jueves, 30 de agosto de 2007

An Old Raincoat Won't Ever Let You Down





Stef propone pedir el lunch a Pizza Hut. L, mi compañero inglés en la agencia, deja de chatear un rato para responder.


"No, Pizza Hut is for rainy days".

L es así:












Pero con cuarenta años menos.

Y a veces tira comentarios muy bizarros.

Me hace acordar a un profesor inglés que tuve en el Master. Mister Mc Nally. También parecido a Rod, pero completamente pelado. Era un verdadero bon vivant. Un par de veces dio clases con copa de rosé en mano. Y de vez en cuando tiraba frases para la eternidad.

Nunca me voy a olvidar lo que le dijo, durante un cocktail, a una alumna cargosa que lo internaba con una charla desmesuradamente aburrida:

"That would be interesting, if I were interested".

Lesson inolvidable.

Estuve tentada de utilizarla hoy, cuando Stef quiso contarme de su año en Jerusalem trabajando con niños discapacitados. Pero me pareció más diplomático levantarme e irme.

“Rentrame” que me gusta


Es la semana de la Rentrée. Se nota. Que qué es la Rentrée? Es la época del año cuando todos vuelven de vacaciones y comienzan las clases.

La noticia de la rentrée scolaire 2007 es que está de moda comprar utiles écolo para l’ecole. Ecológicos. Es lo más cool llevar un cuaderno o una birome de papel reciclado (si, si, leyeron bien, un bolígrafo hecho de papel), y sos un real winner si tenés la mochila de género bio. El pequeño detalle es que son más caros. O sea que para ser el rey verde de la clase tenés que pagar hasta un 30 % más de lo normal.

También está la rentrée littéraire que consiste en la publicación masiva de libros a partir de septiembre. Y en la consecuente crítica mediatizada de todas estas obras. El best seller del año parecería ser el libro que Yasmina Reza escribió sobre el presidente francés y su campaña electoral. “Sarozky”, como dice mi padre, protagonista total.

Tenemos la rentrée du cinéma, que se traduce en:
-una serie de estrenos en cadena (de todas las películas que fueron retenidas durante el verano con el fin de "hacer una mejor taquilla" después)
-descuentos en las entradas entre el 16 y 23 del mes. Tipo “paga uno, entran dos”.

Para que no falte categoría alguna, pasemos a la rentrée linguística. La edición 2007-2008 del Robert, el diccionario francés por excelencia, tiene más de 4000 palabras y expresiones nuevas. Entre ellas “tomber en amour”, traducción oficial de “to fall in love”. C’est la rentrée romantique, quoi!

Y obvio, la rentrée política que no detallaré porque es muuuuuuuuuuy pero muuuuuuuuuy aburrida. Lo único divertido es que François Hollande (el “concubino” de Ségolène de toda la vida) tiene amante nueva.


Pero en mi día a día, la rentrée se nota –básicamente- en que los pasajeros del metro (todos ellos caracúlicos, bien sûr) se multiplican por centenas; e ir al laburo consiste en viajar apretujada y sudada en un vagón donde el oxígeno no abunda y el desmayo se impone como amenaza number one.

Très sympa.

miércoles, 29 de agosto de 2007

How to tell




Cuando llevábamos casi un año de novios y yo me fui a Inglaterra por un mes solita, y vos me enviaste por correo sorpresa un par de guillerminas Camper coloradas envueltas en papel de diario, me dije que lo nuestro – evidentemente- era real love. Cuando me calcé los zapatos y comprobé que me entraban justo-justo, pensé en Cenicienta y en su príncipe azul.

Cuando vimos que la cosa se ponía más seria y te senté en el salón para explicarte que era importante que supieras que el hecho de que yo no cocinara bien –o mejor dicho, que yo no cocinara, punto- no iba a cambiar en el futuro –ni siquiera por amor- porque simplemente no me gustaba cocinar y prefería toda la vida cagarme de hambre a hacerlo; vos abriste grande los ojos, asentiste y dijiste « no importa, yo cocinaré ». Acto seguido me besaste y yo sentí que el corazón me explotaba y que realmente había encontrado a « the one ».

Cuando te revelé que mi postre preferido era el omelette surprise y que mi abuela me llevaba cuando era chica -solo en ocasiones especiales- a comerlo a La Emiliana, único restaurant porteño que se dignaba a hacer dicha complicada delicia; vos compraste todos los ingredientes y me hiciste uno gigante. « Acá le decimos Omelette Norvégienne », aclaraste, antes de pasarme la cuchara.

No cabe duda. Este es mi príncipe azul, me dije.
Directo al altar!

Hoy, a tres días de nuestro primer aniversario de casados y con las Campers en mis pies, quiero pedirte disculpas públicas por haberte roto el ordenador. Quisiera volver el tiempo atrás, hasta el sábado pasado, a las 9.17 de la noche, y atarme las manos y no tocar nada. Ni un enchufe, ni una tecla. Pero no puedo. La pantalla ya explotó y no hay nada que yo pueda hacer. Tuve la mala leche de que estuviera en mis manos cuando sucedió.

Sé que a veces no es fácil ser el marido de Milky Girl y lidiar con la mala suerte. Pero soy así, viene todo en el mismo combo.

Solo una frase más (que no vale aplicar para infidelidades) : en el perdón está el verdadero amor.

(Moi aussi, je t’aime)

martes, 28 de agosto de 2007

Llamado a la solidaridad


Se necesita con cierta urgencia dadores de sangre nueva, sangre fresca, factor dame-algo-positivo, en grandes cantidades, para toda la populación parisina que padece de caraculismo genérico imborrable, sobre todo en la línea 1 y 12 del metro.

Muchas Gracias.

lunes, 27 de agosto de 2007

Mariage à la française


LA CEREMONIA

El sol partía la tierra y la temperatura hervía los cuerpos desacostumbrados a semejante calor de abril. La ceremonia era en diez minutos y yo me encontraba en jeans, en el auto que mi marido conducía como un bólido. Llegamos al pueblito en cuestión –típico village francés: la poste, la banque, le café- y estacionamos al lado de la iglesia.
Nos bajamos, Julien abre el baúl y comienza a desvestirse. ‘Allez, Agus! Apurate!’ me grita. Apurate, ¿qué? ¿Qué está haciendo este hombre con quien juré pasar el resto de mi vida? Ah, no!! No, por favor, Dios, decime que no es lo que creo.

De repente distingo la figura de otros individuos, de pie junto a sus coches, que repiten los mismos movimientos de mi amado cónyuge: mujeres y hombres desvistiéndose a lo largo de la calle, cambiándose sus humildes ropas de weekend por algo más digno –aunque uno pueda preguntarse si después de semejante acto cabe seguir hablando de dignidad- para asistir al casamiento. ‘Agus, te toca’, desafía Julien en torso desnudo y slip apretado, exhibiendo su esbelta figura al resto de los presentes. Comprendo la situación con una sabiduría asombrosa y casi-casi sin chistar agarro mi conjunteli y me cambio en el asiento trasero de la Renault-Scénic.
No iba a permitir –a pesar de que calzarme las medias con bombacha fuese claramente una misión imposible- que el cultural clash me arruinara la tenue planificada milimétricamente durante las últimas dos semanas. Pollerita verde, top y zapatos blancos, y sombrero para coronar. Bien sûr, post-maquillaje veloz frente al retrovisor, encaro con una diva-attitude del jopón. Entramos a la iglesia segundos antes que la novia.
Divina. Divina ella y el cortejo: siete nenas que la seguían vestidas igual que yo. Con falda verde y camisita blanca, la única diferencia entre ellas y yo no era tanto la estatura como el hecho señorial de llevar sombrero. Empezamos bien…

EL COCKTAIL

Me presentan a Celine, quien me confiesa de entrada la peor de sus tragedias: “No conozco a nadie”, me dice con una complicidad digna de una amistad de años. Ajá!

