ emmerde !» (= te jodo !).

Je t’emmerde, moi aussi!” (“yo tambien te voy a joder la vida!”) le contesté, tirándole mi vélo sobre su auto, de manera tal que ahora era yo quien la bloqueaba a ella (si se movía debía atropellarme o sufrir una rayadura en el chasis de su importada puerta).

Al final no sé cual de las dos cedió primero, pero fue ella la que escapó. Yo retomé mi camino, sorprendida de mi habilidad para enfrentarme con subnormales en francés y rogando al cielo que esta mujer no fuese una de esas tantas empleadas de la oficina que yo todavía no conozco.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Día de Acción de Gracias



We thank You, Lord, and worship You with gladness;

We praise Your Name and lift our hearts in song;

For You are good, Your love endures forever,

Not like the bloody strike that took too long.



We thank You, Lord, for everyday provisions,

For daily food, for clothes and shelter too,

But today, for taking those bastards out of our vision,

We mainly want to thank you.



We thank You, Lord, for giving us salvation,

You sent them down, where they really belong.

From east to west, we are out of execration;

We arrive on time to work all day long.



We thank You, Lord, for giving us back freedom

To guide our few steps again to Neuilly

We now take the bus or the metro in normal boredom

We thank You, Lord, You’ve made us revive indeed!

jueves, 22 de noviembre de 2007

If I should die before I wake


A las 18 horas del miércoles, A y K salieron de la oficina y se subieron a una van privada que hace el recorrido desde la isla donde trabajan hasta la civilización. Este transporte destinado a los profesionales de la zona, realiza una primera parada en Pont Neuilly (donde se encuentra el metro 1) y otra en La Défense (desde donde parte virgen y vacía la misma línea, además de otros trenes).

K decidió bajarse en Pont Neuilly y coger el metro como siempre, a pesar de la huelga. Una vez en el centro parisino, luego de media hora de viaje apretujado, K caminó 15 minutos. A las 19 horas ya estaba en su casa tomando una ducha caliente y escuchando música.

En cambio A, agradeciendo la astucia que le había conferido Dios desde su nacimiento, eligió descender en La Défense y coger la línea 1 desde la cabecera del recorrido para así viajar sentada.

Después de esperar 10 minutos en la puerta del metro a que los agentes de seguridad la dejaran pasar, A fue absorbida por la masa de gente que descontrolada se movía hacia atrás y hacia adelante. Por unos segundos, A se sintió como un bovino y reconoció que –pese a que ese había sido su deseo del día- ser tratada como una vaca era claramente desagradable. El tumulto fue bloqueado nuevamente en las escaleras que descienden a los andenes, y entre gritos, empujones y claustrofobia, A resolvió salir del embrollo, escapándose por una salida de emergencia.


Se dijo que “claro, es la hora pico, dentro de un rato seguro que esto se calma” y entonces se atrevió a ir a dar una vuelta por el centro comercial que se encontraba a unos 200 metros de allí. Se metió en el supermercado Auchan, fue directo a la parte de higiene femenina y agarró unos Siempre Libres que le hacían falta urgentemente. Luego entró en los baños de un McDonald’s –que aparentemente habían sido utilizados por una persona descompuesta- y entre ahorcadas y náuseas, se cambió el apósito.

A las 18.45 volvió a la boca del subterráneo pero otra vez le fue imposible acceder a los andenes. Dio media vuelta y se fue a Starbuck’s, imaginándose una tranquila lectura de “La tía Julia y el escribidor”, acompañada por un delicioso Caramel Machiato y una Carrot Cake mientras le daba otra oportunidad a la muchedumbre para desaparecer del mapa. Por supuesto, a los 5 minutos de haberse sentado en un cómodo sillón, la gerente de la tienda se le acercó para echarla con una gran sonrisa, excusándose porque ya era hora de cerrar el local. A manducó la tarta de zanahoria como pudo, y salió con su tasa de cartón en la mano a deambular por los tristes pasillos del Shopping Mall.

