viernes, 30 de noviembre de 2007

Ring-raje


Dormíamos plácidamente -tras habernos acostado a la 1 de la madrugada, empachados y bien bebidos- cuando unos pitidos sónicos nos despertaron. Después de sobresaltarnos (y con un estado bastantes zombie los dos) llegamos a la conclusión de que lo que habíamos escuchado era el timbre. Pero cuando me acerqué al video-telefonillo no había nadie.

Creo que no hay muchas cosas peores a que algún malparido te toque timbre a las 5 de la mañana y luego desaparezca.

Cuando volví a la cama J roncaba de vuelta, y yo aproveché para combatir mi dolor de cabeza resacón, dopándome con un Ibuprofeno. Unos minutos de toss and turn me bastaron para darme cuenta que no iba a poder conciliar el sueño nuevamente.

Pero… ¿quién podría habernos llamado a esa hora? Si encima para tener acceso al panel de los timbres de todos los departamentos se necesita atravesar un portón que solo se abre con un código secreto ! ¿Y si el individuo todavía estaba abajo ? ¿Y si algún vecino estaba tratando de avisarnos que había un incendio ? Si así fuera el caso, pensé, me voy a dar cuenta cuando lleguen los bomberos, no ? ¿Y si para cuando llegan ya es demasiado tarde para bajar por las escaleras ? ¿Qué ? ¿Saltamos por la ventana ? En eso de escalar, mi marido tiene experiencia, él me va a ayudar ! ¿Tengo a mano un jogging y un abrigo para no salir en bolas? ¿Y si se quema casita ? ¿Tendré tiempo de meter todos los documentos importantes en un bolso? De última, agarro solo el pasaporte ! Y el móvil ! No! ¿Y los diplomas? Después es un quilombo para rehacerlos ! No creo que me lleve mucho tiempo arrojar el tubo que los contiene a la calle…Pará ! ¿Y las litografías ? La carpeta de nuestras humildes obras de arte es enorme…¿cómo haremos ? ¿Y las fotos de Martin Parr ? No, no ! Más valioso que todo eso es la compu, o no? Focus, Agusita! No estás siendo práctica! Una vez escuché que lo único que hay que llevar consigo es el contrato de la compañía de seguros con el número de teléfono para llamarlos…¿Y mis zapatitos Louis Vouiton?

Por suerte los bomberos nunca llegaron y yo creo que me dormí en el medio de mi quemazón de cerebro, quince minutos antes de que sonara el despertador...

jueves, 29 de noviembre de 2007

No son dálmatas



Desde ayer que me quemo el cerebro con el post de hoy. Porque resulta que es la entrada 101. Déjà ? Sí, already, más de cien. Más de cien días de catarsis bloggero y la prueba de fuego impuesta a mí misma, atravesada sin darme cuenta . Que sí, que sí puedo escribir « algo » todos los días. Y que me copa.

Me levanté demasiado temprano y decidí celebrarlo conmigo misma, vistiéndome diferente. Algo colorinche, algo sexy, algo nuevo, y algo smart. Hoy salgo a la calle con la frente bien alta.

Pensé que iba a pasar desapercibida, pero no. Con estas medias largas azul flashy me silbaron en la calle (en realidad estaba en la bici y con la minifalda y la bombacha transparentona creo que se me veía todo) e incluso me adularon en la agencia. Hasta hubo uno que vino especialmente a mi escritorio a preguntarme si en mi país todas las mujeres se vestían así.
Creo que más bien estoy vestida como una puta.

Who cares?

Que escribas 101 textos o que parezca que estás de reviente...

Who cares?

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Un cacho de cultura



Esto es lo que veo cada vez que me siento en mi trono parisino. Lectura de toilette, podríamos decir. A no desperdiciar el tiempo, cada minuto cuenta a la hora de cultivarse. Por eso, ni bien instalada en el WC, releo el libro sobre el Kitsch (realmente se lee en lo que tarda una buena descarga de number two), me informo sobre diferentes fotógrafos y pintores, sueño con los catálogos de IKEA y Habitat, o me meo de risa con Maitena.

Mis preferidos ? Los libros chiquititos “Myth and Romance – The Art of J.W.Waterhouse” y “The Pre-Raphaelite Vision”. Con el primero me cuelgo siempre con el cuadro The Lady of Shalott y una partecita del poema de Lord Tennyson que lo acompaña.

Lying, robed in snowy white
That loosely flew to left and right--
The leaves upon her falling light--
Thro' the noises of the night
She floated down to Camelot:
And as the boat-head wound along
The willowy hills and fields among,
They heard her singing her last song,
The Lady of Shalott


El Segundo me hipnotiza con la Ophelia de Millais y su correspondiente texto de Hamlet (Act IV, Scene VII)


There is a willow grows aslant a brook,
That shows his hoar leaves in the glassy stream;
There with fantastic garlands did she come
Of crowflowers, nettles, daisies, and long purples,
That liberal shepherds give a grosser name,
But our cold maids do dead men's fingers call them.
There, on the pendant boughs her coronet weeds
Clamb'ring to hang, an envious sliver broke;
When down her weedy trophies and herself
Fell in the weeping brook. Her clothes spread wide;
And, mermaid-like, awhile they bore her up;
Which time she chaunted snatches of old tunes;
As one incapable of her own distress,
Or like a creature native and indu'd
Unto that element: but long it could not be
Till that her garments, heavy with their drink,
Pull'd the poor wretch from her melodious lay
To muddy death.



Dos mujeres a la deriva, más muertas que vivas.
Tanta poesía.
Tanta hermosura junta hace daño.

Y yo, haciéndoles honor en el inodoro.

No hay perdón que valga.







martes, 27 de noviembre de 2007

Abrumada



El cansancio me devora las entrañas y la cabeza se me comprime como si un luchador de Sumo la apretujara entre sus puños. Me pesan los ojos (la córnea, la pupila, el iris, todo), la profundidad de mis ojeras avanza a cada segundo, y cuando cierro los párpados se me pegan las pestañas de abajo con las de arriba.