Inmediatamente me siento víctima de un plan maquiavélico orquestado vaya a saber uno por cuál de todos estos franchutes a quienes debería empezar a llamar “familiares”. “Encajásela a la petite argentine que está más perdida que la una”, debe haber sugerido algún hijo de puta. Pues ese mismo sinvergüenza debería encargarse de comunicarle a Celine que la petite argentine no se hace amiga de cualquiera, y menos de una persona del sexo femenino que no hace nada para disimular semejante cantidad de bigotes.

¿Ni siquiera por una noche podría yo simpatizar con la peluda errante? No. Fiaca. Mucha fiaca.

Pero la ley del mínimo esfuerzo no me impide sonreír, acercarme a la primera rondita de invitados, introducirme con un par de codazos sutiles y encarar con un: ‘Conocen a Celine?…No conoce a nadie, se las presento, Celine, Lucie, Maud, Xavier, Sabine, Joseph y Pierre-Etienne’. Uf! Viva el memotest y la agilidad de mis neuronas para recordar nombres y caras. ¡Bravo! ¡Yastá! Se la encajé al grupete. Me decido a dar media vuelta y escabullirme, cuando Pierre-Etienne –me pregunto si con inocente picardía-, me tira: ‘¿Y quién es quién? No te vas a ir sin explicarle, non?’. ¡Qué yeguo! Vamos, fuerza, la prueba de fuego. Ya en el trayecto hacia la ceremonia habíamos dibujado el árbol genealógico, pero como el número de integrantes superaba la media centena, el riesgo de quedar en ridículo era bastante alto. ‘Cómo no’, respondo con una sonrisa Colgate, ‘Pierre-Etienne es el hijo de François y Eli, igual que Joseph y Lucie; Sabine es hija de Laure, que no vino, y Xavier es el marido de Sabine; Maud es hija de Yves y Lorraine, y hermana de la novia, y por lo tanto prima de todos los aquí presentes…”

Alors, Chapeau ou pas chapeau? La regla mnemotécnica a aconsejar a nuevos integrantes del clan es reconocer a Xavier y a partir de ahí desarrollar los lazos entre todo el resto. ¿Que cómo sabemos cuál es Xavier? Muy fácil: el único negro de toda la fiesta. Oui, oui, en toda familia tradicional hay alguna hija rebelde que se casa con un outsider para desafiar a los padres.

Ahora sí, triunfante pero con un poco de culpa por la ‘funcionalidad’ del color de piel del pobre Xavier, me doy media vuelta y me dirijo a la dama de la botella de champagne: de esa SÍ que puedo hacerme amiga!

LA FIESTA

Bienvenidos a la típica celebración chicle en la cual todo se estira al máximo. La entrada, una hora y media; la cena, dos; el postre y los quesos, otra hora, y los sketches –pésimos e incomprensibles todos ellos- otra hora más. Pasada la una de la madrugada y sin haber escuchado aún ni media canción, mi paciencia sumada a mi cansancio y multiplicada por la charla híbrida de Celine (sí, sí, ese hijo de puta me la jugó bien y la sentó en mi mesa) comenzaba a dar resultados indeseables como los bostezos y las reflexiones existenciales del tipo ‘¿Quién me mandó a casarme con este?’ o ‘¿Qué carajo hago yo acá?’, que suelen ser bastante perjudiciales para la salud de cualquier pareja. La calidad del vino y de la comida eran factores que no colaboraban para nada con la desastrosa situación.
Mi arma secreta era la cafiaspirina traída expresamente de París para casos de urgencia. Y éste lo era. Definitivamente. Pero la ausencia de Coca-Cola me forzó a ingerir el comprimido con agua y el efecto no fue el deseado. No. Quince minutos más tarde yo seguía sentada a la mesa con la misma cara de culo.
“¿Por qué el DJ no empieza de una buena vez?”, le pregunto a Julien.
“¿Qué DJ?”
Nada peor que una respuesta en forma de pregunta que va a derrumbar la soirée. Desesperada, busco con la mirada algún indicio que me ayude a refutar lo que acaba de presagiar mi marido. Pero lo único que encuentro es un par de adolescentes que luchan por conectar los waffles de un equipo de música a una compu enchufada a un ipod. Julien dijo la verdad: existen personas que hacen una fiesta para más de 150 invitados y no contratan a ningún disc-jockey. Difícil de creer, pero totalmente cierto. Lo único que nos va a salvar es el dúo de primos quinceañeros al borde del coma etílico que intentará ‘enganchar’ –no con mucho éxito- un hit ochentoso atrás de otro. La noche está en pañales y yo, jodida. Muy jodida.

LA SUITE

A las cinco menos cuarto de la mañana, tras haber bailado con toda la garra que pude ponerle a dicha misión, mi resistencia a once centímetros de taco alto y canciones de mierda se agotó. Por suerte, las fuerzas de mi marido también, y entonces pudimos hacer campaña para convencer a mi suegra de ir a dormir. Habíamos reservado dos habitaciones en una casa a menos de dos kilómetros de la boda, en medio de la campaña. Una para la mamá y la hermana menor de Julien, y otra para nosotros. Un solo auto para llegar a nuestras confortables camas. Isabelle, quien había pasado antes de la ceremonia por nuestro alojamiento, puso una insistente resistencia frente al hecho de partir.
“¿Por qué? ¿Qué pasa, Isabelle?”, le pregunté a mi suegra con un poco de presión.
“Les tengo que decir algo: el lugar donde vamos a dormir es…es…es una pesadilla”.
Durante todo el trayecto, mi belle-mère se dedicó a despotricar contra el dueño de las habitaciones, sus dos perros roñosos y sus tres gatos. Que hay pelo de animal por todas partes. Que huele toda la casa a pis de felino. Que no se puede estar ni en el jardín porque hay un establo con seis vacas y un olor a bosta que mata. Que nunca vio semejante cosa en su vida. Ni siquiera en África ni en Vietnam. Que las sábanas están sucias. Y que patatín y que patatán.
“No seas exagerada, mamá”, la calló Julien. “Seguro que no es tan grave como para pasar sólo una noche…ni siquiera una noche, unas horas!”
Tu verras” le respondió su madre, con una mirada vengativa que me dio miedo.
Bajamos del auto y un vaho de aroma a mierda nos hizo knock-down. Atravesamos el jardín apestoso como pudimos, esquivando hedores y gnomos sonrientes de yeso para por fin abrir la puerta y ser atacados por dos caniches gruñentes. Una escalera en penumbras, tres siameses postrados en la puerta del pasillo, y por fin la luz.
La moquette marrón-caca cubría toda la superficie. Inclusive el baño. Las bolas blancas y grises del pelo de los animales estaban por doquier. Nuestra habitación, empapelada con una especie de alfombra rosa, era lo que uno podría llegar a describir como un horno kitsch mugroso en el cual, en efecto, se cocina pis de gato…

No hay nada peor que una suegra que tiene razón.