A las 19.30, luego de haber vuelto a probar -sin éxito alguno- inmiscuirse en la larga cola de commuters del metro, se dirigió a Sephora para terminar de quemar lo que ella suponía sería “esa media horita final” de espera. Allí se probó infinitos productos y finalmente sucumbió a la tentación de gastarse una fortuna en un serum facial profesional (que al día siguiente comprobaría que NO te deja la piel de maravilla). A las 20 horas, cuando el negocio de maquillaje cerró y fue echada por segunda vez, A trató una última vez de infiltrarse entre todos los viajeros que inútilmente pretendían acceder a la maldita línea 1. Descendió a la estación de trenes por una escalera desierta y se encontró con un hall fantasma lleno de sillas desocupadas y personas de aspecto harapiento. Se sentó a leer (por fin!) Vargas Llosa, mientras los parlantes repetían continuamente que ningún tren con destino a París partiría desde ese punto. Llamó a su marido y le transmitió el parte de la penosa situación. Él había salido a las 19 horas de su trabajo y ya se encontraba en su casa, cocinando.


A las 20.23, un tren apareció de la nada, se detuvo en las vías, abrió sus puertas y por el altavoz un hombre ronco anunció que partiría en un minuto hacia París. Los pocos seres que se encontraban cerca se lanzaron al vagón (cual cachorro desnutrido a pecho materno), y así lo hizo A. Diez minutos más tarde, ya en la ciudad, A descendió en Les Halles para hacer interconexión, esperó la línea 4 del metro, pero cuando llegó estaba tan saturada de humanos que le fue imposible montarse al subte. Dispuso entonces salir a la superficie y buscar una Velib. Magicamente encontró una de estas bicicletas enseguida, la única que quedaba disponible, y se subio de un salto para salir disparada a toda velocidad por las rues con destino a su vivienda. Pero no: a los cien metros A sintió cómo se explotaba una rueda y cabizbaja tuvo que volver sobre sus pasos para devolverla. Existen indicios que sugerirían que ese preciso instante fue el turning point de la salud mental de A.

A partir de ese momento A empezó a deambular, arrastrando los pies y puteando en voz alta en todos los idiomas, con un sentido de la orientación poco claro. Pronto empezaron los sollozos y los pasos en zig-zag y no tardó mucho en comenzar a suplicar por un cigarrillo entre los desconocidos (hasta que de muy mala gana fue convidada por una suerte de toxicómana amargada). Bordeó el río Sena, viendo desfilar miles de autobuses que obviamente no la llevaban a su destino, y entre calada y calada se animó a cantar melodías italianas. Cruzando el Pont Neuf se dio cuenta que ya casi no tenía fuerzas. Sus piernas avanzaban entre temblores y hasta osó desafiar al destino y cruzó alguna que otra calle con los ojos cerrados (total, si la mataban le hacían un favor!).

Eran exactamente las 21.03 cuando A creyó ver un espejísmo que milagrosamente no lo fue. Un taxi vacío le abrió sus puertas y la invitó a subir. Le costó un poco más de 5 euros. A las 21.22 llegó a su casa donde la recibió su marido. Allí, innevitablemente, A quebró: se puso a llorar y a gritar hasta desplomarse en la cama. Él le alcanzó un té de tilo, le sacó las botas, y la cubrió con las sábanas. Entre espasmos y agitaciones, A comprendió que necesitaba una pastillita para terminar con la pesadilla. Buscó un ansiolítico en una caja de zapatos –que usaba de botiquín-, se lo tomó y antes de dormirse le pidió al Señor que no la dejara despertar y que por favor la llevara con él al más allá.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

La vache !

No pensar.
No angustiarse.

Nada.

Dejarse llevar por el rebaño, y que de vez en cuando un peón te de un par de bastonazos en el traste.

Comer.
Beber.
Dormir.
Caminar.
Cagar.

Lo básico, bah.

Me falto coger.
Y mugir.

Sin complicaciones.
Sin huelgas.

La felicidad pura y dura.