No tuve tiempo ni para ir al baño, ni para hacerme un té. Respondí millones de emails en todos los idiomas que conozco, y usé el teléfono de mi escritorio como nunca (recibí más llamadas hoy que en todos estos cinco meses). La pantalla de mi computadora está fraccionada en múltiples ventanas y me duelen los músculos de la mano derecha de tanto hacer click con el mouse, como si fuese un robot.

El pakistaní de la limpieza está pasando la aspiradora y en la agencia no hay casi nadie. En mi piso solo quedo yo, juntando coraje para emprender la vuelta a casa. Pero lo que más me desalienta en este momento es la realidad: después de una semana de verdadero trabajo, comienzo a darme cuenta que me contrataron para un puesto de mierda.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Violencia Matutina



A pesar de que los aires deberían estar un poco más calmados luego del fin de la huelga, hoy a la manaña supe ser víctima de una agresión gratuita por parte de una imbécil con ganas de arruinarme el lunes tan pronto.

Salí toda transpirada y apretujada del metro, y caminé unos metros hasta encontrar mi bicicleta que uso normalmente para ir desde Pont Neuilly hasta l’agence. Mañana soleada, aire fresquito y –vaya a saber uno por qué- muy buen humor en el espiritú. Pedaleo cien metros, bordeo la rotonda, sigo recto, levanto mi brazo izquierdo y doblo prudentemente, y sigo hasta la esquina donde una Hummer con vidrios polarizados me bloquea el paso para girar hacia la derecha.

Yo no sé si ustedes tuvieron el placer de ver uno de estos transportes desubicados con delirios de tanque del ejército americano, pero la imagen es bastante fuerte en plena ciudad y da una clara evidencia de que quien pueda poseer uno de estos monstruos no tiene la cabeza demasiado sana.

Cuestión que paso tranquilamente por el costado derecho de la camioneta, por un espacio más que cómodo entre ésta y la fila de autos estacionados, tocando el timbre de la bici por las dudas, y sigo mi camino. En menos de 5 segundos, el Hummer (pronúnciese « umerg » en Francés) acelera a fondo, me alcanza, me pasa, y se me tira encima, encerrándome contra la vereda y bombardeándome a bocinazos. Se baja la ventana, y encuentro al volante una rubia mal teñida, de unos 40 años y con cara de poco sexo ultimamente, que me grita que si estoy loca que « cómo voy a hacer eso ?». Le grito que es ella la que estaba en falta, bloqueando la calle, que me deje tranquila, y agrego un « pétasse » (= prostituta) al final de mi locución.

Yo sé que en Argentina estamos (mal?) acostumbrados a putear más y más fácilmente, y que en Francia es muy guarango si llegás a aplicar las mismas fórmulas que en mi país, pero en esos momentos yo no logro controlarme. Y evidentemente fue un poco fuerte lo que le dije porque se puso como loca. Empezó a berrear que por qué le decía « pétasse » y al mismo tiempo me encerraba más con su especie de tanque (por lo cual yo no podía huir). Le pregunté que qué estaba haciendo y que cuáles eran sus planes (la picture era bastante violenta, con decir que hubo transeuntes que se detuvieron a observar y hasta recibí el apoyo de una señora que me sugería que anote la matrícula del auto), y me contestó « je t’ emmerde !» (= te jodo !).

Je t’emmerde, moi aussi!” (“yo tambien te voy a joder la vida!”) le contesté, tirándole mi vélo sobre su auto, de manera tal que ahora era yo quien la bloqueaba a ella (si se movía debía atropellarme o sufrir una rayadura en el chasis de su importada puerta).

Al final no sé cual de las dos cedió primero, pero fue ella la que escapó. Yo retomé mi camino, sorprendida de mi habilidad para enfrentarme con subnormales en francés y rogando al cielo que esta mujer no fuese una de esas tantas empleadas de la oficina que yo todavía no conozco.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Día de Acción de Gracias



We thank You, Lord, and worship You with gladness;

We praise Your Name and lift our hearts in song;

For You are good, Your love endures forever,

Not like the bloody strike that took too long.



We thank You, Lord, for everyday provisions,

For daily food, for clothes and shelter too,

But today, for taking those bastards out of our vision,

We mainly want to thank you.



We thank You, Lord, for giving us salvation,

You sent them down, where they really belong.

From east to west, we are out of execration;

We arrive on time to work all day long.



We thank You, Lord, for giving us back freedom

To guide our few steps again to Neuilly

We now take the bus or the metro in normal boredom

We thank You, Lord, You’ve made us revive indeed!

jueves, 22 de noviembre de 2007

If I should die before I wake


A las 18 horas del miércoles, A y K salieron de la oficina y se subieron a una van privada que hace el recorrido desde la isla donde trabajan hasta la civilización. Este transporte destinado a los profesionales de la zona, realiza una primera parada en Pont Neuilly (donde se encuentra el metro 1) y otra en La Défense (desde donde parte virgen y vacía la misma línea, además de otros trenes).

K decidió bajarse en Pont Neuilly y coger el metro como siempre, a pesar de la huelga. Una vez en el centro parisino, luego de media hora de viaje apretujado, K caminó 15 minutos. A las 19 horas ya estaba en su casa tomando una ducha caliente y escuchando música.

En cambio A, agradeciendo la astucia que le había conferido Dios desde su nacimiento, eligió descender en La Défense y coger la línea 1 desde la cabecera del recorrido para así viajar sentada.

Después de esperar 10 minutos en la puerta del metro a que los agentes de seguridad la dejaran pasar, A fue absorbida por la masa de gente que descontrolada se movía hacia atrás y hacia adelante. Por unos segundos, A se sintió como un bovino y reconoció que –pese a que ese había sido su deseo del día- ser tratada como una vaca era claramente desagradable. El tumulto fue bloqueado nuevamente en las escaleras que descienden a los andenes, y entre gritos, empujones y claustrofobia, A resolvió salir del embrollo, escapándose por una salida de emergencia.