EL BONUS TRACK

Tras pasar tres horas y media sumergida en la peor de las atmósferas, sin poder pegar un ojo y controlando mis ganas de vomitar, logré levantarme y hacer el ruido suficiente como para despertar a todo el resto. Habíamos dejado las ventanas abiertas y la invasión de moscas evidenciaba salvajemente lo insalubre que era nuestro cobijo. Nos vestimos como pudimos y salimos prácticamente huyendo, sin ducha ni desayuno.
Fuimos de los primeros en llegar al brunch, hecho que deberíamos haber evitado a toda costa. La cosa es que, en los mariages franceses, la tradición dice que a la mañana siguiente de una boda, todo el mundo se reúne para comer las sobras y comentar el fiestorro. La costumbre es así: todos colaboran instalando sillas y mesas, manteles y comida, y todo aquello que haga falta. Una vez terminada la jornada, los que no fueron lo suficientemente vivos como para irse antes que los otros, tienen que levantar, ordenar y limpiar. En pocas palabras, un brunch significa laburo, mucho laburo.
La verdad verdadera es que me hice un poco la sota, y trasladé cuatro sillas y un par de servilletas mientras todo el resto se movía de acá para allá. Disimulé un poco haciendo caminatas de ida y vuelta a la cocina, con la mejor cara de hacendosa que pude rescatar.
Pero debo confesar que mi estado zombi no ayudaba demasiado. Después de charlar un poco por allá, picotear un poco por acá, alzar unos cuantos bebés y juguetear con un par de niños, me tiré a dormir la siesta en el césped.
Grave error: cuando me desperté, casi todos se habían ido y la madre de la novia buscaba desesperadamente un candidato para trasladar la basura hasta un camión. Tarea nauseabunda si las hay.
¿A que no saben a quién se la encajó?

viernes, 24 de agosto de 2007

Merde alors !



Para quienes todavía no hayan entendido mi día a día (qué interés puede tener alguien en conocer mi « para nada interesante rutina » ?), aclaro que no hago el trayecto desde casa a la agencia en bici. Habría que estar muy mal de la cabeza para hacer diez kilómetros de ida y otros diez de vuelta, todos los días y con esta lluvia (FYI : hace más de un mes que diluvia en París).

Si los franceses utilizan la expresión « métro-boulot-dodo » (=metro-laburo-cama) para hacer referencia a la aburrida vida del típico trabajador urbano, lo mio viene a ser « métro-vélo- boulot-dodo » : me subo a la línea 12, combinación en Concorde con la 1, me bajo en Pont de Neuilly, y ahí me subo a mi bicicleta y pedaleo ocho minutos hasta la isla donde queda la agencia.

Suena a cuento chino, no ? Lo increíble es que con este sistema gano entre 20 y 30 minutos de viaje dado que de no hacer el trayecto final en vélo, tendría que tomar un bus que tarda años.

Es riesgoso, lo sé, ya que cada noche mi dos ruedas corre el peligro de ser robada. Amenaza que se potencia cada fin de semana. Pero no me queda otra que atarla con una súper cadena y rezar para que no desaparezca.

Hoy cuando salí a la superficie y recogí mi bicicleta, me di cuenta que en el canasto había algo que yo no había dejado : un sorete. Un mini-sorete, ahí, en un rincón. Una caquita en forma de rulo, como una cola de cerdo. Marroncita-verdosa. De consistencia fuerte pero corroída por las precipitaciones. No era de pájaro. Miré hacia arriba para comprobar que las ramas del árbol más cercano estaban muy lejos de cubrir el canasto. Será de rata ? Será de gato ? Será de humano ?

Con todo el asco del mundo, saqué un kleenex de mi cartera, envolví la mierdecilla y la tiré a una basura.

Este viernes comienza bien. Algun ángel travieso se encargó de dejarme una señal. Pasó volando sobre Neuilly-sur-Seine, se detuvo sobre mi vélo, y despachó su excremento celestial.
Merci. No vaya a ser que la semana termine bien…

jueves, 23 de agosto de 2007

What a shameful situation!



L es un joven inglés de 23 años que trabaja conmigo. En Francia, éste es su primer « real job », como dice él. En su laburo anterior, L sudaba la gota gorda vestido de blanco en el patio de entrada del Château de Versailles, controlando los tickets de cientos de turistas. Es perfectamente bilingüe y cuando habla en su lengua materna me derrite. Me pone auditivamente. Porque visualmente está muuuuuuuuuuuuy lejos de atraerme. Es macizo y ancho, un muchacho corpulento. Come como un caballo, lo cual me da mucha pena porque mientras que yo me gasto un ticket restaurant en cada almuerzo, él tiene que pagar con dos. Pas juste la vie ! Está demasiado encorbado, es rubio-natural-teñido-de-rubio (se decolora el pelo con reflejos, how disgusting is that ?) y tiene cara de…inglés!

El primer día que empecé a trabajar en la agencia, L no estaba. El segundo, vino una hora. El tercero, volvió a faltar. Cuando por fin se reintegró, me confesó que había sufrido un coma etílico y había estado internado en el hospital. Esa fue su carta de presentación.

La verdad es que es divino, muy cool y funny (funny ha-ha, not funny peculiar).

De vez en cuando me adula mi nivel de inglés y yo me pongo colorada. Pero nunca nunca nunca me miró con onda. No es que yo esté buscando algo, pero realmente es muy desmotivante trabajar en un lugar en donde nadie te observa con deseo. Nadie. Ni uno. La mayoría son mujeres, y en mi campo visual solo tengo a Stef, gay renegado, y a L. Y aunque jamás de los jamases le daría (aunque dicen las malas lenguas que soy bagrera, I’m already taken for life), me afecta terriblemente al ego el hecho de que él me haya sacado del grupo de las colleagues dignas de contemplar. Qué digo ?! No es que me haya sacado…es que nunca estuve en ese grupo. Never. Jamais. Out of the market. Será el efecto alianza ? No, no creo. Tengo la sensación de que ni siquiera soy una « se mira pero no se toca ». Para él debo ser la vieja sudaca que esta ahí sentada, pelotudeando todo el día. Esa de ahí. Y si, como me temo, desde su escritorio llega a ver por abajo del mio, y ve los rollitos que se me hacen cuando me siento, seguro seguro que mentalmente me pone la etiqueta « that fleshy lady over there ».

Hace un par de días, that fleshy lady over there (o sea yo misma) estaba traduciendo un texto del español al inglés. Era para una amiga mía, diseñadora de moda. El tema era el amor. Asi que cuando me empezaron a surgir dudas, comencé a bombardear al pobre L con preguntas.

Que cómo se dice esto, y como dirías aquello. « Butterflies in the stomach » está bien ? Ah, no? Mira vos! “Your tummy flutters”? Qué simpática la expression!

Al terminar el día, imprimí mi final draft y lo llevé al escritorio de L.
Have you got five minutes ?
Me podrías corregir esto, please.
«Más que nada, quiero saber si suena a real English», le dije, apoyándome con las manos sobre su mesa y sacando culo. Ese día me sentía un poquito diva, con jeans apretados, botas altas, y un escote generoso. A ver si podés continuar TAN indiferente a una mujer como yo...
« Acá qué te parece que ponga ? “I’m burning like a fire” ? O te parece demasiado horny? ».
L me miraba de reojo, sin animarse mucho a apuntarme la vista directamente. Cuando por fin lo hizo, estaba completamente sonrojado.