Esa, la de las dos manchas gordas sobre el lomo, la última que se detiene al costadito para morfar, esa soy yo.

martes, 20 de noviembre de 2007

Se acabo lo que se daba



Cuando nos mudamos a París traje conmigo –entre tantas otras cosas- la tele que yo había comprado en Madrid ex profeso para hacerme compañía durante los viajes de J. Cuando llegó nuestra primera declaración de impuestos francesa, descubrí una casilla que uno debía marcar con una cruz en el caso de poseer un aparato de televisión. Me pareció una pregunta un poco inquisidora e inútil, pero J me explicó que en Francia existía el impôt à la “redevance audiovisuelle : si sos propietario de una tele tenés que pagarle al estado unos 116 euros anuales para financiar la televisión pública. Consideré esto como un atropello a la libertad de consumo y más que nada como una ridiculez máxima, sobre todo porque habíamos contratado la FreeBox (un pack de internet-teléfono-tele) y raramente veíamos las cadenas estatales.


Con el tiempo me enteré que lo recaudado sirve básicamente para que estos canales puedan transmitir los largometrajes sin publicidades, lo cual potenció mi desacuerdo aún más, teniendo en cuenta que las pelis que pasan TF1, TF2 o TF3 son unas reales porongas franco-francesas o films extranjeros doblados al francés (de qué sirve ver sin propagandas una película de mierda?). También escuché rumores de que existe una brigada que hace registros domiciliarios para descubrir infractores y que hay un servicio de investigación telefónica que hace encuestas truchas sobre los gustos de los televidentes y una vez que contestás sobre tus habitudes televisivas, te dicen que te grabaron la conversación y que ahora ya saben que tenés una TV en casa. Aprendí además que –hecha la ley, hecha la trampa- muchos jóvenes que viven solos hacen comprar la tele a sus padres, ya que si tenés un aparato o más, pagás la misma cantidad.

El año pasado, el mismísimo día que J partía por más de una semana a Las Vegas, mi TV española murió. Sin pensarlo ni dudarlo, me dirigí esa misma tarde a una megatienda y me compré –inocentemente- otra, la cual pagué 90 euros con mi tarjeta. Obviamente, en las declaraciones de impuestos que le siguieron continué jurando que no era dueña de ningún aparato de televisión.


Hace 10 días recibí una carta del Señor Trésor Public que decía lo siguiente:


“Usted declaró que en Enero 2007 no poseía ningún aparato receptor de televisión. Según una certificación hecha por el negocio DARTY y enviada a mi servicio, Madame Agusita habría comprado un appareil récepteur de télévision en Abril 2006... bla bla bla ...Le recuerdo que el impuesto debe pagarse si hay un appareil récepteur de télévision en su casa (ya sea por compra, regalo, préstamo o herencia)... bla bla bla ...La invito a regularizar su situación...le enviaremos una factura de 116 euros...excepcionalmente ninguna multa se aplicará esta vez...Tiene 30 días para respondernos...bla bla bla....si no lo hace todo esto podría derivar en une procédure...y multa de 150 euros... bla bla bla.... la saluda atentamente, el Señor Trésor Public.”

Cual asesino detenido con puñal en mano, no tuve opción. Le escribí una carta confesando que sí tenía un appareil récepteur de télévision que había comprado para preparar mis clases de inglés con los cassettes VHS (intervino ahí mi viveza criolla disfrazada de “actitud inmigrante ignorante”) y que no sabía que dicho uso era tasado, pero que no tenía ningún problema en pagar lo que debía.

Me faltó incluir la posdata: “Paren de robarme, hijos de puta, ladrones, que no me dejan ahorrar, que me sacan más de 500 euros por mes de mi salario, a mí, que pago 53 euros mensuales de ticket de transporte público y que llevo más de una semana desplazándome en bici y en autos prestados que se rompen, no tenés cara, Señor Trésor Public, de chuparme las ganancias de esta manera, con la programación de merde que transmitís...conchudo malparido!”

Me quiero ir de este país parásito YA.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Corrosivamente Intensa


No sé si una pueda estar preparada para ese tipo de situaciones, pero que me sucediera eso en ese día no me sorprendió en lo absoluto. Por supuesto hablo del viernes pasado (que ya había comenzado un poco loco).