Se dijo que “claro, es la hora pico, dentro de un rato seguro que esto se calma” y entonces se atrevió a ir a dar una vuelta por el centro comercial que se encontraba a unos 200 metros de allí. Se metió en el supermercado Auchan, fue directo a la parte de higiene femenina y agarró unos Siempre Libres que le hacían falta urgentemente. Luego entró en los baños de un McDonald’s –que aparentemente habían sido utilizados por una persona descompuesta- y entre ahorcadas y náuseas, se cambió el apósito.

A las 18.45 volvió a la boca del subterráneo pero otra vez le fue imposible acceder a los andenes. Dio media vuelta y se fue a Starbuck’s, imaginándose una tranquila lectura de “La tía Julia y el escribidor”, acompañada por un delicioso Caramel Machiato y una Carrot Cake mientras le daba otra oportunidad a la muchedumbre para desaparecer del mapa. Por supuesto, a los 5 minutos de haberse sentado en un cómodo sillón, la gerente de la tienda se le acercó para echarla con una gran sonrisa, excusándose porque ya era hora de cerrar el local. A manducó la tarta de zanahoria como pudo, y salió con su tasa de cartón en la mano a deambular por los tristes pasillos del Shopping Mall.

A las 19.30, luego de haber vuelto a probar -sin éxito alguno- inmiscuirse en la larga cola de commuters del metro, se dirigió a Sephora para terminar de quemar lo que ella suponía sería “esa media horita final” de espera. Allí se probó infinitos productos y finalmente sucumbió a la tentación de gastarse una fortuna en un serum facial profesional (que al día siguiente comprobaría que NO te deja la piel de maravilla). A las 20 horas, cuando el negocio de maquillaje cerró y fue echada por segunda vez, A trató una última vez de infiltrarse entre todos los viajeros que inútilmente pretendían acceder a la maldita línea 1. Descendió a la estación de trenes por una escalera desierta y se encontró con un hall fantasma lleno de sillas desocupadas y personas de aspecto harapiento. Se sentó a leer (por fin!) Vargas Llosa, mientras los parlantes repetían continuamente que ningún tren con destino a París partiría desde ese punto. Llamó a su marido y le transmitió el parte de la penosa situación. Él había salido a las 19 horas de su trabajo y ya se encontraba en su casa, cocinando.


A las 20.23, un tren apareció de la nada, se detuvo en las vías, abrió sus puertas y por el altavoz un hombre ronco anunció que partiría en un minuto hacia París. Los pocos seres que se encontraban cerca se lanzaron al vagón (cual cachorro desnutrido a pecho materno), y así lo hizo A. Diez minutos más tarde, ya en la ciudad, A descendió en Les Halles para hacer interconexión, esperó la línea 4 del metro, pero cuando llegó estaba tan saturada de humanos que le fue imposible montarse al subte. Dispuso entonces salir a la superficie y buscar una Velib. Magicamente encontró una de estas bicicletas enseguida, la única que quedaba disponible, y se subio de un salto para salir disparada a toda velocidad por las rues con destino a su vivienda. Pero no: a los cien metros A sintió cómo se explotaba una rueda y cabizbaja tuvo que volver sobre sus pasos para devolverla. Existen indicios que sugerirían que ese preciso instante fue el turning point de la salud mental de A.

A partir de ese momento A empezó a deambular, arrastrando los pies y puteando en voz alta en todos los idiomas, con un sentido de la orientación poco claro. Pronto empezaron los sollozos y los pasos en zig-zag y no tardó mucho en comenzar a suplicar por un cigarrillo entre los desconocidos (hasta que de muy mala gana fue convidada por una suerte de toxicómana amargada). Bordeó el río Sena, viendo desfilar miles de autobuses que obviamente no la llevaban a su destino, y entre calada y calada se animó a cantar melodías italianas. Cruzando el Pont Neuf se dio cuenta que ya casi no tenía fuerzas. Sus piernas avanzaban entre temblores y hasta osó desafiar al destino y cruzó alguna que otra calle con los ojos cerrados (total, si la mataban le hacían un favor!).

Eran exactamente las 21.03 cuando A creyó ver un espejísmo que milagrosamente no lo fue. Un taxi vacío le abrió sus puertas y la invitó a subir. Le costó un poco más de 5 euros. A las 21.22 llegó a su casa donde la recibió su marido. Allí, innevitablemente, A quebró: se puso a llorar y a gritar hasta desplomarse en la cama. Él le alcanzó un té de tilo, le sacó las botas, y la cubrió con las sábanas. Entre espasmos y agitaciones, A comprendió que necesitaba una pastillita para terminar con la pesadilla. Buscó un ansiolítico en una caja de zapatos –que usaba de botiquín-, se lo tomó y antes de dormirse le pidió al Señor que no la dejara despertar y que por favor la llevara con él al más allá.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

La vache !

No pensar.
No angustiarse.

Nada.

Dejarse llevar por el rebaño, y que de vez en cuando un peón te de un par de bastonazos en el traste.

Comer.
Beber.
Dormir.
Caminar.
Cagar.

Lo básico, bah.

Me falto coger.
Y mugir.

Sin complicaciones.
Sin huelgas.

La felicidad pura y dura.

Esa, la de las dos manchas gordas sobre el lomo, la última que se detiene al costadito para morfar, esa soy yo.

martes, 20 de noviembre de 2007

Se acabo lo que se daba



Cuando nos mudamos a París traje conmigo –entre tantas otras cosas- la tele que yo había comprado en Madrid ex profeso para hacerme compañía durante los viajes de J. Cuando llegó nuestra primera declaración de impuestos francesa, descubrí una casilla que uno debía marcar con una cruz en el caso de poseer un aparato de televisión. Me pareció una pregunta un poco inquisidora e inútil, pero J me explicó que en Francia existía el impôt à la “redevance audiovisuelle : si sos propietario de una tele tenés que pagarle al estado unos 116 euros anuales para financiar la televisión pública. Consideré esto como un atropello a la libertad de consumo y más que nada como una ridiculez máxima, sobre todo porque habíamos contratado la FreeBox (un pack de internet-teléfono-tele) y raramente veíamos las cadenas estatales.