Mission accomplished, pensé. Aha, guacho! Estás excitado! Aunque estemos separados por años luz con respecto a la edad, todavía puedo generarte cosas, viste ?

Me di media vuelta y me fui caminado con la frente muy alta, cual top model triunfante por la pasarela, con dirección al baño. Llegué, me miré al espejo –dispuesta a autofelicitarme- y descubrí que tenía la bragueta baja. Completamente baja. Y sí, se veía todo. To-do.

miércoles, 22 de agosto de 2007

No aclares que oscurece (or just to cloud it)

Volvamos a Milky Girl. Hace poco me puse a buscar el verdadero significado de esta frase en internet. Evidentemente, en la realidad verdadera, no significa lo que para mí. El traductor electrónico Larousse que llevo en mi cartera dice así:

MILKY (adjective):

1. British [with milk] con mucha leche
2. [pale white] lechoso/a, pálido/a

Mientras que en el diccionario Inglés-Inglés aparece lo siguiente:

1. resembling milk in color or consistency
2. MILD, TIMOROUS
3.a. consisting of, containing, or abounding in milk
3.b. yielding milk; specif: having the characteristics
of a good milk producer

Y agrega « -milkiness NOUN ». Me encanta esa palabra. MIL-KI-NESS. Sobre todo el sonido.
Sigo explorando diccionarios online y descubro que además de estar hecha de leche (lo que se diría un auténtico producto lácteo), ser pálida (cierto, by the way) y tímida (a veces), « milky » también puede entenderse como « meek » (=manso). Esta designación me hace asociar todo el concepto al mundo animal.

Sigo la research en Altavista y encuentro « muchacha lechosa » para la traducción literal en español y « fille laiteuse » en francés. Sospecho que quizás MILKY GIRL haga referencia a algo porno, pero continuo mi búsqueda en Google Images.

Encuentro –después de filtrar referencias a la Vía Láctea- estas muñecas de origen asiático bajo el título que me concierne:




No, esa no soy yo.








Esa tampoco. Aunque un poco se me parece.

Sigo et voilà ma surprise:











Mangas pornos? Rusos quizás?

No estaba tan equivocada. Y por si alguna duda me quedara, reparo que cuando busco MILKY GIRL en el Google francés, me aparecen los siguientes links comerciales en una columna a la derecha:

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Toda una joyita.

martes, 21 de agosto de 2007

Yo soy yo y mis circunstancias

Yo estaba apenas llegando a mis dulces veinte cuando comencé a notar en mi día a día una serie de circunstancias particularmente características de la mala suerte. Eran como los más tontos ejemplos típicos de la ley de murphy –que a mí me sucedían con perseverante frecuencia- pero potenciados a otros niveles.
Como que toda la vida soñé con el viaje de egresados a Bariloche y justo justo ese año las agencias comienzan a proponer otras opciones y los padres eligen que el grupo viaje a Chapelco. Un embole de aquellos. O que haya deseado durante 14 meses que Eduardo A., aquel muchacho de mirada penetrante, me besara en la fiesta de fin de año, y cuando por fin lo hace, en ese preciso instante en que sus labios se posan sobre los míos, estallan las piñas y el festejo se suspende.
Luego empezaron otros incidentes más graves como cuando me inscribí en una carrera de estudios, completé el primer año, y a los días me enteré que dicho programa educativo sería anulado “para siempre”. No, aquella vez no me gradué.

A medida que pasaba el tiempo, esta especie de maledicción empezó a transferirse a los que me rodeaban. Once again, algunos episodios eran tonteras, otros más serios. El solo hecho de encontrarse en mi compañía podía hacer que una persona perdiera un avión, o la vida en un accidente automovilístico.

Por aquel entonces tenía un novio que se dio perfectamente cuenta de lo que pasaba. Su chica era yeta, no solo emanaba mala suerte, sino que también la contagiaba. Cada vez que él jugaba al billar y yo estaba en la sala, perdía. Si lo acompañaba a trabajar (sacando fotos), algo se rompía. Etcetera, etcetera. Y cuando estas desgracias sucedían, él exclamaba: “qué mala leche!”. Poco a poco la gravedad de estos desafortunados hechos fue in crescendo y por lo tanto empezó a decirme que yo era mala leche. Finalmente, el minimalismo linguístico lo pudo, y cuando nos encontrabamos ya no me llamaba por mi nombre, sino que me saludaba con un “Hola, Leche”.

Niña Leche. Así decidí rebautizarme. Y con ese seudónimo comencé a escribir algunas crónicas fatídicas que repartía entre mis conocidos. Milky Girl, para sonar un poco más cool. Ya no soy tan niña, aunque no niego que me gustaría, pero una cosa es segura: su esencia es la base de este blog.

lunes, 20 de agosto de 2007

As promised





Le chapeau.

Naturismo Europeo

Este finde me tocó ir a La Rochelle, a visitar a Philippe –un amigo de J- y su mujer alemana, Ursula. Ella es pelirroja y muy flaca. Su nivel de francés es similar al mío y quizás sea por eso que nos llevamos tan bien, desentendiéndonos mutuamente.


Cuestión que estabamos las dos tiradas en la playa, cagándonos de frío, mientras nuestros machos galos nadaban en el mar. A pocos metros había una femme de mediana edad en lolas y entonces le pregunté a Ursula si ella hacía topless (mental note : tengo que averiguar cómo se dice topless en francés porque al principio no me entendió). Me dijo que sí, que incluso lo practicaba en Munich, cuando iban a hacer un picnic al lago, donde algunas personas hasta hacían nudismo total. Le divirtieron mis ojos en shock, y entonces me contó que a veces van a un sauna mixto, donde la gente suda completamente en bolas.
Le dije que yo nunca podría, que soy muy pudorosa. No solo con mi cuerpo, sino que tampoco me banco ver a los otros desnudos. Como ejemplo, le relaté lo que me sucedió el año pasado, durante un weekend en la casa de campo de unos amigos:

Eramos como 30 invitados de distintas partes del mundo. Para alojar a todos, se instalaron carpas e inclusive hubo quienes durmieron à la belle étoile (sí, sí, yo misma y mi campestre marido fuimos de los pocos que se atrevieron a dormir al aire libre), dado que la casa era muy pequeña. Tenía un ambiente grande con mesa, sillones y tres camas, y un único dormitorio con una cama matrimonial, una bañadera (oui, oui, en la chambre) y una especie de armario que albergaba un inodoro (también dentro de la habitación). O sea que para ir a hacer pis tenías que atravesar todo el dormitorio y encerrarte en el WC, que dicho sea de paso no cerraba bien. Era eso o ir a hacer al bosque, como tranquilamente hacia J. Una de las veces que osé llevar a cabo dicha travesía para saciar mis necesidades, me encontré con la puerta de la chambre entreabierta. Golpeé y pedí permiso para pasar. Desde adentro, una voz femenina y una masculina asintieron. Abrí la puerta y me encontré con una alemana en bolas, sentada en la bañadera sin cortina, con duchador en mano, lavándose sus partes íntimas mientras charlaba con su amigo austríaco (a quien no veía desde hace tiempo, según me explicó) que estaba sentado –completamente vestido- en el borde de la tina. Me encerré en el toilette, hice pis, junté mucho coraje para salir, y volví a pasar por al lado de estos dos que se ponían al día como panchos por su casa. Un horror!

