
Hace un par de meses le organicé una fiesta sorpresa a J para su cumple de 30, que había sido en febrero. Todos los invitados hicieron una vaquita para el regalo, y J tuvo que elegir si quería participar de una degustación de vinos o un weekend recogiendo champignons. Sin dudarlo ni un instante, J hizo su elección.
Salimos el sábado a las 8 de la mañana en tren, con destino a un pueblito perdido en Normandie donde se encontraba el manoir que organizaba el fin de semana temático. Luego de inagurar la experiencia all inclusive con un super almuerzo de un chef estrellado por Michelin, nos calzamos los borcegos aventureros y nos fuimos al bosque más cercano - canasto en mano- acompañados de un grupo de franceses y un puñado de ingleses. Siendo muy generosa, debo aclarar que la edad media era de unos 60 años.
Tras la presentación del guía-micólogo, nos adentramos en la fôret d'Andaines con la consigna de arrancar todo aquello que se pareciera a un hongo.
Pero cómo es un hongo ? Hasta ese momento, lo único que yo sabía sobre los fungi –además de que no me encanta consumirlos- era que crecían bastante rápido, a los pies de los árboles, en lugares húmedos, generalmente después de un periodo de lluvias, que algunos son mortales, y que además sirven de refugio para los gnomos.
Pero cómo es un hongo ? Hasta ese momento, lo único que yo sabía sobre los fungi –además de que no me encanta consumirlos- era que crecían bastante rápido, a los pies de los árboles, en lugares húmedos, generalmente después de un periodo de lluvias, que algunos son mortales, y que además sirven de refugio para los gnomos.
Debo confesar que me sorprendí de mí misma y de mi entusiasmo por descubrir nuevos ejemplares. Las formas y los colores de estas cosas son increíbles. Y sus nombres irretenibles. Lactarius Vellerus. Calocera Voscosa. Rusula Nignianus. Coprinus Picassus. Hydnum Repandum. Hasta me pareció escuchar uno que tenía el mismo nombre que una mucama amargada que trabajaba en casa cuando yo era adolescente : Telesphora.
Se podría decir que tuvimos suerte de principiantes, porque nuestras canastas estaban repletas y colaboramos abundantemente con la clasificación informal sobre el capot de un auto británico.
Una vez de vuelta en el manoir, la categorización se hizo de forma más didáctica e interactiva. Así aprendí que algunos hongos son descaradamente porno.
Hubo un juego-desafío en el cual J ganó el primer premio (un libro de recetas) y yo el segundo (un frasco de Tête de Veau, que no sé lo que es pero parece bastante desagradable).
Justo justo cuando estaba pensando que nunca antes había visto a mi marido tan pero tan feliz, y que si ese momento fuese un hongo yo lo llamaría "tripudium maximum", sucedió lo inconcebible.
Para coronar la curiosa jornada, terminamos viendo el partido de rugby después de cenar con un excelente vino tinto. Y ahí sí, puedo decir, que cuando finalizó el match con el triunfo de los franceses sobre los All Blacks, la cara de felicidad de J fue tajantemente absoluta e impagable.
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