Con el tiempo me enteré que lo recaudado sirve básicamente para que estos canales puedan transmitir los largometrajes sin publicidades, lo cual potenció mi desacuerdo aún más, teniendo en cuenta que las pelis que pasan TF1, TF2 o TF3 son unas reales porongas franco-francesas o films extranjeros doblados al francés (de qué sirve ver sin propagandas una película de mierda?). También escuché rumores de que existe una brigada que hace registros domiciliarios para descubrir infractores y que hay un servicio de investigación telefónica que hace encuestas truchas sobre los gustos de los televidentes y una vez que contestás sobre tus habitudes televisivas, te dicen que te grabaron la conversación y que ahora ya saben que tenés una TV en casa. Aprendí además que –hecha la ley, hecha la trampa- muchos jóvenes que viven solos hacen comprar la tele a sus padres, ya que si tenés un aparato o más, pagás la misma cantidad.

El año pasado, el mismísimo día que J partía por más de una semana a Las Vegas, mi TV española murió. Sin pensarlo ni dudarlo, me dirigí esa misma tarde a una megatienda y me compré –inocentemente- otra, la cual pagué 90 euros con mi tarjeta. Obviamente, en las declaraciones de impuestos que le siguieron continué jurando que no era dueña de ningún aparato de televisión.


Hace 10 días recibí una carta del Señor Trésor Public que decía lo siguiente:


“Usted declaró que en Enero 2007 no poseía ningún aparato receptor de televisión. Según una certificación hecha por el negocio DARTY y enviada a mi servicio, Madame Agusita habría comprado un appareil récepteur de télévision en Abril 2006... bla bla bla ...Le recuerdo que el impuesto debe pagarse si hay un appareil récepteur de télévision en su casa (ya sea por compra, regalo, préstamo o herencia)... bla bla bla ...La invito a regularizar su situación...le enviaremos una factura de 116 euros...excepcionalmente ninguna multa se aplicará esta vez...Tiene 30 días para respondernos...bla bla bla....si no lo hace todo esto podría derivar en une procédure...y multa de 150 euros... bla bla bla.... la saluda atentamente, el Señor Trésor Public.”

Cual asesino detenido con puñal en mano, no tuve opción. Le escribí una carta confesando que sí tenía un appareil récepteur de télévision que había comprado para preparar mis clases de inglés con los cassettes VHS (intervino ahí mi viveza criolla disfrazada de “actitud inmigrante ignorante”) y que no sabía que dicho uso era tasado, pero que no tenía ningún problema en pagar lo que debía.

Me faltó incluir la posdata: “Paren de robarme, hijos de puta, ladrones, que no me dejan ahorrar, que me sacan más de 500 euros por mes de mi salario, a mí, que pago 53 euros mensuales de ticket de transporte público y que llevo más de una semana desplazándome en bici y en autos prestados que se rompen, no tenés cara, Señor Trésor Public, de chuparme las ganancias de esta manera, con la programación de merde que transmitís...conchudo malparido!”

Me quiero ir de este país parásito YA.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Corrosivamente Intensa


No sé si una pueda estar preparada para ese tipo de situaciones, pero que me sucediera eso en ese día no me sorprendió en lo absoluto. Por supuesto hablo del viernes pasado (que ya había comenzado un poco loco).

Sin dar más vueltas al tema, y para ahorrar intrigas innecesarias, aquí va : salí a las 5 de la tarde de l’agence y llegué a casita a las 9 de la noche. Cuatro horas de trayecto. Más que de París a Bruselas, de Madrid a Valencia, o de Buenos Aires a Mar del Plata. Cuatro horas para 15 kilómetros.

La odisea comenzó en el auto de B, tan gentil ella con su 4x4, y su elección de agarrar el periph (el anillo de autopista que bordea París). Obviamente estaba colmado de coches –al igual que la noche anterior- y avanzábamos a paso de tortuga. Pero avanzábamos. Y además la calefaccion funcionaba correctamente y la radio nos deleitaba con canciones ochentosas. Y B y yo charlábamos de cosas sin mucha importancia, tal cual lo habíamos hecho en los viajes anteriores, fruto de esta huelga de morondanga.

Hasta que el humo empezó a fluir del capot de la camioneta de B.
Yo : Eso es normal ?
B: Quoi?
Yo: El humo
B : Merde ! Non ! Putain ! Putain ! Putain ! Putain! Putain!

Pasaron unos cinco minutos de “putain”, a lo largo de los cuales seguíamos avanzando a paso de hombre y corriéndonos hacia la derecha, hasta que osé decirle que se calme. Logramos salir del infernal periph, envueltas en una insana humareda, hasta encontrar un taller de la banlieu parisina atendido por un negro desganado que por supuesto se negó a ayudarnos bajo la excusa de que estaba cerrando. Estacionamos y B llamó a un amigo por teléfono que la guió desde la distancia hasta hacer un dudoso diagnóstico del problema y dictaminar que compráramos líquido refrigerante y esperáramos una hora hasta que se enfriara el motor para meterlo en el recipiente correspondiente.

Compramos el producto en cuestión en una estación de servicio no tan lejana y nos fuimos a un café para hacer tiempo. Ella se pidió una cerveza y yo un Beaujoulais Nouveau (que no estaba nada mal). Las confesiones de B empezaron con el primer cigarrillo y un “mi marido no sabe que fumo, ni siquiera lo supo cuando me fumaba cinco por día embarazada” que largó con mirada picarona. Siguió con un briefing de cómo lo había conocido (que lo habían hecho en la primera cita aunque ella -en general- no era así), sus añorados tiempos de soltería (que se bajó a medio París en su estudio de 23 metros cuadrados), y su infancia de mierda (padres infieles, divorcio, y nuevos concubinos). Despellejó a todos y cada uno de los empleados de la agencia y me contó con cuál de ellos había tenido una noche fogosa. Luego me habló de sus complejos físicos y de la bulimia de su hermana menor. Se describió a sí misma como una auténtica celosa y después me puso al corriente de cómo los nacimientos de sus dos hijos con nombres de emperador romano le habían “chupado” su coté histérico.

Too much information, pensaba yo. No quiero, no quiero. No quiero saber tanto de vos.