A Ursula no le pareció tan grave, y me dijo que ella podría llegar a hacer lo mismo, dependiendo del amigo y de quiénes pudieran irrumpir en la salle de bain en dicho momento. Le dije que yo ni loca. Que será cultural, todo lo que quiera, pero que había cosas a las cuales yo no podía ceder. Ni siquiera como testigo.

En ese momento J y Philippe salieron del agua y se nos acercaron. Philippe tenía frío. Se secó con la toalla, se puso una remera y se sacó el traje de baño. Ahí, delante de todo el mundo. Delante mío. En culo. Se cambió y se puso un short. Y no es la primera vez que lo hace. Y no, y yo no me acostumbro...

viernes, 17 de agosto de 2007

Hasta dónde llegaré…


Estoy en el metro y no puedo dejar de pensar en el sueño que tuve. No solo por el contenido –que detallaré en breve- sino por el hecho de recordarlo. Ultimamente mi memoria de goldfish me estaba jugando una mala pasada y además de bloquearme la realidad también me borraba mis fantasías nocturnas. Mi « vida paralela », como dice J, a quien le relato cada mañana mis aventuras en tierras de Morfeo. Porque yo soy de esas que siempre sueña con contenido. Para mí, dormir es un poco como ir al cine. Quizás por eso me guste tanto ir a la cama. Pero ya ven, parece que sufro de alzhaimer precoz galopante y por eso hoy estoy tan contenta con el souvenir de mi sueño de anoche.

Zeta Bosio venía a cantar al salón de actos del Lincoln. No tenía mucho público pero daba un espectáculo increíble. En algunas escenas tenía el pelo largo –como en los ochenta- y en otras estaba pelado –como en los noventa. Yo, obvio, estaba como loca, bailando descalza y haciendo pogo conmigo misma mientras el cantaba "Persiana Americana" con la voz de Cerati. Cuando terminaba salía corriendo porque esa noche tenía el primer concierto en River. Cuando se estaba subiendo al auto yo lo agarraba y le pedía si me podía llevar al estadio, que yo también iba para allá. Aceptó pero como estaba apurado no me dejó ir a buscar mis zapatos. En el camino yo le comentaba que “qué bueno estaba su auto, que parecía un bulo” y él me sonreía y me acariciaba el brazo. Recién cuando estábamos llegando le confesé que no tenía entrada y si podría pasar con él. Me dio un pico y me dijo que sí. Nos bajamos, me agarró de la mano y me dijo que lo siguiera al backstage. Atravesábamos un túnel oscuro y él me soltaba. Corrí y corrí hacia las luces que veía al final. Y cuando por fin salía, me encontraba en el medio del público, se prendían las luces del escenario de un golpe y aparecían los tres Soda Stereo, a full, que empezaban con « Te prefiero, fuera de foco, inalcanzable-e-e… »

Y ahí me desperté. Fuck ! La estaba pasando tan bien !


Vuelta a la realidad.

Vuelta al metro. Línea 1. Hago fuerzas para tratar de rescatar todas las sensaciones oníricas que ya comienzan a evaporarse. Pienso en J, y en que no debería dejarme sola en París porque evidentemente me pongo muy horny y sueño con otros.



Reanalizo toda la historieta y sospecho que quizás no tiene tanto que ver con el sexo. Que evidentemente hay algo de homesickness. Y comienzo a adivinar interpretaciones baratas y otras más dignas de serio psicoanálisis. Guau ! La mente es increíble : creo que fabrico festines para el diván.

Pienso en la vuelta del trío y en los recitales que van a dar en un par de meses. Y yo no voy a estar ahí. Igual que no estuve cuando nevó. Pienso en mi amiga que está en Buenos Aires al borde de dar a luz.




El metro se detiene y una voz anuncia la estación « Argentine ». Todas las mañanas levanto la cabeza en ese momento, leo el cartel, pienso en mi país y maldigo : « No, yo ahí no me bajo, me quedan tres estaciones más ».

jueves, 16 de agosto de 2007

Cinco días en los Alpes (o una mirada antropológica sobre las vacaciones en familia)



Ah, les vacances! Ah, les vacances en los Alpes con la familia política! Hace años que lo hago y me doy cuenta que hay muchas cosas a las que me adapté y otras a las que no tanto. Ya no me choca demasiado estar rodeada de gente hiperactiva. Que mi suegro construya, desconstruya y reconstruya la casa ya me parece normal. Tan normal como que mi marido se pase el día cavando pozos para arrancar las malas hierbas del jardín o que su hermana corte el pasto o pinte paredes durante horas. En la casa de la montaña hay cosas que no cambian nunca; pero de vez en cuando también surgen novedades…

Como siempre:

- el tema de conversación predilecto: ya sea durante el desayuno, el almuerzo o el aperitivo, el tema de charla obligado es el jardín y si te parece que tiremos abajo aquel viejo tilo, o si creo que el manzano dio suficientes frutas esta temporada, o si no es mejor cortar las ramas del pino aquel que nos tapa la vista panorámica. Cualquiera sea la conclusión, la picture de mi suegro en cueros talando árboles se reitera cada verano.
- recogida de frambuesas en el bosque, J tarareando como si fuese el momento más feliz de su vida, y yo corriendo y gritando “me atacan” mientras me persigue una manada de moscas, abejorros y bestias varias.
- the home-made moment: frascos que hierven y aparatos indescriptibles para hacer mermelada casera (de frambuesa, obviamente).
- el tire y afloje entre mi suegra y yo para ir a hacer una caminata. Momentos de tensión. Esta vez la ganadora fue ella. Y sí, tuve que caminar por la montaña para hacer un picnic en auténtico contacto con la naturaleza. Una excursión en honor a los Von Trapp: do, a deer, a female deer, ray, a drop of golden sun...
- la visita al marché autóctono del pueblo más cercano: pintó sombrero azul (prometo foto).
- siempre, siempre, siempre hay un momento en el cual me pongo a llorar, puteo en todos los idiomas y grito ‘qu’est-ce que je fais ici?!’ (= ‘qué carajo hago yo acá?!’). En general son situaciones que yo considero de vida o muerte. Esta vez fue el camino que J eligió para volver desde la rivera a la casa: escalada de precipicio con suelo de barro. No me maté de casualidad. Y no me divorcié porque Dios es grande (y porque J me pidió perdón).



