miércoles, 12 de diciembre de 2007

Focus



Te desvelás a las 7 de la mañana y dudás si quedarte una hora y media en la cama o levantarte ya. Hace un frío que pela los huesos y todavía es de noche. Pero como los hijos de puta de siempre amenazaron con una semi-huelga, te decís que mejor encarar temprano y tratar de atrapar el bus de las 8, y (por qué no ?) quizás llegar a la hora que abre l'agence y ser de las primeras en entrar.

Cuando llegás a la parada ya son las 8.20 y en la pantallita dice que el 82 llega en 9 minutos (somos muy modernos en París : los buses tardan años, tienen velocidad de carreta, pero siempre hay un monitor que te informa del delay !). Entonces lo ves : ahí, a lo lejos -but at a walking-distance- se asoma Starbucks. No resistís a la idea de “hacer La Total” y salís corriendo hacia allí, entrás, pedís un Caramel Macchiato a toda máquina, pagás a las apuradas vigilando con nervios la calle para que no se te escape el 82, y te vas triunfante con tu bebida calentita en la mano. Llegás de vuelta a la parada justo un minuto antes de que el colectivo se detenga y te abra sus puertas.

Te sentás al fondo contra la ventana. Sabés que el viaje es largo pero no importa : beber tu Caramel Macchiato en compañía de Harry Potter es un placer. Además, pasar por la torre Eiffel siempre te pone de buen humor y ver Trocadéro con el sol de la mañana (la mejor luz, como diría mi madre) no tiene precio.

Inexplicablemente llegás a la agencia a la misma hora de siempre (o sea, igual de tarde), y te desayunás que las 3.000 tarjetas de navidad del cliente español (proyecto del cual sos única responsbable) fueron impresas con doble “n” final en la palabra « información » y sin la primera “r” en « proveedor » .

Quizás, pensás, es hora de que empieces a prestar más atención a tus responsabilidades profesionales y menos a tu lectura, tu trayecto o tu petit déjeuner.

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