Al cabo de una hora de monólogo verborrágico, volvimos al auto, metimos el líquido refrigerante y arrancamos. Me dejó en el sur de la ciudad donde capturé una Velib y pedaleé 40 minutos hasta casita, preguntándome dónde podría conseguir soda cáustica al por mayor para poder rociar a todos los huelguistas (y sus familias) y así corroerles de una puta vez toda esa holgazanería plebeya que me complica tanto la vida.

viernes, 16 de noviembre de 2007

En menos de 10 horas


Desde que me fui a dormir hasta mi primera media hora en la oficina, me sucedieron algunas extrañezas que creo yo –humildemente- son dignas de relatar.

A la 1.18 de la mañana mi marido me despertó porque estaba insomne y me propuso jugar al Scrabble (muy triste que no haya sugerido otra cosa más picante, no ?). Le dije que me dejara en paz y entonces agarró su i-pod y se puso a escuharlo acostado en la cama. En lo último que pensé antes de volver a dormirme fue en esos viejos que se duermen con la radio prendida abajo de la almohada.

A eso de las 8.40 de la manaña fui agredida. Me encontraba en una de estas bicicleta Velib –como la mayoría de los parisinos que trata de hacerle frente a esta huelga de mierda- y pasé un semáforo en amarillo. Que te cuento que una vieja maldita que cruzaba la calle en ese momento me pega en la espalda y me grita que “eso no se hace!”. La verdad es que la hubiera mandado al carajo sino fuera porque no me dolió tanto (gracias a mi campera Michelin) y por el ataque de risa que me provocó tan inesperado atentado hacia mi persona.

A las 9.00 de la mañana llegué a Plaisance, donde Berengère me había citado para recogerme con el auto y llevarme al laburo. Como todavía tenía que esperarla quince minutos, entré a un bar a desayunar. Me pedí un jugo de naranja en la barra, donde se encontraba un buen puñado de vagabundos tomando café. Y ahí, en el medio de ellos, yo.
Ellos olían.
Y me miraban.

A eso de las 10.10, ni bien llegada a l’agence, me fui al baño a cambiarme el Siempre Libre. Como ya saben, allí no hay cesto de basura, así que la toallita usada la tuve que hacer un bollo y esconderla en mi hermoso borcego violeta -ya que mi pantalón de hoy no tiene bolsillos- para luego tirarla en el canasto de mi escritorio. Pero en el camino de vuelta (tan solo unos 10 metros me separan de los toilettes) me topé con el jefe máximo y los miembros de mi equipo que me estaban buscando para desayunar juntos y charlar un poco sobre la situación del cliente. No me quedó otra que descender a la cocina colectiva, tomarme un té y charlar 15 minutos con un pancho usado entre mi Dr. Martens y la media.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Ya está aquí !



Una de las tradiciones más curiosas de estas tierras galas -además de las huelgas- es la fiesta del Beaujolais Nouveau (pronúnciese “bosholé nuvó”). Cada año, el tercer jueves del mes de noviembre, los franceses celebran el primer día de comercializacion de este vino tinto joven. Joven porque se vence rápido, según lo poco que yo comprendo.

Los eventos tienen lugar en todo el país, y hasta trascienden las fronteras con ecos de ingesta de Beaujolais a lo loco en los States y en Asia. Según mi marido “los japoneses hacen orgías de Beaujolais” (vaya a saber uno si esto es una manera de decir que toman mucho, o si literalmente se ponen todos en bolas y se mojan con tan pecaminosa bebida).

Por la noche en París los restaurantes y los cafés venden dicho vino a rolete, el cual uno se ve casi obligado a consumir. Los gabachos se chupan litros y litros de Beaujolais. En el mercadito de al lado de la oficina, este mediodía había cola porque tenían degustación gratuita de “bosho” acompañado con quesito de cabra.

Pero esto no termina aquí. La particularidad del “bosho” es que es asqueroso. Desagradable. Inmundo. Casi casi imbebible. Y no es que sea mi opinión. No. Es así. Algunos años peor que otros. Hubo incluso una crítica vinícola que comparó su sabor con masa cruda de galletita. Le falta cuerpo y su gusto frutado varía dependiendo de la cosecha (mora, frutos del bosque y a veces banana), pero siempre siempre es horrible. Y por ende, caro (en relación con la calidad).

Exijo entonces un aplauso para este sabio golpe marketinero, s’il vous-plaît. El tipo que haya inventado esta costumbre para aumentar las ventas de un vino repugnante es un genio. Me pongo de pie y hago la reverencia. Chapeau. Y el colmo es que funciona de maravilla en EL país de los buenos vinos!

Estos franceses nunca dejarán de sorprendernos...

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Toujours Noir



Sabés que hay otra huelga general de transporte pero esta vez no tenés ganas de venir en bicicleta. No. Hace mucho frío, puede ser que llueva (cuándo no?) y la verdad es que te sentís un poco frágil para pedalear 15 km de ida y 15 km de vuelta.

El día anterior le propusiste a tu jefa cool que “por que no organizamos todo y trabajamos cada uno desde su casa?”, total con internet todo se puede. Y además, pensás que no hacer nada en la agencia o en casita es más o menos lo mismo.
Pero te dice que no. Que “eso” no se hace. Que por qué no le pedís a Berengère, que vive cerca de Montparnasse, que te traiga con el auto. Y claro, estando en un open-space y a menos de 5 metros de Berengère (a quien apenas dirigiste la palabra en cuatro meses) no te queda otra que hacerle ojitos y rogarle que te traiga.

Y mientras lo hacés, pensás en los empleados de la RATP (la empresa pública de transporte parisino), en la SNCF (la de los trenes a nivel nacional), en la CGT y en todos estos hijos de puta sindicalistas que te complican la vida. Dicen que es porque hasta ahora tienen unos privilegios de funcionario público que el nuevo gobierno quiere amputar. Que en vez de jubilarse entre los 50-55, Sarko pretende que lo hagan entre los 60-65 como el resto de los mortales. Se escucha decir que estos desgraciados cobran fortunas por estar amparados en regímenes especiales (confirmado por mi cuñado cuyo hermano es conductor de tren), y se rumorea que siguen recibiendo una compensación al trabajo con carbón. También se bromea con las siglas de estas organizaciones (RATP: Rentre Avec Tes Pieds, “volvete a pie”). Y curiosamente se putea poco.

