Ellos se levantan temprano, demasiado temprano para ser sábado. Se visten, se suben al auto y salen de París con rumbo hacia al norte. La madre de ella llega desde el otro lado del Atlántico al aeropuerto Charles de Gaulle y van a recogerla, como se debe. Aprovechando el trayecto, deciden hacer una parada en IKEA para renovar la funda del sillón-cama Exarby.
Ella sabe que no puede dejar pasar esta preciada oportunidad del viaje anual a la megatienda sueca. Con la excusa de comprar otra funda para que mamita esté mejor, ella pretende en realidad adquirir una mesa para el comedor. No es que no haya ya una, pero es menester reemplazarla : la que tienen es antigua, con una plancha redonda de aglomerado encima que se esconde bajo el mantel. Cuando comen se mueve constantemente. La inestabilidad de la mesa a él no le molesta, ni siquiera cuando hace ruido. Para ella es insoportable.
Una vez en IKEA – luego de que ella se meta un manojo de lápices gratis en su bolso- se dirigen hacia un vendedor que les informa que no, que la funda Exarby no se fabrica más. Que siguen vendiendo el sillón Exarby pero sin funda. Y que no, que ni la funda del Beddinge ni la del Murbo sirven para el Exarby.
Ella se desilusiona. El se enoja y propone la retirada inmediata. A él no le gusta ni IKEA ni el programa de ir a comprar. A ella le encanta.
A : No querés que aprovechemos y veamos mesas ?
J : Mesas para qué ?
A : Para el salón, para comer.
J : No, no vamos a cambiar la mesa del comedor.
A ella le suena a respuesta de dictador. Y tiene ganas de gritar que sí, que la van a cambiar porque no puede más, que se atraganta en cada comida a causa del movimiento de las patas y que los chirridos la sacan de quicio.
Pero no dice nada.
Cuando pasan por el sector de los dormitorios, él se detiene a ver las mesas de luz. Hace más de tres años que por mesa de luz tienen dos cajas de cartón. Dos cajas de cartón estampadas en azul y verde, también de IKEA. El elige una, de madera oscura con dos cajones. A ella no le convence tanto el color, y le sugiere la misma en un tono más claro. El dice que está bien y se dispone a buscar a un vendedor para comprarla. Ella se da cuenta que tiene entre las manos una valiosa arma de coerción. El desea una mesa de luz nueva. Milagro: él se decide a consumir. No es que ella no quiera una verdadera mesa de luz. Claro que sí, ella está harta de las cajas de cartón. Pero su prioridad no es esa. Su objetivo del día era la mesa del comedor.
A : No.
J : No, qué ?
A: No, no vamos a comprar la mesa de luz…A menos que…
J : A menos que qué ?
A : Compramos la mesa de luz solo si me dejás comprar también la del comedor.
Por unos segundos ella piensa que llegarán a un pacto. El win-win approach no puede fallar. Vos obtenés lo tuyo, yo lo mío, y todos contentos.
El tire y afloje continua solo con las miradas. Pero no. No hay tregua. Imposible negociar. Caracúlicos los dos, cada uno parte por su lado. El se compra una fuente de acero para cocinar su tarta de ruibarbo, ella dos tazas de té y un cepillo de ducha para la espalda.
2 comentarios:
Ahhhh si! la guerra fría...qué momento ese! Pero al final me parece que dormiste con lo de las mesas de luz...algo es algo!
Otra cosa...además de los lápices, no te guardaste el catálogo de Ikea? recuerdo que eran de lo más cotizados y todo el mundo se lo afanaba...nunca lo pude hacer: siempre me ganaron de mano.
si, obvio. Hay dos catalogos, el que compras y luego te reembolsan y el amarillo para solo usar en la tienda. ESTE ultimo es el que ahora tengo en casa. En cualquier momento te lo pongo en foto.
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