Sin dar más vueltas al tema, y para ahorrar intrigas innecesarias, aquí va : salí a las 5 de la tarde de l’agence y llegué a casita a las 9 de la noche. Cuatro horas de trayecto. Más que de París a Bruselas, de Madrid a Valencia, o de Buenos Aires a Mar del Plata. Cuatro horas para 15 kilómetros.

La odisea comenzó en el auto de B, tan gentil ella con su 4x4, y su elección de agarrar el periph (el anillo de autopista que bordea París). Obviamente estaba colmado de coches –al igual que la noche anterior- y avanzábamos a paso de tortuga. Pero avanzábamos. Y además la calefaccion funcionaba correctamente y la radio nos deleitaba con canciones ochentosas. Y B y yo charlábamos de cosas sin mucha importancia, tal cual lo habíamos hecho en los viajes anteriores, fruto de esta huelga de morondanga.

Hasta que el humo empezó a fluir del capot de la camioneta de B.
Yo : Eso es normal ?
B: Quoi?
Yo: El humo
B : Merde ! Non ! Putain ! Putain ! Putain ! Putain! Putain!

Pasaron unos cinco minutos de “putain”, a lo largo de los cuales seguíamos avanzando a paso de hombre y corriéndonos hacia la derecha, hasta que osé decirle que se calme. Logramos salir del infernal periph, envueltas en una insana humareda, hasta encontrar un taller de la banlieu parisina atendido por un negro desganado que por supuesto se negó a ayudarnos bajo la excusa de que estaba cerrando. Estacionamos y B llamó a un amigo por teléfono que la guió desde la distancia hasta hacer un dudoso diagnóstico del problema y dictaminar que compráramos líquido refrigerante y esperáramos una hora hasta que se enfriara el motor para meterlo en el recipiente correspondiente.

Compramos el producto en cuestión en una estación de servicio no tan lejana y nos fuimos a un café para hacer tiempo. Ella se pidió una cerveza y yo un Beaujoulais Nouveau (que no estaba nada mal). Las confesiones de B empezaron con el primer cigarrillo y un “mi marido no sabe que fumo, ni siquiera lo supo cuando me fumaba cinco por día embarazada” que largó con mirada picarona. Siguió con un briefing de cómo lo había conocido (que lo habían hecho en la primera cita aunque ella -en general- no era así), sus añorados tiempos de soltería (que se bajó a medio París en su estudio de 23 metros cuadrados), y su infancia de mierda (padres infieles, divorcio, y nuevos concubinos). Despellejó a todos y cada uno de los empleados de la agencia y me contó con cuál de ellos había tenido una noche fogosa. Luego me habló de sus complejos físicos y de la bulimia de su hermana menor. Se describió a sí misma como una auténtica celosa y después me puso al corriente de cómo los nacimientos de sus dos hijos con nombres de emperador romano le habían “chupado” su coté histérico.

Too much information, pensaba yo. No quiero, no quiero. No quiero saber tanto de vos.

Al cabo de una hora de monólogo verborrágico, volvimos al auto, metimos el líquido refrigerante y arrancamos. Me dejó en el sur de la ciudad donde capturé una Velib y pedaleé 40 minutos hasta casita, preguntándome dónde podría conseguir soda cáustica al por mayor para poder rociar a todos los huelguistas (y sus familias) y así corroerles de una puta vez toda esa holgazanería plebeya que me complica tanto la vida.

viernes, 16 de noviembre de 2007

En menos de 10 horas


Desde que me fui a dormir hasta mi primera media hora en la oficina, me sucedieron algunas extrañezas que creo yo –humildemente- son dignas de relatar.

A la 1.18 de la mañana mi marido me despertó porque estaba insomne y me propuso jugar al Scrabble (muy triste que no haya sugerido otra cosa más picante, no ?). Le dije que me dejara en paz y entonces agarró su i-pod y se puso a escuharlo acostado en la cama. En lo último que pensé antes de volver a dormirme fue en esos viejos que se duermen con la radio prendida abajo de la almohada.