Berengère te dice que sí y te da cita en una estación de servicio de Convention, donde también la espera Gennifer. Al día siguiente a las 10 de la manaña te subís a la 4x4. Tenés como 40 minutos de viaje. Te hacés la simpática (aunque no les das dos besos porque tenés un herpes labial del tamaño de un caracol) y ellas te charlan todo el camino. En tu mente seguís maldiciendo a estos cabrones que paralizan el país, pero también reconocés que ya era hora de que empezaras a sociabilizar. Más ahora que recibiste la invitación para la fiesta de fin de año de l’ agence y te entró el pánico de que nadie te hable durante todo el festejo.

martes, 13 de noviembre de 2007

Un arbre chez moi

El año pasado J manifestó la tristeza que la falta de flora en casa le provocaba y decidió darse un atracón de vegetaciones varias en un vivero de las afueras de la ciudad para poner fin a tan angustiosa ausencia. Se gastó una fortuna en flores y plantitas de colores varios que colocó en dos recipientes rectangulares que colgó con unos soportes de nuestras ventanas.

La dicha le duró muy poco. En menos de una semana el portero le advirtió –con toda la vergüenza del mundo- que estaba prohibido por el consorcio emplazar cualquier objeto en las barandas que dan a la calle.

J puteó bastante, se acongojó un poquito, y finalmente mudó sus petits trésors a la terraza de su madre quien desde entonces las cuida con mucho amor.

La carencia de verde en el hogar supo suplirse de la siguiente manera: en una de nuestras idas a los Alpes, J robó de algún rinconcito escondido un pequeño arbusto pestilente que enterró con extremo cariño en un ex-balde de pintura. Lo trajo a París y –pese a mis repetidas protestas debido a la fealdad de su naturaleza y su particular aroma a meo de gato- lo puso al lado de la ventana del salón. En el interior, por supuesto.




J trató innumerables veces de transmitirme ESE amor que él tiene por este arbolillo maldito. Me contó que se llama Buis, que se pronuncia “bui”, y que no hace falta regarlo tanto. Que puede sobrevivir sin contacto con el exterior, que se utiliza mucho para decorar los jardines lujosos, que se lo puede podar dándole las formas más extravagantes, y que sí, que efectivamente emana un hedor muy particular (da fé de esto mi living con olor a pis).

Pero no hubo caso. El “bui” y yo no pegamos onda. Le dije a J que no pensaba regarlo cuando él no estuviera en casa y lo amenacé un par de veces con deshacerme de tan patética vegetación durante alguno de sus viajes.

Me empelota pensar que me acostumbré a su fetidez, me molestan muchísimo las pequeñas hojitas que se le caen y ensucian mi parquet, me hace daño su repugnante aspecto, y sobre todo me da terror que MI próximo regalo de navidad de parte de mis suegros sea un macetero para la susodicha mierdecilla (de esto último tengo altas sospechas).

No sé por qué, J últimamente –además de regarlo de vez en cuando- le tira uvas (ver foto). Así, como si fuesen semillitas que se van a auto-sembrar. En cambio a mí, reiteradamente, me seduce la idea de bombardearlo con bolitas de moco.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Y tu mamá también !




Lo raro no fue sentarse a una mesa y escuchar una bendición antes de comer.

Ni que el cura libanés tartamudo que había oficiado el funeral unos diez días antes estuviera festejando el cumpleaños de la viuda como si nada hubiera pasado.

Lo extraño no fue que este sacerdote le haya quemado el cerebro en público al pobre de S, hijo de madre soltera, para que vaya a enfrentar a su padre biológico para que lo reconozca de una vez por todas.

Ni que se riera de bromas verdes o que contara lo imbécil que son algunas mujeres que a la hora de la confesión le dicen como quien no quiere la cosa que el matrimonio no se consumó, sin darse cuenta que el marido las engaña a diestra y a siniestra.

Ni que relatara cómo una muchacha le había confesado que el empleado de la tienda de la esquina la tocaba y que este cura reconociera no haber hecho nada de forma directa sólo por guardar el “secreto profesional”.

Lo verdaderamente bizarro, lo que más me shockeó durante toda la noche (al punto de tener que levantarme de la mesa por un irrefrenable ataque de risa), es que este cura libanés tartamudo se llamaba Samer.

Samer, que se pronuncia como “sa mère” (=su madre).

Durante toda la noche, los comensales se dirigieron hacia él como “Père Samer” que sonaba a “Padre Su Madre”.

Padre Su Madre, me pasa la ensalada, por favor?”

Y yo me descostillaba de la risa.

Sin disimulo.

Ay, qué plato!

No?

Había que estar.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Quej´pañol quej Madridz !



viernes, 9 de noviembre de 2007

Asesinando tanos (Parte III)



Viernes a la mañana: me desperté con un calambre en la pierna que me hizo gritar. Crucé a lo de Clementina – hermana de Saveria, donde yo dormía- a desayunar como ya era costumbre con Rosana y Giancarlo (de quince y nueve años respectivamente). Todos muy contentos en la collazione familiar.

Hasta que sonó el teléfono y Clementina atendió.

Llantos y gritos.

Tragedia nella famiglia!!”

Yo, dura. Viene Saveria, me agarra la mano y con los ojos BIEN abiertos me dice : “Il zio Gerardo é morto. Con la macchina”. No podía creer lo que escuchaba: Gerardo había chocado cuando venía a Cancellara a buscarme.

Clementina, como si fuera una loca cocainómana, se puso a pelar papas y cebollas. Parecía como si estuvíeramos atravesando un tornado. No, mejor dicho, como si el tornado nos atravesara a nosotros.

Gente. Llamadas. Lágrimas.

El resto del día fue un infierno: un poco de culpa que me carcomía y un poco de alivio porque, de casualidad, yo no estaba con él cuando se incrustó en el camión.

