Cuando empecé a trabajar en l’agence, había una recepcionista-secretaria divina e hipereficiente con una voz super dulce. Sweet Careulain era regordeta y tenía poca gracia para combinar vestimentas. Usaba gafas y se hacia raya al medio, atándose el pelo con una gomita. Siempre pensé que se vería bien detrás del mostrador de una boulangerie cualquiera, vendiendo baguettes y croissants con una gran sonrisa.
Sweet C daba a todo el mundo un bonjour personalizado y supo ser amigota de almuerzo de la mayoría de mis colegas. Con algunas, incluso, llegó a quedar para ir a tomar un café después del laburo.
Pero un buen día –luego de dos años intensos atendiendo el mismo teléfono-, Sweet C pidió un aumento. Los jefes se lo negaron, le recriminaron que siempre llegaba tarde (cosa que aparentemente era cierta), y entonces Sweet C renunció (los rumores dicen que la echaron) y se fue.
Las semanas pasaron, Sweet C fue reemplazada por dos secretarias elegantísimas (que al final les costó a los jefes mucho más que el aumento que la otra pedía), y todo volvió a la aburrida normalidad.
Que te cuento que ayer al mediodía voy a la panadería de la esquina de la agencia y me la encuentro a Sweet C –con su sonrisa de siempre- atendiendo detrás del mostrador. La saludo, me pregunta que qué quiero, le digo que una tarta de fromage, me pone una porcion en una bolsa, le pago y me voy. Como si nada.
Cuando vuelvo a la oficina confirmo con mi jefa que evidentemente la que trabaja en la boulangerie de a la vuelta sí es Sweet C. La mismísima Sweet C.
Ahora, digo yo, no es muy raro que dejes de trabajar en una empresa, y te vayas a la panadería de al lado a vender paninis ?
Sweet C daba a todo el mundo un bonjour personalizado y supo ser amigota de almuerzo de la mayoría de mis colegas. Con algunas, incluso, llegó a quedar para ir a tomar un café después del laburo.
Pero un buen día –luego de dos años intensos atendiendo el mismo teléfono-, Sweet C pidió un aumento. Los jefes se lo negaron, le recriminaron que siempre llegaba tarde (cosa que aparentemente era cierta), y entonces Sweet C renunció (los rumores dicen que la echaron) y se fue.
Las semanas pasaron, Sweet C fue reemplazada por dos secretarias elegantísimas (que al final les costó a los jefes mucho más que el aumento que la otra pedía), y todo volvió a la aburrida normalidad.
Que te cuento que ayer al mediodía voy a la panadería de la esquina de la agencia y me la encuentro a Sweet C –con su sonrisa de siempre- atendiendo detrás del mostrador. La saludo, me pregunta que qué quiero, le digo que una tarta de fromage, me pone una porcion en una bolsa, le pago y me voy. Como si nada.
Cuando vuelvo a la oficina confirmo con mi jefa que evidentemente la que trabaja en la boulangerie de a la vuelta sí es Sweet C. La mismísima Sweet C.
Ahora, digo yo, no es muy raro que dejes de trabajar en una empresa, y te vayas a la panadería de al lado a vender paninis ?
2 comentarios:
Uhm! Yo aspiro a dejar mi curro algún día ...
podes ir dejando tu CV en el champion de al lado de tu casa
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