Quoi de neuf? (Lo nuevo):

- mi suegro compró dos bicicletas de competición y lo enganchó a J para acompañarlo en su locura de turno. A saber, cuando J dice ‘Me voy a dar una vuelta en bici con mi viejo’ significa por lo menos 40 kilómetros de pedaleo en subida y en bajada, levantarse muy temprano a la mañana y vestirse como Borat.
- el ataque colectivo de la familia: frenar el auto en plena ruta y bajarse como salvajes a recoger ciruelas del piso. Ah, y comerlas al instante, of course, sin lavarlas ni nada…toxoplasmosis asegurada!
- Ojo! Agusita empezó a manejar por la región, lo cual implica caminos de cornisa: que no se entere madre.
- por fin, mi suegro empieza a comprender a la petite argentine y en vez de amenazar con comprarme esquíes de fondo o zapatos de trekking, se resignó y tiró: ‘mañana te compro una hamaca paraguaya’.
- la raqueta mata-moscas eléctrica que traje importada desde Argentina: tenis asesino, el deporte estival.
- otro elemento que se impone esta temporada: la laptop de Mac. Pero si bien la tecnología invade nuestras rústicas vacaciones, hay que saber que cuando mi suegro pone una peli, es una que él ya vio, lo cual le da el poder suficiente para ir describiendo escena tras escena. In-so-por-ta-ble. No digan que no les avisé!



viernes, 10 de agosto de 2007

Wrong way to go


Ayer, aunque trabajé más que nunca, también tuve tiempos muertos. Tuvimos, mejor dicho. Nadie tenía mucho que hacer. Ni siquiera los del team de al lado, que trabajan como burros para la comunicación visual de un gran supermercado, estaban laburantes. En un momento, el aburrimiento colectivo era tal, que Stef quebró. « No puedo más », dijo casi ahogándose. Sacó una revista alemana de su mochila y se puso a leer. Mi jefa lo miró, y sin comentario alguno, tomó su American Psycho del cajón y comenzó su lectura. Yo no tardé mucho en reaccionar y sin disimulo alguno agarré mi Harry Potter de la cartera y empecé a leer.

Ellos no duraron mucho –se ve que tienen la concentración floja- y al cabo de casi media hora retomaron el pelotudismo online, actividad number one de la agencia. Pero esta vez la iniciativa fue grupal. Mejor dicho inter-grupal porque el equipo de à coté, los del supermercado, se unieron a la propuesta.

Mira este chiste qué gracioso, ja !
Te paso este blog que es re-divertido...
Viste que curiosa esta página de estadísticas ?
A ver quién resuelve este juego ? Se los paso...

Yo continuaba con Hermione y Ron, siguiendo por los pasillos de Hogwarts a nuestro héroe hechicero sin participar en lo absoluto de la nueva modalidad. Pero cada vez era más difícil concentrarme. Empezaban los gritos y las burlas. Y en pocos minutos todo se transformó en un categórico alboroto. Algo estaba pasando…

Putain ! Grenouille de merde!
Mais, je ne comprends pas ce truc !

Dejé Harry a un lado y pregunté qué pasaba. Me dije que quizás era una buena oportunidad para mejorar mi integración a l' agence, temita que viene bastante flojo por cierto.
Un poco desganado, Stef me fowardeo un email que contenía un pasatiempo de unas ranitas. El challenge no sólo era pasarlas de un lado al otro, sino que para salvar el honor del IQ propio, había que hacerlo en menos de tres minutos. Ellos ya llevaban más de cinco intentándolo.

Abrí el archivo, lei la consigna en francés, e hice un primer ensayo. Recién entonces comprendí realmente el objetivo del jueguito, y probé una segunda vez. A la tercera, lo logré.
Habían pasado menos de tres minutos desde que había recibido el email.

"J’ai réussi !", grité eufórica, cortando todas las voces agitadas de un golpe.

Silencio.

"Non, c’est pas possible", dijo Stef riendo.

Se acercó a mi monitor, mascullando algo como « no debes haber entendido la consigna » y cuando vio la pantalla enmudeció.

« Tapa, tapita, cara de chivita », cantaba yo para mis adentros.

Levanté los brazos victoriosa y volví a gritar : « Ganeeeeeeeeeé ! ».

Del supermercado vociferearon algo así como « Non, Stef, es verdad ?! ». Stef puteó, por primera vez en la historia Stef puteó. Y les confirmó la data : la petite argentine había resuelto el problema antes que todos los demás.

Sí, seré rapidita, pero indudablemente carezco de estrategia. Con actitudes así, cada vez menos integrada.

jueves, 9 de agosto de 2007

Hoy no soy yo


Ayer fue otro día lluvioso. Cats and dogs. Se supone que estamos en la mitad del verano, como si fuera el febrero argentino, pero todavía no logramos tener más de dos días estivales seguidos. Una depresión.
Hoy también amenaza la pluie, y hace 17 grados.
Dormimos con las ventanas cerradas y mi ventilador está en la baulera. Desde hace más de dos años.

Pienso en el agua. Pienso en un cambio. Pienso en mi blog.

J y yo tenemos gustos diferentes. Y con respecto a la lectura y al cine, estimo que nuestras preferencias se pueden extender al resto de nuestros compatriotas. Como la gran mayoría de los franceses –creo yo-, J adora las descripciones. En cambio para mí, lo que importa es lo anécdotico. Story-driven. Casi nunca nos gustan las mismas películas (él adora los films asiáticos), y para los libros es igual.

Y así llegamos a los blogs. El es fan del de Jerome Attal (muy vueltero y barroco), y a mí me tiene enganchada uno de una palermista desconocida, muy dinámica, directa e irónica.

Asi que hoy, J, voy a intentar hacer honor a tus pasiones y cerrar esta entrada con un párrafo digno de otro blog.


Una gota sobre su nariz. Pensó en ella. Ella y el mar. Ella, la noche y el mar. Palpitaciones. Dormida, allí, a su lado. Casi podía tocarla. El olor a sal emanaba de todo su cuerpo. Sus pies eternos, sus piernas de niña, toda ella olía a sal. La mar la recorría en sueños. Se colaba por cada pliegue y nacía de todos sus poros. Su ombligo parecía un caracol de la playa. Creyó escuchar el sonido de las olas que salía de su centro umbilical y que lo envolvían hasta llevarlo a la orilla. Sus pechos suaves y arenosos al mismo tiempo. Sus hombros de sirena, su cuello oceánico, sus labios húmedos. Dejó escapar un suspiro de marinero. Cerró los ojos y la besó…

miércoles, 8 de agosto de 2007

Ese de ahí


Viste que siempre hay uno en la oficina que está ahí, sin hacer nada, y que nadie entiende para qué lo contrataron ? Y encima le pagan bien, muy bien, por lo menos mejor que a muchos de los otros empleados. Y además tiene contrato indefinido, mientras que la mayoría tiene el suyo a tiempo determinado; algunos de tres, otros de seis meses. Y te da bronca ver que los pasantes –que son muchos- se rompen el culo y laburan el triple rezando por poder acceder a un puesto de verdad en cuanto se terminen las prácticas, mientras que ese de ahí está tan cómodo rascándose a cuatro manos todo el día. Y para colmo llega recién a las diez y se va antes que el resto de la plantilla.

Y nadie le dice nada ! Qué bronca ! Qué impotencia !

Bueno, ese –o esa, mejor dicho- soy yo.

Ahora entienden por qué no tengo amigos en la office?

martes, 7 de agosto de 2007

Hoy, para el desayuno, una odisea



Me levanto más temprano que de costumbre. Me ducho rápido, elijo pantalones en vez de pollera, agarro una lata de Coca y salgo corriendo. Hoy es el día.

El fin de semana había dejado mi bicicleta “nueva pero vieja” en Concorde. Julien la había reparado el sábado a la tarde ya que los frenos no funcionaban tan bien como decía el anuncio de Ebay. Compró todo lo necesario para arreglarla en Decathlon: gastó un poco más de 60 euros mientras que la vélo de segunda mano salió 37,50. Sí, al final el chiste de la bici costó eso. Casi 100 euros. Pero no me puedo quejar. Mi marido-bombón pasó más de tres horas laburando.

