lunes, 21 de enero de 2008

Prefiero las sillas




Cada vez que voy a un espectáculo de éstos (cómo llamarlos? ballet moderno? danza contemporánea?)- salgo con la misma impresión: no aportan. No suman.

Restan?

Puedo ir a ver varios pero al final me da la sensación de que es siempre lo mismo.

El sábado acudimos al Théâtre National de Chaillot en Trocadéro. El Ballet National de Marseille había hecho pocas funciones de Silent Collisions (basado en "Las Ciudades Invisibles" de Italo Calvino) y ahora se despedían con Métamorphoses, libremente (muy, si se me permite añadir) inspirado en el clásico de Ovidio. El plus era que los hermanos Campana, stars brasileños del design de reciclaje, habían colaborado con la puesta en escena, la escenografía y el vestuario. Y como sus sillas nos gustan tanto, me encapriché con la ilusión de que esta vez sí que la representación iba a valer la pena.

Pero creo que la falla está en mí. No entiendo bien el mensaje. Igual, ahora tengo la teoría de que no hay nada que comprender, en realidad. Que se trata de saber disfrutar de sensaciones. De poder perderse en esos sonidos tan progresistas, y lograr apreciar esos movimientos tan imprevistos de los bailarines. Pero no es mi caso. Yo sí me pierdo, pero en mis propios pensamientos. No alcanzo a concentrarme en un par de hombres con faldas hechas de goma de neumáticos que saltan como con espasmos. Ni en las mujeres semidesnudas enredadas en argollas de metal. Ni en los otros dos que persiguen -como locos- lo que parecería ser un colosal preservativo destrozado.

No soy capaz de ser una espectadora aplicada. A decir verdad, soy pésima. Como que no me generan respeto. Creo, sinceramente, que con un par de semanas de entrenamiento yo también podría estar haciendo lo mismo sobre ese escenario. Y ser parte de esa troupe tan modernosa. Y cobrar fortunas.

Otras veces tengo la certera convicción de que soy una gran jugadora de rugby en potencia. Aunque se me caguen de la risa.

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