Sábado a la mañana. Sucedió todo muy rápido y muy lento a la vez. Ahora parece un sueño, pero mientras veía todo mandaba millones de mails virtuales. Me quemaba por contar lo que tenía ante mí. Como que un poco me sentí bendecida por poder ser testigo de semejante acontecimiento en un pueblo remoto.

Primero fui con Camillo al hospital, desde donde salía la carroza fúnebre. El trayecto fue muy silencioso, con llantos ahogados de este señor que trataba de disimular su angustia. Y yo pensaba : “qué carajo hago acá?”. De allí a la iglesia en Potenza. Misa en italiano. Me parecía todo tan bizarro que decidí actuar: cuando pasó la señora que pide plata le di 5 centavos de euro, y cuando fue el turno de la comunión me puse en la fila -casi automáticamente- y comulgué. Había que estar en ayunas? Am I going to burn in hell? No sé, el cura se debe haber dado cuenta que yo estaba de coña porque me dio sólo media hostia. Después a saludar: una larga fila de gente que esperaba su turno para dar las condolencias. Y yo no fui menos y me acerqué a la hermana del difunto que recibía los saludos:

Yo: Mi dispiace.
Doña: Tu sei l´americana?
Yo: Si.

Acto seguido, abrazo profundo y lagrimones. De ahí a Cancellara. Todo el pueblo geronte – ellos con barba de dos días, ellas también- esperaba en la chiesa. Otra misa. Yo, absorta completamente con la media de la estatura de los allí presentes: un metro, sin exagerar. Me sentía Gulliver. Y entonces la procesión: arriba y abajo, siguiendo el cajón (yo, con mis jeans Ona Saez –esos que me hacen buen culo- y con mi buzo Levi’s, super desubicada entre los cancellareses) hasta el cimitero. Frío, lluvia y más llantos. Y recorrido por las tumbas de tutti los otros parientes.

Surrealista. Totalmente. Desde entonces me consideran más unida a la familia. No sé si será por mi complejo lechero, pero yo no creo que sea casualidad la primera muerte que sucede en veinte años en este pueblo de la Italia profunda y mi visita. Demasiada coincidencia. Como que no me la creo.

De todo esto hace ya más de cinco años. Sigo en contacto con ellos con emails esporádicos. El pasado mes de agosto mi documento italiano se venció. Y yo tendría que volver para renovarlo. Pero sinceramente, temo ritornare y matar a otro…

[fin]

jueves, 8 de noviembre de 2007

Asesinando tanos (Parte II)





Fue el jueves por la mañana, durante mi cuarta giornata in Cancellara, que esto (metamorfosearme en ciudadana del primer mundo) sucedió. Fui con Camillo y Gerardo a la comune, llevé mis fotos carnet (traídas milagrosamente desde Madrid porque en el pueblo no había ni siquiera quién te sacara fotos), y con cara de poker dicté todos los datos que me iban preguntando, totalmente incrédula ante semejante acontecimiento.

Salí feliz: a cada persona que me cruzaba le mostraba mi documento cancellarese que por fin acreditaba mi derecho a quedarme y trabajar en el continente.

Me fui toda la tarde con Gerardo a Potenza: sacamos mi biglietto para Siena para el domingo a medianoche, paseamos y tomamos una Coca Cola. Me contó que acababa de volver de Buenos Aires donde había estado 6 meses. Que había conocido a una viuda de su edad y que se había enamorado. Que volvía en diciembre, a vivir con ella en San Justo. Que hablaban todas las noches por teléfono y que ella estaba muy sola, que no tenía a nadie más. Me mostró unas fotos donde se los veía felices en Villa Gesell y en el auto me puso un cassette que ella le había grabado. Juro que me emocioné: era toda una declaración de amor.

Volvimos a Cancellara muy tarde a la noche y me preguntó si me quería ir con él al día siguiente a conocer no sé qué pueblo de los alrededores. Yo, la verdad, no tenía ni putas ganas. En realidad había esquivado su ofrecimiento durante todo el día. Afortunadamente, cuando llegamos, Donato (otro de estos que decía ser mi pariente) me propuso ir con su familia e hijos de mi edad a la playa hasta el domingo: dije que sí.


Gerardo se puso un poco tristón, bajó la cabeza y añadio un “igual paso mañana a la mañana por si cambiás de opinión”, antes de retirarse para coger el coche y descender a Potenza donde vivía.

[continuará...]

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Asesinando tanos (Parte I)



Cancellara no aparece en los mapas de las guías turísticas de Italia.

Esto era lo único que yo sabía antes de llegar al pueblo de mis antepasados paternos en el verano del 2002. Bueno, eso y que en la estación de autobús de Potenza, la ciudad más cercana, me aguardaban unos parientes lejanos a quienes no conocía.

Cuando llegué me recibió Gerardo (setentón, canoso y bi-dente: dos dientes) quien hablaba un perfecto castellano-porteño, y Camillo (redondo, sin cuello y con cara de bueno) quien se comunicó en inglés.

Me subí al auto con Camillo y nos fuimos a Cancellara donde me esperaba el resto de la familia para cenar. Todos me miraban en silencio mientras comía. Cuando osé dejar restos en mi plato, Camillo -con cara Corleone total- me miró fijo y me dijo “you MUST finish”.

Los primeros días me dediqué a dormir largas siestas, a conocer la casa donde había nacido mi bisabuelo Rocco, y a integrarme un poco más a la familia. Intenté conectarme a internet desde EL ordenador del municipio (que abrieron especialmente para este fin) pero cada vez que lo lograba alguien se me sentaba al lado para ver lo que escribía y me sentía un po´vigilata. Debo aclarar que en Cancellara no hay nada…bueno, sí: EL banco, LA farmacia y EL correo. STOP.

Como encima los cancellareses estaban de vacaciones, la jornada era un verdadero canto al Dolce Farniente. La gente no hacía nada. Na-da. Así que EL programa a la noche era ir a “dar una vuelta” o a “tomar la fresca” a la calle. Esto formaba parte de una especie de lobby que yo practicaba mientras esperaba que Inmmacollata – a cargo de mi expediente – se dignara a "fabricar" mi carta d´identitá, que era para lo que realmente había ido: hacerme de una vez por todas europea.