Llego a Place de la Concorde en metro, rezando todo el trayecto para que mi dos ruedas siga ahí, que no se la hayan robado, por fa. Salgo a la superficie, el corazón me late ansiosamente. Sí, ahí está : la veo, atadita -con su cadena azul- a un poste escondido de una esquina de la rue de Rivoli. Pongo mi cartera en el canasto (ese guacho nos comió otros 20 euros!) y salgo disparada hacia los Champs-Elysées. Hay sol, brisa, pedaleo bajo la arboleda y al fondo, imponente, veo el Arc de Triomphe.
"Priceless", pienso. Y sin Mastercard.

El idilio me duró poco. Camiones, bondis y motos canallas provocaron que mi adrenalina comenzara a montar y con ella llegó el sudor. Tranquila, todo va a salir bien, me digo. Boing-boing-boing, los adoquines no me ayudan. Calm down, girls, les digo a mis lolas, después del arco viene el sueño dorado: el asfalto. Pero para llegar a él tengo que lidiar todavía con la rotonda del Arco del Triunfo. Los autos entran y salen como locos. Me acuerdo de Chevy Chase en « Vacaciones en Europa ». No. Intentar atravesar esto en bici o hacerse el arakiri es más o menos lo mismo.
Cobarde.
Me bajo y doy la vuelta caminando, con la vélo en la mano, metiéndome como puedo en las olas de peatones autómatas que todos los días a esa misma hora cruzan las mismas calles para ir al mismo trabajo. Me detienen todos los semáforos y me cuelgo observando turistas tempraneros. Yanquis regordetes en ojotas. Rusas esbeltas y divinas. Maquilladísimas. Algunas muy elegantes, otras muy grasas. Españoles gritando. Y asiáticos silenciosos sacando fotos.

Por fin encuentro la Avenue de la Grand-Armée –asfaltada y en bajada, gracia'a Dio'- y retomo mi trayecto. Como bólidos. Pasan todos, muy finito a costado mío, a mil. Salen de un túnel, entran a otro, giran a la derecha, a la izquierda. Soy parte de la vorágine. Paso el Palais des Congrès y dejo atrás Porte Maillot. Conexión con la autopista, salida y entrada del Périph' : más adrenalina. Casi choco contra un auto policía, que al final me deja pasar y me frena al lado. Sonrisa. Le hago ojitos simpaticones. Si me llega a decir algo me hago la que no entiendo. Que no hablo francés. Muy difícil no es. Uf, no. No es necesario. Me devuelve la sonrisa y me invita a seguir mi viaje con su mano.

Falta poco. Veo La Défense que cada vez está más cerca. Y un cartel que dice que Pont de Neuilly es hacia la derecha. Giro. Avenidas silenciosas y más arboledas. Y la brisa estival. Y el sol. "Priceless". Otra vez.

Por fin reconozco la esquina donde todas las manañas me bajo del autobús, y encuentro fácilmente el camino hasta la puerta de la agencia. Es la primera vez que llego temprano.
Prendo la compu y me meto en viamichelin para medir la distancia del recorrido que acabo de hacer. Sie-te-ki-lo-me-tros-y-me-di-o. Guau. Qu'est-ce que je suis fière !
Voy al baño y me sirvo de una petite towelette rafraichissante de Air France que traje escondida en mi cartera. Y después desodorante roll-on que había dejado en el primer cajón.
Qué previsora que soy ! Como diría mamita, alma de productora.

Subo y me lo encuentro a Stef en shortcitos y casco. El también vino en bicicleta. Se atravesó todo París, dice. Que cómo que vine por Champs-Elysées ? Que estoy loca. Ah, que es la primera vez ? Ja, se rie. Abre su cajón, saca una toalla y un frasquito de gel-douche, agarra su bolso y me dice : « bajo a ducharme y vuelvo ». Sí, en l'agence hay vestuarios –y también un gym que creo que jamás utilizaré- con duchas. Cómo no pensé antes?! El h.d.p. vuelve quince minutos más tarde, limpito y de punta en blanco, y se pone a trabajar como si nada.Y yo desde acá lo observo. Rencorosa, chivada y dolorida. En cuerpo y alma.

lunes, 6 de agosto de 2007

Dónde estás, negro?

En las parejas, hay discusiones que reaparecen con cierta frecuencia, en las cuales cada uno siempre defiende el mismo punto con las mismas justificaciones y la misma energía.
J y yo tenemos una que invade nuestras vidas, digamos, una vez cada tres meses. Dicha batalla dialéctica concierne a “la gente de color”.

Que Francia es un país abierto, donde todas las razas tienen los mismos derechos y oportunidades.
Que no me vengas con la égalité cuando no tenés ni un amigo negro.
Eso no tiene nada que ver.
Ah, no? El único negro que conocemos es el portero.
Mentira, hay un vecino negro, lo vi sacando su Mercedes.
Eso te lo estas inventando!
No digas burradas, además ahora tenemos uno en la familia: el marido de mi prima Lucie.
Quién? El único invitado negro de nuestra boda? Bravo, sumado al portero ya van dos negros en nuestras vidas!
Etc, etc.

La verdad es que en mi vida, hay solo uno. Y sí, es el portero de casa: Francis, mon amour.
La primera vez que lo vi, pense en el negro de la publicidad de chocolate Aguila. Con su sonrisa tan luminosa, Francis siempre me alegra las manañas.
Al principio, como registró que era extranjera, me saludaba con un gran 'ELOU (el típico Hello francés) que solía dejarme en off-side con respecto a la réplica.
Luego, cuando se enteró que venía de Argentina, empezaron los 'ELOU, MARADONA, ARSHENTINA y enseguida pudimos establecer la comunicacioón con pequeños diálogos. Por aquel entonces, mi nivel de francés no diferenciaba los registros y por consecuencia lo tutee desde el vamos, y él a mí. Se ve que no había muchos vecinos que hicieran lo mismo porque Francis se entusiasmaba más y más con nuestros encuentros y no pasó mucho tiempo hasta que comenzamos a saludarnos con dos besos. Se desilusionó cuando me quiso hablar de fútbol y le dije que no me interesaba. Supo consolarme cuando me enfermé, y yo a él con sus problemas de ciática. Se emocionó cuando le presenté a mi madre (con quien también anda a los besos), y cuando le conté de mi nuevo trabajo. El otro día vino todo excitado a decirme que habia leído lo de la nieve en Buenos Aires.

La semana pasada se fue de vacaciones, y ahora hay una vieja que limpia el palier a regañadientes. Extraño su sonrisa matutina y sus “Qu’est-ce que vous êtes belle ce matin!”, que era lo más parecido a un piropo que podía tener en esta ciudad...

viernes, 3 de agosto de 2007

Arcadas


Hubo una época en que me sentía joven –probablemente porque sí lo era-, fresca e íntegra. Integra en el sentido de tener muy claros mis valores y hacer lo imposible por respetarlos. De por vida.

Me impresiona darme cuenta que ya pasaron más de diez años desde aquel entonces, cuando comenzaba a experimentar la vida fuera del nido materno. Pero lo que más me choca y angustia es darme cuenta de cómo traicioné la mayoría de mis creencias básicas.

