Pero por qué la gente sigue viniendo en este estado ? Mocos, sudores, estornudos. La semana pasada el segundo piso de l’agence desbordaba de empleados resfriados o engripados y yo luchaba diariamente para no contagiarme la peste. Al mismo tiempo me atormentaba el hecho de que una persona no se preservara a sí misma ni se privara de transmitir los gérmenes a sus colegas, y que siguieran todos ahí, al pie del cañon, con un presentismo intachable aunque no hubiera mucho para hacer.
Me hizo pensar en Déborah Ositiansky y sus eternas medallitas de « asistencia perfecta » que le eran entregadas en cada acto de fin de año de la escuela primaria. La piba no faltaba nunca. Y lanzaba una mirada triunfal mientras exhibía su condecoración en la solapa izquierda de su blazer azul que hacía morir de envidia a más de uno.
Pero yo nunca fui una Déborah Ositiansky, y a esta altura del partido creo poder afirmar que nunca lo seré. Así que el viernes en cuanto me sentí un poco pachucha, me pegué un faltazo de aquellos y me las ingenié para que mi médica me hiciera un avis d’arret de travail por gripe. Me quedé en la cama devorando libros, revistas y películas, en los pocos momentos en los cuales me digné a abrir los ojos.
Hoy en el bondi al trabajo me encontré con Jenny que trabaja en el segundo piso conmigo y que obviamente terminó por enfermarse: esta hecha mierda desde hace días. Con la bufanda cubriéndome la boca y la nariz para protegerme de su tos y sus bichos, le pregunté por qué no iba al médico y pedía un arret de travail pour maladie. Me dijo que no por el simple motivo de que cuando haces eso, te descuentan los tres primeros días de ausencia del sueldo.
Merde!
Ahora entiendo todo.
Me hizo pensar en Déborah Ositiansky y sus eternas medallitas de « asistencia perfecta » que le eran entregadas en cada acto de fin de año de la escuela primaria. La piba no faltaba nunca. Y lanzaba una mirada triunfal mientras exhibía su condecoración en la solapa izquierda de su blazer azul que hacía morir de envidia a más de uno.
Pero yo nunca fui una Déborah Ositiansky, y a esta altura del partido creo poder afirmar que nunca lo seré. Así que el viernes en cuanto me sentí un poco pachucha, me pegué un faltazo de aquellos y me las ingenié para que mi médica me hiciera un avis d’arret de travail por gripe. Me quedé en la cama devorando libros, revistas y películas, en los pocos momentos en los cuales me digné a abrir los ojos.
Hoy en el bondi al trabajo me encontré con Jenny que trabaja en el segundo piso conmigo y que obviamente terminó por enfermarse: esta hecha mierda desde hace días. Con la bufanda cubriéndome la boca y la nariz para protegerme de su tos y sus bichos, le pregunté por qué no iba al médico y pedía un arret de travail pour maladie. Me dijo que no por el simple motivo de que cuando haces eso, te descuentan los tres primeros días de ausencia del sueldo.
Merde!
Ahora entiendo todo.
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