[continuará...]

martes, 6 de noviembre de 2007

Aunque se vista de seda...




La CANTIDAD de mails y comentarios que recibí estos últimos días de parte de franceses « felicitándome » por mi nueva presidenta es claramente inversamente proporcional a la deseada. Y todos, absolutamente todos los que osaron hacer tan poco afortunado comment tuvieron que digerir mi cara de orto número seis como respuesta. Desde el portero, pasando por la familia de J, hasta mi jefa.

Y lo peor es que se sorprenden cuando les digo que no, que no estoy contenta con los resultados. Pero si ninguno de estos individuos conocía mis inclinaciones políticas! Por qué sospecharon que tendría que recibir a brazos abiertos una félicitation? Será porque los medios franceses la festejan? Por eso? Porque la prensa gabacha venera y compara a Cristina con Evita? Por ese motivo se imaginan que todos los argentinos vamos a salir a agitar las banderitas celestes y blancas al balcón?

Me empelota soberanamente que la gente espere que una tenga que eyacular de felicidad por el solo hecho de que la cabeza de la Casa Rosada sea mujer.

Pero qué se piensan ? Qué un par de tetas me va a cambiar la existencia ? Nos va a cambiar la existencia ? O es que yo, por pertenecer al mismo sexo que la candidata ganadora, debería mostrarme satisfecha ? No importa que no me la banque ? No tengo derecho a no estar muy de acuerdo con su táctica y estrategia ?


Que pueda llegar a desempeñar bien su trabajo es discutible. Ojalá yo me lleve una gran sorpresa y su gobierno le haga al país un refreshing tan digno como el que ella porta en su cara.

Pero sobre gustos y colores no hay nada escrito, señores. Sepan entender que a una mujer cualquiera pueda no gustarle una mujer presidente. Un mínimo de respeto, por favor! Porque sí, seré mujer, pero no tarada.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Ces Petites Choses



Hay cosillas que ashá en Arshentine son imperdonables (es más, cualquier porteño de pura cepa podría llegar a tildarme de auténtica negra villera), pero que acá –en las Europas- son bastante normales.

A saber :

*Ir a la piscina municipal.
*Saludar con un beso al portero.
*Hacer las compras semanales en el Día Descuento (que acá se llama Ed).
*Vivir en un 2 ambientes de 40 m², alquilado.
*Hacer pic-nics.
*Colgar la ropa mojada por toda la casa o poner el tender en el medio del living.
*Andar en bici.
*Ir al hospital público.
*No tener conocidos con pileta propia.
*Hacerse la tintura en casa.
*No tener auto ni tomarse taxis.
*Tener un marido que usa slip ajustadito para nadar.
*No tener mucama.
*Hacer camping.
*Sacar un libro de la biblioteca barrial.
*No tener aire acondicionado.
*Hacer sus necesidades al aire libre (entiéndase cagar o mear en la montaña o en el bosque).
*Tomar agua de la canilla.
*Llevar a la oficina el tupper para el almuerzo, todos los días.
*Depilarse una misma.
*Tomarse más de un transporte público para ir al laburo.


Si vuelvo a Baires seguro que me linchan. O me destierran a Ciudadela por grasa.



viernes, 2 de noviembre de 2007

Quoi?




Tengo dos comodines linguísticos para cuando no capto bien algo en francés (el tercero sería la sonrisa de pelotuda, pero es más body language que otra cosa). El primero es « ah, bon ? », onda « ah, sí ? » o « en serio ? ». Lo utilizo cuando no entiendo lo que alguien me dice, pero sí me entero que quiere sorprenderme.

« Tu sais que patafú bla bla bla blé blé blé gaguién ? »
« Ah, bon ?! »

El segundo me sirve para cuando alguien me cuenta algo buscando complicidad, para dar algo similar a una respuesta de chupamedias. « C’est clair ! », que vendría a ser un « es verdad! » con una pizca de « tenés razón ».

La última vez que lo usé fue el miércoles, cuando me topé en los baños con Berengère (sí, eso es un nombre). Ella en un lavabo y yo en el otro, lavándonos las manos. Nos miramos a través del espejo, me sonríe y me dice :

« C’est patafú bla bla bla blé blé blé gaguién eau chaude ! »
« C’est clair ! »

No es tan importante descifrar el contenido como entender la función de lo que el otro dice. Por qué o para qué me está contando esto ? Qué espera el emisor del receptor ?

La cagada con estos dos grandes amigos (« ah, bon ? » y « c’est clair ! ») es que no me ayudan mucho cuando la que pregunta soy yo.

Por ejemplo, el otro día en una cena Amandine me estaba contando que dejó su laburo de toda la vida para entrar en una escuela de diseñadores de joyas, su sueño de siempre. Le pregunté si ya se había hecho amigos y me contestó que no, que no tiene clases los sábados ( !!!??).

Moi: « Tu t'es déjà fait des amis ? »
Elle: « Non, j’ai pas de cours le samedi. »

En público.

Y ahí sí, frente a la mirada de los otros que seguramente se dieron cuenta del misunderstanding, no me quedó otra que recurrir a la sonrisa de pelotuda, bajar la mirada y seguir comiendo.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Do you think I’m funny ?



A veces me pasa.

Que la gente me mira y se ríe.

Mucho más desde que tengo flequillo.

Mirada scanner de pies a cabeza y sonrisa.

La gente piensa que soy graciosa ? Pour quoi?

J a veces también se ríe. Y yo no entiendo. Entra, me ve pintándome las uñas y leyendo una revista y se ríe. Y a veces me dice que hago mi show : « tu fais ton cinéma, toi ? »

El otro día en el weekend champignons, un tipo que almorzó con nosotros se detuvo en mi remera de Betty Boop y dijo : « avec ça t’es encore plus marrante (con eso puesto sos aún más graciosa) ».

Y yo como te explico que a este señor ni lo conocía. Pero se ve que provoco eso.

Se ríen.

Ja-Ja.

Funny ha-ha or funny peculiar ?