Por ejemplo, estaba segura de que no iba a casarme jamás. Odiaba la palabra “proyecto”, las ostras y el roquefort. Aunque diluviara a cántaros, no usaba paraguas; y no veía películas francesas porque no podía aguantar el sonido de ese idioma. Me vestía con millones de colores y me parecía un delirio la gente que iba al trabajo en bicicleta...Qué asco! Deben llegar todos chivados!

Y aquí me tienen en París, casada con un francés que en invierno me invita a comer ostras cada vez que puede. Nunca salgo sin mi paraguas –ni siquiera cuando hay un sol despampanante como hoy- y cada noche cuando termino de cenar, como un trocito de roquefort. Ahora estoy sentada en frente de la compu -con camisa y stilettos negros LV- y me acabo de comprar una bici en Ebay para que el itinerario al laburo sea más simpático.
Ah, y soy project manager.

Me doy mucha vergüenza. Y asco...

jueves, 2 de agosto de 2007

A paso redoblado

Hoy no. No me busques, Stef. No empieces con tu jueguito de caras de culo cuando llego tarde porque a vos no te incumbe. Si vos elegís llegar cuando abre la agencia, es tu problema. Si tus valores alemanes no te dejan empezar a laburar más tarde de las nueve y cinco, no es cosa mía. No sos mi jefe y nunca lo serás. Y no te digo esto ahora solamente porque es demasiado temprano y no tenga fuerzas para lidiar con tu batalla matutina. No. Lo que quiero que sepas es que me desperté a las 5.34 de la madrugada con unos dolores tremendos porque tenía siete gnomos regordetes colgando de cada ovario. Sí, me vino Andrés, a esa hora y no huba nada –ni los dos comprimidos IbupiracFEM, ni la bolsita de agua caliente-, nada que pudiera calmar mi desgarre y hacer que me pudiera volver a dormir. Y encima llovía a cántaros. Asi que te imaginarás que de muy buen humor no estoy, y que probablemente ante el próximo disparo te putee.
Porque te aviso que tu estrategia la calé desde que entré. Te tengo enfrente y veo cada una de tus reacciones. Y ya me di cuenta que sos el imbancable del equipo…de toda la agencia, quizás ?
Y también se que vos ya lo sabés : sabés que nadie te banca y no tenés idea de cómo salir de ese agujero. Te desespera. Y la única oportunidad que ves es de tratar de ponerle ESA etiqueta a la petite argentine que acaba de empezar. Pero te advierto que no. No va a ser posible. Porque yo podré tener muchos problemas de integración, hacer « rancho aparte », y comer solita de vez en cuando; pero si hay algo que no soy –y nunca seré- es pesada. Por lo menos no me lo permito en el ambiente laboral. Asi que esa cruz que cargás, es tuya, solo tuya, y bien merecida la tenés. Porque hacés comentarios de viejo, porque tus bromas son pésimas y nadie se rie, porque criticás demasiado a tus colegas, y porque tu blablabla no interesa.
Ah, y aprovecho esta oportunidad para comunicarte que sos gay (aunque todavía no quieras aceptarlo) y que por el cuello de la camisa se ve que te afeitás el pecho.
No, no querés ser mi enemigo.
Tregua ? Tomá, comete un alfajor Havanna –una de esas cosas redondas que traje para compartir, ahí, en la caja amarilla- y dejame en paz que me tengo que ir a cambiar el pancho.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Avoiding Misunderstandings

Desde que J y yo empezamos a salir, allí por los Madriles hace poco más de 5 años, descubrimos que la cosa no iba a ser tan simple ya que la comunicación estaba plagada de malosentendidos. Al principio eran pequeñeces simpáticas, que daban color a nuestra relación. Ay, qué ternura, otro gag linguístico, qué divino…Dijo « cuchara » en vez de « cucaracha », ja ! Pero con el tiempo una va perdiendo la paciencia y los tropezones idiomáticos ya no tienen tanta gracia.
La primera vez que me di cuenta de esto fue cuando todavía cada uno vivía en su propia casa. Era sábado por la noche y por teléfono habíamos quedado en que él me pasaba a buscar en su destartalada Vespa en media hora. « Vale, en 30 minutos estoy abajo » le dije. Y así lo hice. Me cague de frío durante un largo rato hasta que mi cara congelada y mis paranoias sobre algún accidente automovilístico me llevaron a llamarlo.

J : Hola (música de fondo)
A : Dónde estás ?
J : En casa, pintando…por ?
A : Te estoy esperando hace 45 minutos en la puerta de casa.
J : Ah, si ? Por qué ?
A : No me pasabas a buscar ?
J: Quién?

Bueh, me rindo. Le explico la situación, me dice que el nunca captó ESE mensaje, se disculpa y a los 15 minutos me pasa a buscar. Al final es un bombón, pienso yo.

Hace algunos días, otro sábado a la noche, compartiendo ya desde hace años el mismo depto parisino, le señalo que sobraron dos baguettes de la cena y le sugiero meterlas en el freezer antes de ir a dormir. « Estás loca ?! ESO no se hace ! » Bien. D’accord. No entiendo por qué, pero le hago caso y nos vamos a la cama. A la manaña siguiente nos levantamos y lo primero que hace J es agarrar las baguettes y meterlas en el congelador.

A : Me estás jodiendo ?
J : Qué ?
A : Te dije ayer de meterlas en el freezer y me mandaste a la mierda.
J : Ah, si ? Ah, no, debo haber entendido mal.
A : … ?!

Viendo y considerando que este tipo de misunderstandings no desaparecen de nuestras vidas, y temiendo que puedan ocasionar daños todavía más profundos, quiero dejar por escrito lo siguiente :



Quiero que sepas que el día que me embarace (no, no se ilusionen, no es lo que busco por el momento, pero tengo mucho tiempo al pepe y como soy previsora prefiero reflexionar por adelantado), retomo, que el día que me embarace no te tengo ni medio pibe en 40 metros cuadrados y sin mucama. O sea, así como estamos no. Que quiero parir en Biei, en Cemic, y que me traten como una reina en una habitación privada con una camita en un rincón para vos, para que me mimes. Que no quiero dar a luz en un hospital público de París, ser el número 55, compartir cuarto con dos desconocidas y sus respectivos newly borns, y tener que atravesar todo el pasillo para ir a ducharme al baño colectivo. Que llevará un nombre bilingüe, sobre todo fonéticamente hablando. Y que ni en pedo va a tener tres nombres como vos, y como todos los integrantes de tu familia. Con uno solo es suficiente, c'est bien compris, Julien Marie Olivier? Te aviso que si me hacés trampa y lo inscribís al nene con tres nombres, serás vos el responsable de rellenar sus formularios e inscripciones por el resto de su vida. Que no quiero que presencies el parto (dicen que te cagas, dónde queda la dignidad de la pareja después de eso?), pero creo que en este punto coincidimos. Que cuando nazca te tomás tu semana de licencia paternal y enganchás con otra de vacaciones. Y que en cuanto deje de darle la teta, cosa que sucederá antes de finalizado el primer trimestre, serás vos quien se despierte a la noche para darle la mamadera. Ah, y olvidate del asientito de atrás para la bicicleta. No, no lo subís ni con casco.

Si, ya sé, tengo que presentar todo en la mesa de negociaciones, como siempre. No te preocupes, cuando llegue el momento lo haré. Sé también que tengo grandes posibilidades de perder. Pero por lo menos, no será a causa de un error de comunicación…