La embajada organizaba una cocktail de despedida para Los Pumas y me dije que era una buena oportunidad para pasar por mi antiguo lugar de trabajo (allí hice una pasantía durante mis estudios) para saludar, y de paso cholulear qué tal están nuestros jugadores de rugby.
Me encontraba yo en la oficina de mi ex-jefe, poniéndonos al día y debatiendo sobre las elecciones presidenciales, cuando de repente entra el Señor Embajador (muy canchero como siempre) y se une a la conversación.
Me paro, lo saludo con dos besos, le digo “qué tal?”, me responde “cómo andas?”, y me siento. Nunca sé si está mal sentarse o si tendría que quedarme de pie si él también lo está. Sí, hice un master en diplomacia, pero nunca tuve clases de protocolo. En todo caso, mi antiguo boss se puso de pie para saludarlo y no se volvió a sentar. Eso me dio un indicio de que, quizás, yo había reaccionado mal.
El Señor Embajador confiesa que está nervioso por el encuentro con los muchachos, y enseguida se ponen a hablar de las últimas novedades de la rutina diplomática. Que nos llamó Madame Lambda que quiere esto y aquello, que no puede ser, que es una cagada, que justo para esa fecha, y que la verdad que es una inoportuna.
De repente los dos hacen silencio y me miran.
Mi ex-jefe, muy serio, me clava los ojos y me dice: “vos de esto no escuchaste nada”. Le digo con una sonrisa picarona que por supuesto que no, que de todas maneras no sé de qué están hablando (gran mentira), y dirijo la mirada hacia el techo como una auténtica desinteresada.
El embajador me agarra por el brazo y agrega (tratándome de usted por la primera vez en su vida): “Comprenderá que ahora tendremos que matarla”.
Tardé una milésima de segundo en darme cuenta que se trataba de una broma. Parecieron años. Me imaginé en un flash que el mismísimo Señor Embajador sacaba un arma y me disparaba.
Dejé escapar una risita nerviosa que sonó más a risa forzada de compromiso que a otra cosa. “Pero no, Señor Embajador, no hace falta. Yo sé guardar un secreto”, le contesté, pensando en cómo hacer para no traicionarlo cuando contara esto en mi blog.
2 comentarios:
genial el relato!! pero... y??? que tal los ruggbiers???
y no fueron muchos...estaban los mellizos "contepoNi" (como escuche decir a una vieja), muy altos ellos, y un par mas bastante fieros y macizos.
Ni Pichot ni Hernandez (o es Alvarez?) fueron...garcas!
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