A eso de las 8.40 de la manaña fui agredida. Me encontraba en una de estas bicicleta Velib –como la mayoría de los parisinos que trata de hacerle frente a esta huelga de mierda- y pasé un semáforo en amarillo. Que te cuento que una vieja maldita que cruzaba la calle en ese momento me pega en la espalda y me grita que “eso no se hace!”. La verdad es que la hubiera mandado al carajo sino fuera porque no me dolió tanto (gracias a mi campera Michelin) y por el ataque de risa que me provocó tan inesperado atentado hacia mi persona.

A las 9.00 de la mañana llegué a Plaisance, donde Berengère me había citado para recogerme con el auto y llevarme al laburo. Como todavía tenía que esperarla quince minutos, entré a un bar a desayunar. Me pedí un jugo de naranja en la barra, donde se encontraba un buen puñado de vagabundos tomando café. Y ahí, en el medio de ellos, yo.
Ellos olían.
Y me miraban.

A eso de las 10.10, ni bien llegada a l’agence, me fui al baño a cambiarme el Siempre Libre. Como ya saben, allí no hay cesto de basura, así que la toallita usada la tuve que hacer un bollo y esconderla en mi hermoso borcego violeta -ya que mi pantalón de hoy no tiene bolsillos- para luego tirarla en el canasto de mi escritorio. Pero en el camino de vuelta (tan solo unos 10 metros me separan de los toilettes) me topé con el jefe máximo y los miembros de mi equipo que me estaban buscando para desayunar juntos y charlar un poco sobre la situación del cliente. No me quedó otra que descender a la cocina colectiva, tomarme un té y charlar 15 minutos con un pancho usado entre mi Dr. Martens y la media.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Ya está aquí !



Una de las tradiciones más curiosas de estas tierras galas -además de las huelgas- es la fiesta del Beaujolais Nouveau (pronúnciese “bosholé nuvó”). Cada año, el tercer jueves del mes de noviembre, los franceses celebran el primer día de comercializacion de este vino tinto joven. Joven porque se vence rápido, según lo poco que yo comprendo.

Los eventos tienen lugar en todo el país, y hasta trascienden las fronteras con ecos de ingesta de Beaujolais a lo loco en los States y en Asia. Según mi marido “los japoneses hacen orgías de Beaujolais” (vaya a saber uno si esto es una manera de decir que toman mucho, o si literalmente se ponen todos en bolas y se mojan con tan pecaminosa bebida).

Por la noche en París los restaurantes y los cafés venden dicho vino a rolete, el cual uno se ve casi obligado a consumir. Los gabachos se chupan litros y litros de Beaujolais. En el mercadito de al lado de la oficina, este mediodía había cola porque tenían degustación gratuita de “bosho” acompañado con quesito de cabra.

Pero esto no termina aquí. La particularidad del “bosho” es que es asqueroso. Desagradable. Inmundo. Casi casi imbebible. Y no es que sea mi opinión. No. Es así. Algunos años peor que otros. Hubo incluso una crítica vinícola que comparó su sabor con masa cruda de galletita. Le falta cuerpo y su gusto frutado varía dependiendo de la cosecha (mora, frutos del bosque y a veces banana), pero siempre siempre es horrible. Y por ende, caro (en relación con la calidad).

Exijo entonces un aplauso para este sabio golpe marketinero, s’il vous-plaît. El tipo que haya inventado esta costumbre para aumentar las ventas de un vino repugnante es un genio. Me pongo de pie y hago la reverencia. Chapeau. Y el colmo es que funciona de maravilla en EL país de los buenos vinos!

Estos franceses nunca dejarán de sorprendernos...

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Toujours Noir



Sabés que hay otra huelga general de transporte pero esta vez no tenés ganas de venir en bicicleta. No. Hace mucho frío, puede ser que llueva (cuándo no?) y la verdad es que te sentís un poco frágil para pedalear 15 km de ida y 15 km de vuelta.

El día anterior le propusiste a tu jefa cool que “por que no organizamos todo y trabajamos cada uno desde su casa?”, total con internet todo se puede. Y además, pensás que no hacer nada en la agencia o en casita es más o menos lo mismo.
Pero te dice que no. Que “eso” no se hace. Que por qué no le pedís a Berengère, que vive cerca de Montparnasse, que te traiga con el auto. Y claro, estando en un open-space y a menos de 5 metros de Berengère (a quien apenas dirigiste la palabra en cuatro meses) no te queda otra que hacerle ojitos y rogarle que te traiga.

