martes, 7 de agosto de 2007

Hoy, para el desayuno, una odisea



Me levanto más temprano que de costumbre. Me ducho rápido, elijo pantalones en vez de pollera, agarro una lata de Coca y salgo corriendo. Hoy es el día.

El fin de semana había dejado mi bicicleta “nueva pero vieja” en Concorde. Julien la había reparado el sábado a la tarde ya que los frenos no funcionaban tan bien como decía el anuncio de Ebay. Compró todo lo necesario para arreglarla en Decathlon: gastó un poco más de 60 euros mientras que la vélo de segunda mano salió 37,50. Sí, al final el chiste de la bici costó eso. Casi 100 euros. Pero no me puedo quejar. Mi marido-bombón pasó más de tres horas laburando.

Llego a Place de la Concorde en metro, rezando todo el trayecto para que mi dos ruedas siga ahí, que no se la hayan robado, por fa. Salgo a la superficie, el corazón me late ansiosamente. Sí, ahí está : la veo, atadita -con su cadena azul- a un poste escondido de una esquina de la rue de Rivoli. Pongo mi cartera en el canasto (ese guacho nos comió otros 20 euros!) y salgo disparada hacia los Champs-Elysées. Hay sol, brisa, pedaleo bajo la arboleda y al fondo, imponente, veo el Arc de Triomphe.
"Priceless", pienso. Y sin Mastercard.

El idilio me duró poco. Camiones, bondis y motos canallas provocaron que mi adrenalina comenzara a montar y con ella llegó el sudor. Tranquila, todo va a salir bien, me digo. Boing-boing-boing, los adoquines no me ayudan. Calm down, girls, les digo a mis lolas, después del arco viene el sueño dorado: el asfalto. Pero para llegar a él tengo que lidiar todavía con la rotonda del Arco del Triunfo. Los autos entran y salen como locos. Me acuerdo de Chevy Chase en « Vacaciones en Europa ». No. Intentar atravesar esto en bici o hacerse el arakiri es más o menos lo mismo.
Cobarde.
Me bajo y doy la vuelta caminando, con la vélo en la mano, metiéndome como puedo en las olas de peatones autómatas que todos los días a esa misma hora cruzan las mismas calles para ir al mismo trabajo. Me detienen todos los semáforos y me cuelgo observando turistas tempraneros. Yanquis regordetes en ojotas. Rusas esbeltas y divinas. Maquilladísimas. Algunas muy elegantes, otras muy grasas. Españoles gritando. Y asiáticos silenciosos sacando fotos.

Por fin encuentro la Avenue de la Grand-Armée –asfaltada y en bajada, gracia'a Dio'- y retomo mi trayecto. Como bólidos. Pasan todos, muy finito a costado mío, a mil. Salen de un túnel, entran a otro, giran a la derecha, a la izquierda. Soy parte de la vorágine. Paso el Palais des Congrès y dejo atrás Porte Maillot. Conexión con la autopista, salida y entrada del Périph' : más adrenalina. Casi choco contra un auto policía, que al final me deja pasar y me frena al lado. Sonrisa. Le hago ojitos simpaticones. Si me llega a decir algo me hago la que no entiendo. Que no hablo francés. Muy difícil no es. Uf, no. No es necesario. Me devuelve la sonrisa y me invita a seguir mi viaje con su mano.

Falta poco. Veo La Défense que cada vez está más cerca. Y un cartel que dice que Pont de Neuilly es hacia la derecha. Giro. Avenidas silenciosas y más arboledas. Y la brisa estival. Y el sol. "Priceless". Otra vez.

Por fin reconozco la esquina donde todas las manañas me bajo del autobús, y encuentro fácilmente el camino hasta la puerta de la agencia. Es la primera vez que llego temprano.
Prendo la compu y me meto en viamichelin para medir la distancia del recorrido que acabo de hacer. Sie-te-ki-lo-me-tros-y-me-di-o. Guau. Qu'est-ce que je suis fière !
Voy al baño y me sirvo de una petite towelette rafraichissante de Air France que traje escondida en mi cartera. Y después desodorante roll-on que había dejado en el primer cajón.
Qué previsora que soy ! Como diría mamita, alma de productora.

Subo y me lo encuentro a Stef en shortcitos y casco. El también vino en bicicleta. Se atravesó todo París, dice. Que cómo que vine por Champs-Elysées ? Que estoy loca. Ah, que es la primera vez ? Ja, se rie. Abre su cajón, saca una toalla y un frasquito de gel-douche, agarra su bolso y me dice : « bajo a ducharme y vuelvo ». Sí, en l'agence hay vestuarios –y también un gym que creo que jamás utilizaré- con duchas. Cómo no pensé antes?! El h.d.p. vuelve quince minutos más tarde, limpito y de punta en blanco, y se pone a trabajar como si nada.Y yo desde acá lo observo. Rencorosa, chivada y dolorida. En cuerpo y alma.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajaja excelente! todo excelente! energía para este viernes gris y helado en BA.