jueves, 3 de enero de 2008

En algunas ocasiones





Aunque sus dientes corroídos por la edad sean amarillos y deformes, aunque tenga anteojos de viejo y barba desprolija, aunque sus ropas huelan a humedad, está rebueno empezar el día con un hombre que te agarra del brazo por la calle y te ruega que no vayas a trabajar y que te quedes con él.

Así. De la nada.

Un desconocido que te alegra la vida.

Restez avec moi, s’il vous plaît!”, suplica.

No puedo.
Sonrío.

Me subo al colectivo y hago cuarenta y tres minutos de trayecto sentada a menos de un metro de un tipo de l’agencecon quien bailé alocadamente hace un par de semanas- que ni si quiera me dice “bonjour”.


No hay comentarios.: