Un poco motivada después de que J me contara que un amigo suyo adelgazó 2 kilos el domingo mientras participaba de un triatlón, el martes junté coraje y fui al gimnasio de la agencia.
Me puse unas calzas rayaditas (Dios mío hace cuánto que no me ponía calzas!) y una remera de Via-Vai (más vieja que Matusalém), y encaré el challenge al mediodía.
Me di cuenta de que soy capaz de hacer 40 abdominales, 15 minutos de bici fija y 600 metros de remo. Y también que puedo leer un capítulo de Harry Potter en el vestuario sin que nadie me moleste. Y de yapa, una pequeña siesta.
Y además como no tengo nada de laburo, salgo del fitness room y engancho con un buen almuerzo, lo cual me acorta bastante mi tiempo pelotudeando frente al ordenador y la jornada laboral (si a esto que hago se le puede llamar así) se me hace más llevadera.
Quién te dice, quizás hoy vuelva...
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