viernes, 4 de enero de 2008

De pura cepa




Al igual que siempre hay un gabacho roñoso para servir de ejemplo a la famosa leyenda que insiste en que los franceses son sucios, también se puede encontrar -sin tanto esfuerzo- algún argentino insoportable y pedante que confirma el tan poco popular rumor de que todos los oriundos de esas pampas así lo somos.

Las generalizaciones son peligrosas. Vaya si lo son! Pero a veces son tan delirantes que uno no puede sino tomarlas a la ligera y reírse de ellas. En el libro “La tía Julia y el escribidor”, los argentinos somos el blanco de las más absurdas y desagradables conjeturas que Vargas Llosa logra descargar a través de la boca del personaje de Pedro Camacho y de lo que éste escribe en sus radioteatros.

Además de tratarnos de asesinos de niños y explicar que la golosina de las porteñas son los piojos que les sacan del pelo a sus hijos (página 306*), cuenta también que la ahorrativa y tacaña dueña peruana de la Pensión Colonial …por ejemplo, no permite que ningún pensionista se bañe sino el primer viernes de cada mes y ha impuesto la argentina costumbre –tan popular en los hogares del hermano país- de no jalar la cadena del excusado sino una vez al día” (página 315*).

Los ataques hacia los criollos continúan más adelante en referencia al particular hábito de unos ancianos en misa que “a veces, sin saberlo, practicaban esa impía costumbre de las gentes de cierto país (conocido por sus vacas y por sus tangos?) de soltar cuescos y hacer sus necesidades con la ropa puesta durante el oficio” (página 375*).

Nos ilustra como una estirpe de salvajes y desaforados subnormales en la página 435*: “Poco después, hubo un partido en que la selección nacional se enfrentó a una pandilla de homicidas, de un país de escaso renombre –Argentina o algo así?- que se presentaron a jugar con los zapatos acorazados de clavos, y rodilleras y coderas que, en verdad, eran instrumentos para malherir al adversario”.

Despotrica también contra las mujeres de mi patria cuando cuenta la historia de Crisanto Maravillas, quien pese a su encogimiento y fealdad “tenía un hechicero atractivo para las limeñas […] Era que, estas mujeres, como las de cierto país que hasta en el nombre de su capital hace gala de pedantería (buenos vientos, buenos tiempos, aires saludables?), tenían la costumbre de preferir a los hombres deformes, por ese estúpido prejuicio según el cual son mejores, matrimonialmente hablando, que los normales?(página 492*).

Y se reserva una particular opinión sobre lo que aparentemente son los hombres de la capital: “En una [radionovela] se sugería, nada menos, que la proverbial hombría de los porteños era un mito, pues casi todos practicaban la homosexualidad (y, de preferencia, la pasiva); en otra [radionovela], que en las familias bonaerenses, tan gregarias, se sacrificaba por hambre a las bocas inútiles –ancianos y enfermos- para aligerar el presupuesto; en otra, que lo de las vacas era para la exportación porque allá, en casita, el manjar verdaderamente codiciado era el caballo; en otra [radionovela], que la extendida practica del fútbol , por culpa sobre todo del cabezazo a la pelota, había lesionado los genes nacionales, lo que explicaba la abundancia proliferante, en las orillas del río del color leonado, de oligofrénicos, acromegálicos, y otras subvariedades de cretinos; que en los hogares de Buenos Aires […] era corriente hacer las necesidades biológicas, en el mismo recinto donde se comía y dormía, en un simple balde” (página 196*).

O sea: una raza de freakies asquerosos y de mala alcurnia, peligrosos y mugrosos, de costumbres muy poco decentes. Unos auténticos monstruos.

Mejor perdernos que encontrarnos...






*Referencia: Mario Vargas Llosa, “La tía Julia y el escribidor”, Punto de lectura, ed.2003, Argentina.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mario Vargas Llosa: "La tía Julia ha sido prohibida en la Argentina, pero esto constituye una excepción. Y se debe a que contiene una serie de pesadeces contra los argentinos. Sin embargo, Conversación en La Catedral, que es un libro muy duro contra las dictaduras, circula allí perfectamente. Mis libros fueron prohibidos un año en Chile, pero ahora también allí circulan libremente. Es en Cuba donde están prohibidos. Porque no creo que en realidad lo que se prohiba sean los libros, sino las personas" (Mario Vargas Llosa en Vanidades n°10, 13 de mayo de 1980)

Anónimo dijo...

¿Semejante ristra de afrentas no tendrá que ver con que Pedro Camacho había sido abandonado por su esposa, una prostituta argentina, de la que seguía rencorosamente enamorado?