viernes, 3 de agosto de 2007

Arcadas


Hubo una época en que me sentía joven –probablemente porque sí lo era-, fresca e íntegra. Integra en el sentido de tener muy claros mis valores y hacer lo imposible por respetarlos. De por vida.

Me impresiona darme cuenta que ya pasaron más de diez años desde aquel entonces, cuando comenzaba a experimentar la vida fuera del nido materno. Pero lo que más me choca y angustia es darme cuenta de cómo traicioné la mayoría de mis creencias básicas.

Por ejemplo, estaba segura de que no iba a casarme jamás. Odiaba la palabra “proyecto”, las ostras y el roquefort. Aunque diluviara a cántaros, no usaba paraguas; y no veía películas francesas porque no podía aguantar el sonido de ese idioma. Me vestía con millones de colores y me parecía un delirio la gente que iba al trabajo en bicicleta...Qué asco! Deben llegar todos chivados!

Y aquí me tienen en París, casada con un francés que en invierno me invita a comer ostras cada vez que puede. Nunca salgo sin mi paraguas –ni siquiera cuando hay un sol despampanante como hoy- y cada noche cuando termino de cenar, como un trocito de roquefort. Ahora estoy sentada en frente de la compu -con camisa y stilettos negros LV- y me acabo de comprar una bici en Ebay para que el itinerario al laburo sea más simpático.
Ah, y soy project manager.

Me doy mucha vergüenza. Y asco...

2 comentarios:

Ele P dijo...

Estás aggionarda. Lo importante es no institucionalizarse.
Y no creas que pasa sólo con los viejos valores de la juventud. Hay un par de banderas que levanté tiempo atrás y que juré solemnemente sostener hasta el último de mis días. Por ejemplo, “nunca voy a tener en casa una chica con cama dentro”. La tengo. Una traición fatal a mis principios. Otra “no vivir JAMÁS en un barrio cerrado, privado o como lo quieran llamar”. Uno de esos que para entrar te revisan el baúl del auto. ¿Estamos todos locos? Si el encargado de mi edificio, José, no les revisa los bolsos a mis invitados… Y mi marido mete presión cada vez que puede, y mis hijos disfrutan cada vez que estamos en uno, pero aún resisto. Sábado en la ciudad, en el depto, sin un programa para que los chicos desgasten… no estaría nada mal que en vez de estar rompiendo las bolas mientras trato de hilar dos frases estén fuera jugando.
Principio vs Comodidad. 0-1 por ahora.

Anónimo dijo...

¡No te preocupes mucho por esto! Tony Blair en sus tiempos de bohemio tocaba la guitarra en París frente a la librería Shakespeare and Company, mientras se firmaban manifiestos contra la guerra de Vietnam. Y mira después por dónde escoró... ¡Cágate lorito!