Y mientras lo hacés, pensás en los empleados de la RATP (la empresa pública de transporte parisino), en la SNCF (la de los trenes a nivel nacional), en la CGT y en todos estos hijos de puta sindicalistas que te complican la vida. Dicen que es porque hasta ahora tienen unos privilegios de funcionario público que el nuevo gobierno quiere amputar. Que en vez de jubilarse entre los 50-55, Sarko pretende que lo hagan entre los 60-65 como el resto de los mortales. Se escucha decir que estos desgraciados cobran fortunas por estar amparados en regímenes especiales (confirmado por mi cuñado cuyo hermano es conductor de tren), y se rumorea que siguen recibiendo una compensación al trabajo con carbón. También se bromea con las siglas de estas organizaciones (RATP: Rentre Avec Tes Pieds, “volvete a pie”). Y curiosamente se putea poco.

Berengère te dice que sí y te da cita en una estación de servicio de Convention, donde también la espera Gennifer. Al día siguiente a las 10 de la manaña te subís a la 4x4. Tenés como 40 minutos de viaje. Te hacés la simpática (aunque no les das dos besos porque tenés un herpes labial del tamaño de un caracol) y ellas te charlan todo el camino. En tu mente seguís maldiciendo a estos cabrones que paralizan el país, pero también reconocés que ya era hora de que empezaras a sociabilizar. Más ahora que recibiste la invitación para la fiesta de fin de año de l’ agence y te entró el pánico de que nadie te hable durante todo el festejo.

martes, 13 de noviembre de 2007

Un arbre chez moi

El año pasado J manifestó la tristeza que la falta de flora en casa le provocaba y decidió darse un atracón de vegetaciones varias en un vivero de las afueras de la ciudad para poner fin a tan angustiosa ausencia. Se gastó una fortuna en flores y plantitas de colores varios que colocó en dos recipientes rectangulares que colgó con unos soportes de nuestras ventanas.

La dicha le duró muy poco. En menos de una semana el portero le advirtió –con toda la vergüenza del mundo- que estaba prohibido por el consorcio emplazar cualquier objeto en las barandas que dan a la calle.

J puteó bastante, se acongojó un poquito, y finalmente mudó sus petits trésors a la terraza de su madre quien desde entonces las cuida con mucho amor.

La carencia de verde en el hogar supo suplirse de la siguiente manera: en una de nuestras idas a los Alpes, J robó de algún rinconcito escondido un pequeño arbusto pestilente que enterró con extremo cariño en un ex-balde de pintura. Lo trajo a París y –pese a mis repetidas protestas debido a la fealdad de su naturaleza y su particular aroma a meo de gato- lo puso al lado de la ventana del salón. En el interior, por supuesto.




J trató innumerables veces de transmitirme ESE amor que él tiene por este arbolillo maldito. Me contó que se llama Buis, que se pronuncia “bui”, y que no hace falta regarlo tanto. Que puede sobrevivir sin contacto con el exterior, que se utiliza mucho para decorar los jardines lujosos, que se lo puede podar dándole las formas más extravagantes, y que sí, que efectivamente emana un hedor muy particular (da fé de esto mi living con olor a pis).

Pero no hubo caso. El “bui” y yo no pegamos onda. Le dije a J que no pensaba regarlo cuando él no estuviera en casa y lo amenacé un par de veces con deshacerme de tan patética vegetación durante alguno de sus viajes.

Me empelota pensar que me acostumbré a su fetidez, me molestan muchísimo las pequeñas hojitas que se le caen y ensucian mi parquet, me hace daño su repugnante aspecto, y sobre todo me da terror que MI próximo regalo de navidad de parte de mis suegros sea un macetero para la susodicha mierdecilla (de esto último tengo altas sospechas).

No sé por qué, J últimamente –además de regarlo de vez en cuando- le tira uvas (ver foto). Así, como si fuesen semillitas que se van a auto-sembrar. En cambio a mí, reiteradamente, me seduce la idea de bombardearlo con bolitas de moco.