
Después de un fin de semana más que fructífero (tu marido embaló 20 cajas, vos sólo 2) y soleado, el lunes a la manaña te despertás entre nubes de optimismo.
A las ocho y media le abrís la puerta al pibe de la empresa de mudanzas que viene a hacerte el presupuesto. Te dice que tenés un poco más de volumen de lo que habías descrito por teléfono y te pregunta si la competencia ya te dio otros precios estimativos. Le decís que sí, que el mejor precio que tenés es de 2000 euros (mentira total, te pasaron fortunas) y el pibe te pregunta si ya vinieron a evaluar
in situ. Decís que no, tu marido abre los ojos como dos huevos fritos y te dice “sí, los ingleses que vienen el miércoles”, codeándote y decís que “ah, cierto, me había olvidado”. El pibe te dice que si firmás con ellos hoy, te hace un precio de 1900 y cuando ya estás agarrando la birome, tu marido grita “firmamos
ya si nos hacés 1700”. Trato cerrado, problema solucionado y euros ahorrados, te vas a la
office con todas las pilas.
En internet encontrás un pasaje para ir a Madrid que pagás con tus millas acumuladas y encima viene la polaca y en vez de putearte por
la cagada que te mandaste cuando la reemplazabas, te regala un collar divino que te compró en Cracovia.
Puede ser que las cosas estén cambiando?