lunes, 26 de noviembre de 2007

Violencia Matutina



A pesar de que los aires deberían estar un poco más calmados luego del fin de la huelga, hoy a la manaña supe ser víctima de una agresión gratuita por parte de una imbécil con ganas de arruinarme el lunes tan pronto.

Salí toda transpirada y apretujada del metro, y caminé unos metros hasta encontrar mi bicicleta que uso normalmente para ir desde Pont Neuilly hasta l’agence. Mañana soleada, aire fresquito y –vaya a saber uno por qué- muy buen humor en el espiritú. Pedaleo cien metros, bordeo la rotonda, sigo recto, levanto mi brazo izquierdo y doblo prudentemente, y sigo hasta la esquina donde una Hummer con vidrios polarizados me bloquea el paso para girar hacia la derecha.

Yo no sé si ustedes tuvieron el placer de ver uno de estos transportes desubicados con delirios de tanque del ejército americano, pero la imagen es bastante fuerte en plena ciudad y da una clara evidencia de que quien pueda poseer uno de estos monstruos no tiene la cabeza demasiado sana.

Cuestión que paso tranquilamente por el costado derecho de la camioneta, por un espacio más que cómodo entre ésta y la fila de autos estacionados, tocando el timbre de la bici por las dudas, y sigo mi camino. En menos de 5 segundos, el Hummer (pronúnciese « umerg » en Francés) acelera a fondo, me alcanza, me pasa, y se me tira encima, encerrándome contra la vereda y bombardeándome a bocinazos. Se baja la ventana, y encuentro al volante una rubia mal teñida, de unos 40 años y con cara de poco sexo ultimamente, que me grita que si estoy loca que « cómo voy a hacer eso ?». Le grito que es ella la que estaba en falta, bloqueando la calle, que me deje tranquila, y agrego un « pétasse » (= prostituta) al final de mi locución.

Yo sé que en Argentina estamos (mal?) acostumbrados a putear más y más fácilmente, y que en Francia es muy guarango si llegás a aplicar las mismas fórmulas que en mi país, pero en esos momentos yo no logro controlarme. Y evidentemente fue un poco fuerte lo que le dije porque se puso como loca. Empezó a berrear que por qué le decía « pétasse » y al mismo tiempo me encerraba más con su especie de tanque (por lo cual yo no podía huir). Le pregunté que qué estaba haciendo y que cuáles eran sus planes (la picture era bastante violenta, con decir que hubo transeuntes que se detuvieron a observar y hasta recibí el apoyo de una señora que me sugería que anote la matrícula del auto), y me contestó « je t’ emmerde !» (= te jodo !).

Je t’emmerde, moi aussi!” (“yo tambien te voy a joder la vida!”) le contesté, tirándole mi vélo sobre su auto, de manera tal que ahora era yo quien la bloqueaba a ella (si se movía debía atropellarme o sufrir una rayadura en el chasis de su importada puerta).

Al final no sé cual de las dos cedió primero, pero fue ella la que escapó. Yo retomé mi camino, sorprendida de mi habilidad para enfrentarme con subnormales en francés y rogando al cielo que esta mujer no fuese una de esas tantas empleadas de la oficina que yo todavía no conozco.

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